Viaje hacia el desierto | Crítica

Ingeborg Bachmann para principiantes

Vicky Krieps es Ingeborg Bachmann en el filme de Von Trotta.

Vicky Krieps es Ingeborg Bachmann en el filme de Von Trotta.

La poeta austriaca Ingeborg Bachmann (1926-1973) se une a la nómina de mujeres célebres (Rosa Luxemburgo, Hildegard Von Bingen o Hannah Arendt) a las que la veterana directora alemana Margarethe Von Trotta, pionera de aquel grupo de cineastas del Nuevo Cine Alemán y directora de algunas estimables cintas como El honor perdido de Katharina Blum y Las hermanas alemanas, ha dedicado algún filme en una clara voluntad por reivindicar figuras históricas cuya voz, actitud y trayectoria merecían ser reveladas desde una perspectiva feminista.

El filme retrata a la escritora en su periplo de recuperación anímica tras la ruptura sentimental con el dramaturgo suizo Max Frisch, un periplo en pleno desierto egipcio desde donde se narra, en una sucesión de cansinos flash-backs, aquella relación moderna que acabó siendo tormentosa junto a otros episodios de la vida de la escritora y su relación con sus amistades entre 1958 y 1962.

Von Trotta se pliega a un academicismo de co-produccion europea demasiado aseado buscando paralelismos entre la voz poética y el pensamiento de Bachmann y el perfil quebradizo, depresivo e independiente de una mujer elegante a la que Vicky Krieps presta su percha melancólica y su versátil dominio de idiomas en los que expresar sus emancipadores principios de vida, abocados al fracaso en un tiempo de esquemas aún patriarcales.

Discursiva, plomiza y demasiado distanciada de los cuerpos (la escena de liberación erótica roza el ridículo), Viaje hacia el desierto no termina de despegarse de la superficie esquemática de sus personajes (ilustres), ni tampoco de ese cine ilustrativo demasiado atado a la letra y la versión oficial de su historia, esa que puede leerse en una entrada de enciclopedia mientras suena un adagio de Mahler o se escucha un elocuente poema de su autora.