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El Capitán Alatriste y Napoleón

  • Guardiola y Fabri encarnan dos maneras distintas de dirigir en la banda a un equipo de fútbol

Guardiola y Tito Vilanova son como Napoleón y Murat en la batalla de Austerlitz; casi parece que corrigen los flancos en lugar de las bandas. Fabri, por su parte, es el capitán Alatriste, el soldado de fortuna que gritaba "¡Santiago y cierra España!" al entrar en batalla. Los detractores del catalán dicen que mea colonia; en el caso del granadino, nadie discute que exuda testiculina.

Al comienzo del partido es Fabri el que se acerca a saludar a Guardiola, hospitalario. El técnico rojiblanco viste un traje negro con corbata verde pistacho que lo mismo vale para dirigir a un equipo en Primera que para ir a un bautizo. El técnico de Santpedor viste por su parte su habitual traje oscuro entallado con jersey de punta y corbata, una indumentaria que es al banquillo como el color azulgrana en el campo.

Después del saludo ambos se sientan en el banquillo y, al unísono, se suben las medias de ejecutivo, preparándose para correr por la zona técnica. Guardiola sigue el partido con las manos en los bolsillos, como meditando sobre filosofía balompédica; Fabri, cuando no está haciendo algún aspaviento, tiene los brazos cruzados. Pep es contenido, se limita a escuchar el tic-tac de su equipo; Fabricio lucha contra los elementos, grita, da siete vueltas sobre sí mismo y jura en arameo.

Comienza el partido y un láser verde ya apunta al entrenador del Barça , que sólo se saca las manos de los bolsillos para rascarse la cabeza. En esas, Xavi mete un puñal en forma de balón al área granadinista y Nyom despeja. "¡Vamos, coño!", se desgañita el entrenador rojiblanco. Pero cuando es el equipo local el que se acerca, Guardiola suele buscar el banquillo y la complicidad de su segundo, Tito Vilanova. Pasado el peligro vuelve al área técnica con los zapatos más relucientes de la Primera División. Y cuando le llega un balón que sale del terreno de juego, no se resiste a pararlo y dárselo con la puntera a Maxwell, dejando claro dónde está el comienzo de todo en el centro del campo catalán. En cambio, cuando el balón pasa al lado de Fabri, este ni se inmuta, dejando los alardes para la intimidad. Pep, mientras, se centra en corregir la posesión del canterano Cuenca, que juega su primer partido de titular con los azulgrana. Y le habla en catalán, lo que enciende a una parte de la grada que se saltó el artículo de la Constitución que habla de las cuatro lenguas oficiales del Estado. Tantas instrucciones recibe que en cuanto oye un grito mira a su técnico; pero en esta ocasión quiere hablar con Cesc, así que retoma su posesión en el campo. El técnico blaugrana sólo se desespera cuando tocan a su intocable Xavi Hernández. Ahí sale al campo y habla con el juez de línea, terminando la conversación con una inquietante media sonrisa.

En la segunda parte, ya con el marcador de cara para los vigente campeones de la Copa de Europa, Fabri busca con más asiduidad el banquillo para compartir su desesperación con los suyos. Pep también lo hace para departir con Vilanova, intercambiando opiniones y gestos, como si el campo fuera una pizarra sobre la que dibujar su partido. Incluso cuando está dando las últimas instrucciones a Keita antes de entrar al campo echa la vista atrás y le pregunta a su segundo: "¿Por Xavi?". Y Vilanova le dice que sí, que ese es el cambio.

Cuando acaba el partido, Pep es el primero en retirarse tras buscar al técnico granadino y fundirse en un abrazo; Fabri se queda en el campo, con una mirada torva fijada en el árbitro, el engominado Muñiz Fernández. Cuando pasa junto a él aparece Mikel Rico, que coge a su técnico por la cintura y se lo lleva por el túnel de vestuarios. Desaparece el hombre que ha dado verdadero espectáculo en la banda.

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