Crítica 'Viajo sola'

Desamor y lujo

Viajo sola. Drama, Italia, 2013, 85 min. Dirección: Maria Sole Tognazzi. Intérpretes: Stefano Accorsi, Margherita Buy, Fabrizia Sacchi, Lesley Manville y Henry Arnold. Guión: Ivan Cotroneo, Francesca Marciano y Maria Sole Tognazzi. Fotografía: Arnaldo Catinari. Música: Gabriele Roberto. Cine: Avenida.

La nostalgia por la familia adopta muchas formas en el cine moderno. Como otras cosas tiradas por muchos demasiado apresuradamente por la ventana, resulta que se trataba de algo necesario para la supervivencia emocional. Necesitada de urgentes reformas, pero no de demolición. Los singles de oro felices en su independencia sobre la que nunca pesa la soledad no querida (esa que persiste cuando se quiere romper) existen sobre todo en la publicidad y en algunas series televisivas. Las noches son demasiado largas y la vida demasiado corta para vivir siempre a la intemperie emocional. Sobre todo cuando se dobla el cabo de su mitad. Y cuando el ausente/presente, el ex amante reconvertido en el-amigo-que-siempre-acude, no responde.

De esto trata Viajo sola, buena comedia muy bien escrita, dirigida con talento y elegancia por Maria Sole Tognazzi -hija del gran Ugo Tognazzi, autora de las estimables Passato prossimo y El hombre que ama, además del documental Retrato de mi padre- e interpretada con excepcional talento por Margherita Buy, la gran diva del penúltimo y último cine italiano, tal vez demasiado actriz para tiempos tan débiles (sí, la han dirigido Rubino, Moretti, Verdone, Luchetti, Tornatore, pero, ¿qué son si se les compara con las tres generaciones precedentes de directores italianos?).

Margherita Buy interpreta a Irene, una afortunada e independiente mujer que tiene el agradable trabajo (agradable para quien guste de aeropuertos y hoteles) de viajar de incógnito para puntuar hoteles de cinco estrellas, valorando desde la sonrisa del recepcionista hasta la cocina pasando por toda la gama de lujos que ofrezcan. Pero Irene está doblando ese peligroso cabo de la vida que hace menos divertida la navegación solitaria, su siempre solícito ex la ha traicionado asumiendo una relación estable con otra mujer y la soledad no querida enseña sus feos dientes. Irene, entonces, repasa su vida como si fuera uno de los hoteles que inspecciona. Y encuentra polvo y telarañas.

El mérito mayor de Maria Sole Tognazzi es moralizar sin incurrir en la moralina, tratar de sentimientos sin sentimentalismo y abordar sin ahuecar el tono la necesidad que todo ser humano tiene de acurrucarse en un apartamento en el que no solo esté su cepillo de dientes. Salvar esa diferencia que los anglosajones marcan distinguiendo entre house y home. Y darle a todo un final no previsible. Pero sobre todo su mérito mayor es la elegancia, indispensable en el terreno de la comedia de amor (buscado) y lujo (de hoteles) en el que se mueve.

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