FELICES 50 | CRÍTICA

Otra floja comedia francesa

El actor Guillaume De Tonquédec durante el filme.

El actor Guillaume De Tonquédec durante el filme. / D. S.

Hubo un tiempo en que se decía con el hartazgo que produce la saturación: ¡otro peplum!, ¡otro espagueti western!, ¡otro kárate!... Ahora se puede decir: ¡otra de superhéroes! y ¡otra comedia francesa! Este último es el caso de “Felices 50”, previsible comedia francesa de amigotes maduritos en proceso de autoexploración y mutuo conocimiento. Eric Lavaine, que ya los había reunido hace diez años en Barbacoa de amigos (a este hombre se le da bien retomar personajes de una película a otra: hizo lo mismo con Vuelta a casa de mi madre y Vuelta a casa de mi hija), los hace ir ahora, tras frustrarse un viaje colectivo a Grecia para celebrar los 50 años de uno de ellos, a una casona en la hermosa Bretaña. Tan hermosa como lluviosa, lo que lleva a confinamientos en los que suceden imprevistos y sobre todo se van desvelando cosas ocultas que tienen que ver con las relaciones entre ellos y con sus vidas profesionales, familiares o amorosas. Da pereza hasta escribirlo. El reparto se esfuerza por dar vida y gracia a lo que poco de ambas tiene. Entretendrá a quien lo haga con el vuelo de una mosca y divertirá a quien se ría de su sombra. Son los perfiles de sus espectadores idóneos.      

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