Atletismo

La Media Maratón de Granada, desde dentro: el día que me ganó un tío descalzo

Subida de la Cuesta Gomérez con el Arco de las Granadas de fondo Subida de la Cuesta Gomérez con el Arco de las Granadas de fondo

Subida de la Cuesta Gomérez con el Arco de las Granadas de fondo / Antonio L. Juárez / Photographerssports

Escrito por

· Juan José Medina

Redactor

Las 0:56 horas y el cuerpo me pide cama, estilo dormir como un lirón careto. Pero es que hace tres horas y media, más o menos, acabé de correr la Media Maratón Ciudad de Granada. Mi primera media maratón, realmente. Con 40 points figurando ya en el carnet de identidad. A la vejez... Pero es que aún me dura la adrenalina de lo vivido, y en mis piernas hay ese cansancio que es tan grande que ni te deja descansar.

La "carrera más bonita del mundo" es cierto que lo es, pero ya no solo porque suba al Albaicín, te haga callejear por él, y te remate en los mismísimos Jardines de la Alhambra. Es por la gente. Los humanos, a veces, nos ponemos de acuerdo en hacer cosas extraordinarias. ¿Cómo es posible que tantas y tantas personas, tanto los que corremos como los que animan desde fuera, estemos de acuerdo en hacer que durante dos horas una ciudad aplauda, se divierta, se entregue, en definitiva, valore y reconozca a los demás? Los que animan, el esfuerzo de los que corren. Los que corren, agradeciendo los aplausos. Porque durante las dos horas y pico que un atleta medio normalito tarda en hacer la Media Maratón granadina solo hay un sonido constante: las palmas.

Para ser mi primera Media Maratón no puedo estar más contento. Récord de distancia y encima un ritmo de seis minutos el kilómetro. Para una locura que hace un mes no estaba en mi calendario, not bad. Hacer esta carrera es un reto. Antonio Galiano, compañero del Diario de Sevilla, lleva tiempo animándome y siempre dice que "la primera es especial". Lo es. Y más si es la de Granada, con todo lo que conlleva. Le hice caso toda la semana. A él y a mi fisio, Antonio, de Fisioterapia Granada, que tanto esmero le puso a tratar hace un año un tobillo que se quedó a pique de la fractura. Lunes pasado último día de entreno y luego nada de piernas. "Para el día de la carrera yo me hago un pad thai", me dijo Galiano. Me tuve que pedir un Glovo para la redacción, que había que cumplir con el periódico de hoy.

Tras una minisiesta que ni siquiera llegó a eso me puse manos a la obra. Una de las cosas más complicadas de una carrera no es ni estirar, ni las cuestas, ni los pisotones: es enganchar el dorsal a la camiseta con los imperdibles. Que si pillas la parte de atrás, que si te pinchas, que si ahora está torcido... Tras diez largos minutos, el parto terminó: el 4079

Paso por el Albaicín Paso por el Albaicín

Paso por el Albaicín / Francisco Neyra / Photographerssports

Salida y a correr con la calculadora

Bolsa suelta en el guardarropa del Pabellón de los Escolapios, un breve calentamiento y para dentro del cajón de salida. Más o menos 4.000 personas en el Paseo del Violón que solo nos dimos cuenta de que había que salir cuando los delante se movieron, porque el pistoletazo no se oyó. "Contra, ¿ya?", decía uno que tenía al lado. Los nervios de la espera entonces desaparecen y empiezas a correr hacia el Paseo de los Basilios. En el casco (solo uno, ya que la Federación no permite ir con dos por reglamento) suena con fuerza Zitti e buoni de los Måneskin, así para empezar con ánimos. "Siamo fuori di testa". Un poco sí hay que estarlo para meterse en este berenjenal.

A diferencia de carreras más cortas, aquí no hay tanta bulla y casi todos van a un ritmo más bien sosegado. Al ser mi primera Media, no quería cebarme, pero es inevitable adaptar tu manera de correr a lo que tienes al lado y delante. Te hace ir más rápido y eso es peligroso, más sabiendo que lo duro de esta carrera viene al final. Los primeros kilómetros nos llevan de la salida al Zaidín, ya con muchos aplausos. Gentío en Puente Verde, en Pablo Picasso, en Fontiveros... En esta última calle, a contraluz, centenas de metros por delante, la serpiente multicolor de la carrera se hizo carne ante los ojos de todos. "Mira to la gente", decía uno que me adelantaba. 

