ATLETISMO europeos de berlín

María llena eres de gracia

  • La orcense se proclama campeona de Europa de 20 kilómetros marcha

A la larga estirpe de marchadores que cada año florecen por las llanuras de la comarca de Guadix le hacía falta un premio. Grandes atletas se han establecido y concentrado en la ciudad episcopal en busca de ese clima, esa tranquilidad, y esa rutina de entrenamientos en unos páramos que rebosan talento atlético desde que Manolo Alcalde la hiciera la capital mundial de la marcha. Pero todos se envolvían en banderas ajenas. Desde el abrupto adiós de Paquillo Fernández, a la disciplina le faltaba un referente propio, autóctono. Este vino a nacer unas decenas de kilómetros más al norte, en Orce, donde ya existía el famoso Hombre, y desde ayer será más famosa su Mujer. María Pérez es la nueva reina de la marcha española, europea y mundial después de proclamarse campeona continental sobre la distancia de 20 kilómetros en Berlín con una carrera brava, inteligente, histórica, prácticamente incalificable porque todas las alabanzas parecen quedarse cortas.

María Pérez García se llama y nació el 29 de abril de 1996. Es oro europeo con un tiempo de 1:26.36, lo que supone récord de los Campeonatos de Europa, récord de España absoluto desbancando al de María Vasco, mejor marca personal de su trayectoria, y segunda mejor marca mundial de año 2018. Ahí queda eso, y con solo 22 años. En el podio, incluso subida en lo más alto, sus otras dos acompañantes (la checa Anezka Drahotová y la italiana Antonella Palmisano) la seguían ganando en estatura. Pero no en ímpetu. Porque para ser campeona de Europa de la manera en la que lo hizo ayer la orcense hace falta tener mucha calidad, pero también un coraje endemoniado. Mientras oía el himno por primera vez en su carrera como atleta en categoría absoluta, tragaba saliva, miraba fijamente la bandera, y no dejó escapar más que proyectos de lágrimas en sus ojos. Hasta para ese momento tuvo fuerza la granadina, parte de una jornada histórica para el deporte granadino y la marcha española, que firmó oro y plata en hombres de la mano de Álvaro Martín y Diego García.

Logró remontar desde la tercera plaza con un ritmo implacable que le hizo cazar a las líderes

María Pérez era una de las candidatas a rascar medalla, pero se decía con la boca pequeña. Hace solo un año que se colgaba la medalla de plata en otros europeos, los sub 23, en los pasados Mundiales por equipos (Taicang, China) entró en tercera posición aunque no le sirviera para el premio grupal, y a Berlín llegaba con la cuarta mejor marca de las participantes. Tenía por delante a las italianas Eleonora Giorgi y Antonella Palmisano (cuarta en Río y bronce en los Mundiales de Londres) y a la checa Anezka Drahotová, todas ellas con mejores tiempos que la granadina. Fuera de ese orden estaban las rusas Lashmanová, Ponomaryová y Brodatskayá, con registros muy por encima de los de Pérez pero vedadas de participar por los escándalos de dopaje de su país.

Un escape de gas en las cercanías del circuito, situado en la Breitscheidplatz berlinesa, retrasó casi dos horas el comienzo de la carrera femenina de 20 kilómetros marcha, que se tuvo que celebrar a la vez con la masculina. Había que asegurar el perímetro para evitar explosiones. Lo que nadie previó es que explotara el trabajo, el talento, la garra y la desvergüenza de Pérez, capaz de jugar con los sentimientos y las estrategias de todas sus rivales, incluidas las más veteranas como Palmisano, Giorgi o la lusa Cabecinha. Encima llovía con finura. Por si cabía más leyenda.

La granadina se mantuvo dentro del grupo durante toda la parte inicial de la carrera, que se empezó a mover en serio mediado el kilómetro 10. La lituana Zivile Vaiciukevicute movió el árbol y aceleró el ritmo, liderando la prueba hasta el kilómetro 12, cuando el pelotón principal empezó a estirarse y deshacerse en una retahíla de rezagadas. Ese momento fue clave para María Pérez. La orcense ya acumulaba una de las tres advertencias que hacen los jueces en las pruebas de marcha, por lo que debía andarse con cuidado a la hora de forzar la máquina sin perder el estilo de marchar, principal tumba de quienes se pasan de valientes en esta modalidad. A Pérez le quedaba más de medio recorrido y las dos 'galgas', Drahotová, que creía ir controlando la carrera, y Palmisano empezaron a marcharse. La granadina era tercera y por detrás parecía acercarse la española Laura García-Caro para arrebatarle el puesto en el podio.

Pero en ese momento salió a relucir la capacidad de aguante y de sufrimiento de la marchadora de Orce. Se había guardado lo mejor para el final. Empezó a subir el ritmo y en apenas un kilómetro, entre el 15 y el 16, María Pérez había remontado hasta colocarse en la primera posición, que no soltaría hasta romper la cinta. Reventó de entrada a la italiana Palmisano, la más veterana de las que luchaban por las medallas, y luego a la checa Drahotová, con la que ni siquiera quiso hacer grupeta e ir hacia adelante. Le levantó las pegatinas.

Unos metros más adelante se encontró a Alberto Amezcua, el accitano que se había descolgado de la lucha por las medallas en la prueba masculina, y que durante unos metros le marcó el ritmo a su compañera de entrenamientos. Lo habrán hecho así cientos de veces por las carreteras del Marquesado. 'Hacer de liebre' se llama en el argot. Como si fuera una carrera de 1.500, o un 50 como pasó con Chuso García Bragado y July Takács, otra que entrena en la comarca de Guadix, hace unos días también en Berlín.

El ritmo de María Pérez se mantuvo. Asustaba su determinación a pesar de la amenaza de los avisos. A la checa le fallaban las fuerzas y tampoco podía arriesgar ya. La orcense se le había marchado en casi 30 segundos. La curva con sus familiares y amigos vibraba. Le entregaron una bandera que llevó en la mano dentro de un último kilómetro en el que empezaba a disfrutar. Un juez observó por última vez sus pasos a cien metros de la meta. Vaya susto. Diego García le dio el último empujón ya celebrando su plata. Entonces María desplegó la rojigualda y la lució rompiendo la cinta de la meta. Drahotová (1:27.03) cogía la plata a 27 segundos de la campeona, y Palmisano el bronce (1:27.30) a casi un minuto. Unas diferencias solo al alcance de supermujeres.

Destrozada por el esfuerzo, Pérez no sabía si sonreír o respirar. El entendido público berlinés aplaudía a la granadina. Orce vibraba a miles de kilómetros. Habían parido a una campeona de Europa. Y quién sabe si de algo más.

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