Economía

Martimar: Medio siglo sin dormir por la fruta

  • La distribuidora de fruta sevillana cumple 50 años en plena expansión

  • Facturó 36,1 millones de euros en 2018 y emplea a más de un centenar de trabajadores

De izquierda a derecha junto a cajas de frutas de proveedores de Martimar: Miguel Ángel Riego, Alberto Riego, Fran Riego y Francisco Riego.

De izquierda a derecha junto a cajas de frutas de proveedores de Martimar: Miguel Ángel Riego, Alberto Riego, Fran Riego y Francisco Riego. / Víctor Rodríguez

“Mi abuelo Enrique tenía un puesto en la plaza de abastos de Écija”. Francisco Riego, presidente de Martimar, fija ahí, en los años 50, el principio del vínculo de su familia con la fruta. Años más tarde, en 1969, sus tíos fundarían Hijos de Enrique Martín S.A. (Martimar) y él se uniría a ellos como trabajador y a principios de los ochenta como accionista. “Hipotequé mi casa para comprarles un 14% de la empresa”, explica.

Aquel movimiento accionarial fue el primer paso para en 1999 comprar junto a su esposa Pepi Ramos las acciones restantes, hacerse con el control de la empresa e incluir a su hijo mayor Fran, actual director general. Él es la cuarta generación de esta distribuidora de fruta al por mayor que comenzó en un almacén de la sevillana calle Monte Olivetti. Y que ahora tiene más de 5.000 metros cuadrados de instalaciones entre Mercasevilla y Mercamálaga. “La entrada poco a poco de mis tres hijos fue un gran empuje y pasamos de 20 a 100 trabajadores”, reconoce Francisco aludiendo también a sus hijos Alberto y Miguel Ángel.

Otro punto de inflexión para Martimar, cuyo producto principal es el plátano de Canarias, fue la entrada en 1993 de la banana. “Gran parte del sector creyó que acabaría con el plátano al ser más barata y por eso nos tomaron por locos al apostar por ellos”, recuerdan padre e hijo. Martimar se fue a Tenerife y a Las Palmas y compró fincas para cultivar y envasar plátanos, controlando así todo el proceso de producción de la fruta. Sin embargo, revelan que “no se puede vivir sólo del plátano”. Por ello, han ido acumulando variedades de fruta hasta tener el 100%, gracias a que reciben referencias de más de una treintena de países. Aunque ellos se definen a día de hoy como “una empresa de servicios que vende fruta y verdura”.

Un trabajador de Martimar ordena la fruta en una nave de Mercasevilla. Un trabajador de Martimar ordena la fruta en una nave de Mercasevilla.

Un trabajador de Martimar ordena la fruta en una nave de Mercasevilla. / Víctor Rodríguez

Este importante crecimiento experimentado en las últimas dos décadas no ha sido invisible para sus competidores y multinacionales, que han intentado sin éxito hasta en cuatro ocasiones comprar esta compañía netamente familiar y sevillana. Algo de lo que se enorgullecen cuando resumen los motivos de porqué no aceptan las millonarias ofertas que les llegan: “Nos gusta lo que hacemos, queremos tener capacidad de decisión y garantizar la continuidad de la plantilla”.

Esa plantilla a la que aluden forma parte de un sector que reivindican poniendo a cualquier frutero como ejemplo: “Se levantan tempranísimo para comprar un producto que luego venden en unas fruterías que abren mañana y tarde”. Por ello, se preguntan sonrientes: “¿Cuándo duermen?”. Saben la respuesta, pues entre padre e hijos llevan medio siglo madrugando para que, por ejemplo, el plátano de Canarias llegue cada mañana al supermercado o a la hostelería, pues están abriendo nuevas líneas de distribución para aumentar su volumen de ventas, que en 2018 fue de 32,1 millones de kilos. “Trabajamos con tres decimales”, detalla Fran. Con ello, muestra el pequeño margen de beneficio con el que operan, ya que puntualiza que “nunca hemos recibido una ayuda de ningún estamento y todo lo que tenemos es fruto de nuestro trabajo”.

El objetivo para su futuro más próximo es ese: “continuar aumentando la cifra de negocio”. Algo que les exige “crecer por necesidad”, como indican. La “altísima concentración de la oferta” les hace ser un caso particular dentro del sector. “Antes había en Sevilla 20 empresas como nosotros y ahora sólo queda Martimar porque las demás las han comprado o han desaparecido”, comentan con un ojo pendiente del móvil, pues el trabajo no cesa en la nave 3 de Mercasevilla, lugar al que llegaron hace 36 años. Allí han construido un camino empresarial que se ha multiplicado en los últimos años con una política de diversificación que les está llevando al mundo inmobiliario, agropecuario u hostelero. Francisco Riego, que sigue al pie del cañón de Martimar a sus 68 años, resume ese espíritu emprendedor en un deseo: “Ojalá nos dé tiempo en los próximos 50 años a realizar todos los proyectos que tenemos en mente”.

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