Ba-lon-ces-to. Fueron diez minutos de baloncesto del bueno los que se vivieron en el Palacio de Deportes en el transcurso del primer cuarto del encuentro que el Covirán jugó ante el Lleida. Sin dejar de lado que el partido fue de LEB Oro, la realidad es que el equipo que dirige Pablo Pin hizo afición con unos minutos en los que casi todo salió bien. Los jugadores nazaríes rozaron la perfección en un inmenso trabajo defensivo con alternancia, cortes, recuperaciones, rebotes... Y en ataque, lo menos habitual: equilibrio a la hora de amenazar por dentro y por fuera. Realmente fueron menos de diez minutos porque en los primeros compases hubo un intercambio de canastas hasta el 7-7. A partir de ahí, el temporal del buen juego del Covirán se instaló sobre Lérida, concretamente sobre el equipo que llegó a Granada como líder y que acabó mordiendo el polvo. Su entrenador, un muy deportivo Jorge Serna, así lo reconoció al final del encuentro.
Las gradas
Casualidades de la vida. Los mejores minutos del Covirán en lo que va de temporada coincidieron con la mayor entrada que ha registrado el Palacio de Deportes. Los más de 4.500 aficionados que animaron desde la grada vibraron con su equipo y con ese deporte, el de la canasta, que parecía perdido para Granada hace un lustro y que el pasado sábado se promocionó con el espectáculo que se ofreció. El objetivo de que se junten cinco mil almas para animar al Covirán está más cerca.
La veteranía, un grado
Sin duda, la victoria ante el Lleida fue producto del trabajo de un colectivo en el que todos aportaron su esfuerzo y trabajo. Pero es de justicia volver a resaltar en increíble partido que protagonizó Guille Rubio, un veterano que jugó con la ilusión, intensidad y pasión propia de uno que empieza. El pívot catalán también promocionó el baloncesto a su manera.
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