La ermita | Crítica

Fanta-terror desfigurado

Belén Rueda y Maia Zaitegi en una imagen del filme.

Belén Rueda y Maia Zaitegi en una imagen del filme.

Como ocurriera con Alauda Ruiz de Azúa entre Cinco Lobitos y Eres tú, Carlota Pereda apenas ha tardado un año en dirigir su siguiente película después del éxito internacional de Cerdita, su particular slasher ibérico. Son dos casos paradigmáticos de este signo de los tiempos que desmiente, tal vez sea la excepción, las dificultades de las mujeres cineastas para acceder al cine industrial, incluso, como se ha insistido sobremanera, a ese cine de género de clara vocación comercial no necesariamente adscrito al circuito festivalero o de autor.

Sea como fuere, La ermita, avalada por Filmax, supone un paso atrás y una disolución de la originalidad apuntada en aquel primer filme bajo la aparatosa maquinaria del fanta-terror nacional basado en el folclore, aquí las historias de brujas, hombres-pájaro y almas condenadas en ermitas vascas, que termina por echar por tierra dando vueltas en círculo a propósito de dos tramas sobre orfandad y relaciones madre-hija que transcurren en paralelo durante la celebración de unas fiestas locales cargadas de tradición y supersticiones.

Ahí donde la que protagoniza una niña valiente y solitaria (Maia Zaitegi) dispuesta a adentrarse en un mundo de pesadilla para mantener viva a su madre enferma consigue un cierto tono, la que protagoniza una desfigurada Belén Rueda también en búsqueda de reconstruir el vínculo con la madre abandonada, termina interrumpiendo constantemente el desarrollo de la primera en una mala elección de montaje y una poco empastada relación de enseñanza y transmisión de lo paranormal para conectar el mundo de los vivos con el los muertos o el de las almas en pena.

Pereda no se decide ni por uno ni por otro, tal vez impelida por las exigencias de la horror-star en la función, y apenas consigue que el sustrato melodramático sobre la pérdida, la muerte y la redención levanten vuelo entre las sombras de la noche y las llamas del fuego que abrasa las ceremonias de purificación de sus criaturas a la deriva.