Avenida de Barcelona, calle Arabial y Huerta del Rasillo. "Vas por encima de lo normal", me martilleaba el cerebro, que ya empezaba a pensar en el primer avituallamiento. Esta parte llana se hacía más monótona y había que tener autocontrol para no ir a más ni desesperarte. Tienes la impresión de que te adelanta todo el mundo y no ganas posiciones. Le hago caso a los consejos de Ana Santaella ("bebe en todos los avituallamientos") y pillo un vaso de agua en los Agustinos. Ya empiezan a aparecer las cuestas, lo que a mi me va. Pero en la avenida de las Alpujarras sigo sin adelantar. O voy atorado o la gente va muy bien. Lo segundo. Villarejo, Camino de Ronda, donde al fin pillo una naranja y un botellín de agua que me echo casi entero, y plaza Einstein: "Where amazing happens". Unos niños, de los cientos que lo hicieron, sacan las manos para chocarlas. Lo haces y no paran de sonreír.

Se sube Severo Ochoa donde llegas al kilómetro 9. Aquí se supone que debía ir ganando plazas pero es un padre tirando del carrito adaptado parar correr de su vástago quien me adelanta en Ciencias. "¿En serio?". Al igual de seria que era la rampita del túnel de la avenida de Madrid, con la que no contaba. Lo que me costó, niño, pero la avenida de Pulianas la hice como nunca, lo que no fue óbice para que por detrás llegara fuerte David Contreras, amigo de Radio Albolote, para darnos un saludo en carrera. "Has tardado en cogerme más que en la Marcelino". "Es que he salido muy atrás, que he llegado apuraillo". "Bueno David, espérame en meta". "Venga". Y así, kilómetro 11, llegamos a la mitad del camino.

El ganador de la carrera pasa por el Mirador de San Nicolás El ganador de la carrera pasa por el Mirador de San Nicolás

El ganador de la carrera pasa por el Mirador de San Nicolás / Francisco Neyra / Photographerssports

Esto se pone duro

En el Paseo de Cartuja esperan los mil que hacen la carrera de 10 kilómetros, que hacen un pasillo que anima con fuerza a sabiendas de lo que nos hace falta. Empiezo a notar cargados los gemelos pero no aflojo ni tampoco quiero parar. Quiero hacer la carrera entera sin detenerme, del tirón. Si no lo hace Eliud Kipchoge, yo tampoco. Doy caza a María José Anguita, de prensa del Ayuntamiento. No habla. No puede. Pero durante un rato vamos al mismo ritmo. En las subidas me voy pero cuando el terreno se aplana me alcanza. En esto que empieza la alta montaña. Para empezar, carretera de Murcia. Empiezo a ganar posiciones y me motivo. Luego el Strava me dice que es mi PR: me la ventilo en 6:14. También empieza donde se dice que es la carrera más bonita del mundo. En la curva del Tambor ya se ve gente que se para, que empieza a andar y a estirar. Otros, más sobrados, de un club de Algeciras, se detienen para hacerse un selfie con las vistas de Granada de fondo.

El giro hacia el Torcuato, tantas veces hecho para unos tomar unos caracoles, ahora tiene un cariz distinto. En ese momento cojo a uno que se hizo toda la carrera grabándose con un palo-selfie y una GoPro, pero que invitaba a todos a sumarse a su grabación. "Pa que mi mujer vea que es verdad que he venido", le grita uno al objetivo. Pero es que ahí también alcancé a un corredor que se hizo la prueba completamente descalzo. Me dolía verle por las piedras de la calle Pagés. "Go Vegan" ponía por detrás su camiseta. Le dejé atrás... No por mucho tiempo.

En la calle Panaderos me quito el casco que tenía y lo guardo para sentir más a la gente, y a fe que así fue. Una pareja baja el ritmo mientras él graba. "Mira esa fachada", le dice al pasar por plaza Larga y ver una pared llena de macetas. "No sois de aquí, ¿no?". "Somos de Alicante". "Bueno, disfrutad que ahora queda lo más duro". "Pero se disfruta igual". Pero, una cosa: ¿Estoy trabajando mientras corro? Sí... Acto seguido Arco de las Pesas, donde una rampa de madera ayuda a subir. "Parecemos caballos", dice una chica.

En el Mirador de San Nicolás se empieza a bajar, que no a descansar. La vista esa velocidad y el impacto de ver la Alhambra así es abrumador. Las estrechas calles hacen que se note más el calor de toda la ciudad. Puedo entender cuando dicen eso de que la afición es el jugador número 12. Aquí es el pulmón extra, el masaje en el cuádriceps cuando hace falta. Me dejo caer demasiado por la Cuesta del Chapiz y llego al Paseo de los Tristes un poco dolorido. Ni miro de soslayo la Alhambra. No es buen negocio porque queda el último arreón. Pero es que cómo no vas a apretar en la Carrera del Darro. El pasillo humano te empuja.

