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El '7', determinante a medias

  • El ariete Barral participa en todas las jugadas de peligro de su equipo, pero continúa sin estrenarse como goleador con la elástica de franjas horizontales Es decisivo en el tanto de las tablas

No marcó, pero fue decisivo en todos los 'uy' del Granada CF ayer, y también en la diana que valió las tablas al cuadro rojiblanco. David Barral continúa con su particular travesía por el desierto con la 'zamarra' granadina. Aún no ha degustado el sabor del gol desde que aterrizó en Los Cármenes, mas que su equipo sumase ayer un punto ante el RC Deportivo de La Coruña se debe, en gran parte, a su aportación. El extravagante gaditano estuvo en todas las de peligro de los granadinistas y puso el centro que terminó en la diana del empate para los suyos, justo después de estrellar un fabuloso testarazo en el larguero. Ayer fue determinante, pero sólo a medias.

Buscaba el técnico Lucas Alcaraz un cambio en la punta de su 5-4-1 -dibujo que permuta hasta el 3-6-1 cuando se acerca al área rival- con la entrada del '7' rojiblanco en el once. Ante una 'final' como la que disputaba el Granada CF, la experiencia, brega y movilidad de Barral podrían ser claves. Más, si hombres como Márquez, Bueno o Krhin, llamados a dar un paso adelante cuando vengan mal dadas, no aparecen. No obstante, al atacante le falta fortuna. Puso ganas, pero le falló la suerte. Especialmente segundos antes de la diana local, cuando su sensacional y coordinado escorzo le permitió rematar de cabeza un saque de esquina de Pereira, acción que terminó en la madera en el 80'.

La soledad, empero, fue su fiel compañera en demasiados instantes del juego. Lo reflejan los minutos que transcurrieron entre el 3' y el 15', en los que el ex del Real Sporting ni siquiera tocó el esférico. Crusoe se convirtió en su segundo apellido. Enmarañado en la tupida zaga deportivista, únicamente se dedicó a ver cómo los de Riazor manejaban el tempo de un encuentro que apenas dejó sustos en ambas metas. Uno de los pocos que se vivieron nació, eso sí, precisamente, de las botas del de San Fernando.

Por un instante, Barral y Pereira se intercambiaron roles y protagonizaron el acercamiento más amenazador de la primera mitad de los granadinos. En una de sus constantes caídas a banda, en la diestra, el delantero observó la llegada desde atrás de su joven compañero. Con un envío sublime, la bola acabó en la testa del belga de origen brasileño, que se coló hasta el corazón de la caja. Sin embargo, allí, libre de marca, el percutor le falló y su débil remate acabó desviado hacia uno de los flancos de la puerta del polaco Tyton.

A Barral, pese a todo, le pesó la excesivamente tímida puesta en escena del Granada CF. Se fajó con los centrales visitantes Arribas y Sidnei, peleó balones aéreos, se desmarcó y trató de apoyar en la casi inexistente creación de fútbol de sus compañeros. Todo ello le privó de tener claridad y mordiente arriba, lastrado por la falta de profundidad de una medular en la que ni Uche Agbo ni un blando Toral filtraron pases hacia la vanguardia.

La entrada del ucraniano Kravets, que le acompañó en la línea ofensiva, liberó al experimentado rojiblanco y le dio algo más de libertad. El del este de Europa se encargaba de bajar y proteger la pelota, mientras que Barral se asociaba por detrás con un gran Boga y compañía en la búsqueda de goles y puntos. Fue de los más destacados, pero si a los arietes se les mide por tantos, la nota del de Cádiz no puede ser otra que un suspenso. Desde que llegó a Granada hace once meses, su casillero de dianas sigue con la misma y pobre cifra: cero. Tendrá que volver a intentarlo para hacer buena aquella popular letra de la hinchada de dásela a Barral que meta gol. Lo bueno del fútbol es que siempre da reválidas. Exactamente, una cada siete días. Como mínimo.

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