Inicio de la subida a la Alhambra Inicio de la subida a la Alhambra

Inicio de la subida a la Alhambra / Antonio L. Juárez / Photographerssports

Como en el Tour

Plaza Nueva rebosa. Los aplausos y los gritos son ensordecedores. La aproximación a Cuesta Gomérez y la misma cuesta es algo parecido a lo que tuvieron que sentir Indurain, Pantani, Contador o Pogačar ahora, no sé, en el Alpe d'Huez, en el Tourmalet, el Muro de Huy, la Cueña de les Cabres... Como en el Tour, el Giro o la Vuelta, cientos de personas con cánticos improvisados, aplausos y chiflidos en un pasillo. "¿Os dije que esto era tremendo?", le dice a su grupo un atleta con camiseta de un club de Málaga. Indescriptible. Veo a Toni Juárez en mitad de la subida y a Ana Santaella antes del Arco de las Granadas. Me dan fuerza. No paro. Son 16 kilómetros y el siguiente es todo para arriba con porcentajes de muerte. En el 17 se acababa el infierno de la Alhambra.

Me vibra el reloj. Notificación de Twitter. Jose Quesada pone algo de 1-2. Pensaba que era el resultado del Levante en Tenerife, malo para el Granada. "Mierda". Luego no fue así. Me vuelve a vibrar. Es Pablo Quílez con las previsiones de mañana. Me tengo que reír. Hotel Palace y Cuesta del Caidero, y ¿quién viene como una moto? El descalzo. Ya a esas alturas es la sensación de la carrera. Todo el público señala hacia sus pies. Y se va, eh. Calle Molinos. Mirada al portal 64 y gestito con el dedo. Por la rasmia . Trato de apretar porque voy con fuerzas pero no responden las piernas. El olor a pizza no ayuda. Qué hambre. Casi pasando por el Candela marcan los 18 kilómetros. Desde aquí es lo desconocido porque nunca antes había corrido más de esa distancia. Pero vas a morir y a dar el show que puedas, a tu nivel.

Paso de un atleta frente a la Puerta de la Justicia Paso de un atleta frente a la Puerta de la Justicia

Paso de un atleta frente a la Puerta de la Justicia / Antonio L. Juárez / Photographerssports

El puertecillo del Salón

En la plaza Isabel la Católica me emociona el gentío y entre el jolgorio un "vamos Juanjo" que atrona en el vozarrón de Manu, al que le choco con más fuerza. Como si me hubiera tomado un gel. A 50 metros, Román Callejón con Carmen y a bajar la calle Reyes y Ganivet sin darme cuenta. Ni la recuerdo. Porque en la cabeza solo tenía el kilómetro del Paseo del Salón y la Bomba. ¿Quieren saber lo más duro de esta carrera? El que se inventó esos dos últimos kilómetros en un averno recto que pica para arriba. Pero ya no piensas, corres. Le das sentido al libro de Chema Martínez.

"Medinucaaaaaaa". No podía ser otro que Fer Herrero, que con camiseta del Bar Soria ve la carrera con Martiña y Rodro. Sigo. Siento. Padezco. Destierro de mi mente una subida del gemelo. Ya no va a pasar. Corono ese puerto hors catégorie en Puente Verde y aprieto ya hasta el traguardo. De perdidos al río. Inma me grita en línea de meta. Adelanto a diez o así del tirón. 2:05, madre mía que tiempazo. Saludo a Juan Verdejo que está en la llegada de voluntario. Estiro en el césped de la mediana de la carretera de Armilla. Me llama mi madre. Nos vamos a tomar una cerveza y una tabla a Las Titas. Antes, foto con Inma y Pablo Rubio, los Bosones en la Media. Con toda la paliza ya pensando en la San Antón de Jaén o en la Media de Sevilla. Somos incorregibles. Pero eso sí, ninguna es tan bonita, ni tan dura, ni da tanta satisfacción personal como esta. Check.

El redactor J. J. Medina y su amigo Pablo Rubio, tras acabar la pruebas con la medalla de Finishers El redactor J. J. Medina y su amigo Pablo Rubio, tras acabar la pruebas con la medalla de Finishers

El redactor J. J. Medina y su amigo Pablo Rubio, tras acabar la pruebas con la medalla de Finishers / Inma VZ

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