Takahiro Nakamae | Embajador de Japón en España

"Sin la ONU y el Derecho Internacional, el mundo regresaría a los siglos XVIII y XIX"

  • "Estamos en un tiempo de inflexión histórica, la invasión de Ucrania ha marcado el final de la era después de la Guerra Fría y nuestro desafío es encontrar una salida a una situación no deseable"

  • "España siempre ha sido muy acogedora con cualquier extranjero que viene, es una virtud muy grande que tienen ustedes; es una sociedad abierta y flexible, aunque no lo crean"

  • La huella de Japón en Andalucía

El embajador de Japón en España, Takahiro Nakamae, en Sevilla.

El embajador de Japón en España, Takahiro Nakamae, en Sevilla. / José Ángel García

En los 80, Takahiro Nakamae pasó dos años entre Valladolid y Madrid estudiando español por mandato de su ministerio. En la Navidad de 1986 visitó Andalucía: Sevilla, Córdoba, Granada... “Me lo pasé muy bien como universitario”, recuerda. Ahora, casi cuarenta años después, tras desarrollar su carrera diplomática en Argentina o Brasil, ha regresado y ha notado “muchos cambios”. Le llaman la atención las “calles peatonalizadas” y que las ciudades están “llenas de turistas”. Durante su estancia aquí se reunió con el presidente de la Junta, Juanma Moreno, y visitó Coria del Río, que “comparte tanta historia” con Japón.

–¿Cuáles han sido los objetivos de su visita a Andalucía?

–Vine a España en diciembre de 2022 y es mi primera visita oficial. Me he reunido con el presidente de la Junta. Tuvimos una conversación muy fructífera revisando las amistosas e históricas relaciones que mantenemos. Hablamos de futuro, de la potencialidad que tenemos, sobre todo en las relaciones económicas. Aquí hay algunas empresas importantes operando y Andalucía es un lugar con mucha potencialidad en la energía renovable, el hidrógeno verde. Muchas empresas japonesas están interesadas en este hub. La futura cooperación entre las empresas daría un fruto muy bueno. Y también he visitado Coria del Río, que comparte tanta historia con nuestro pueblo, para entregar unos libros que una fundación de Japón donó a la biblioteca municipal.

–Usted estuvo en España en los años 80 para aprender español. ¿De dónde vino ese interés?

–Fue una instrucción de mi ministerio, me mandó a España para estudiar el idioma. Pasé un año en Valladolid y otro en Madrid, lo pasé muy bien como universitario. Me tocó ser especialista en español. Y después me he dedicado a los asuntos con América Latina y Caribe más de la mitad de mi carrera diplomática. Ahora me mandaron a España, me da mucho gusto después de treinta y tantos años, con tantos cambios, tanto desarrollo... La estoy redescubriendo. Aun conservando lo histórico, lo tradicional, la experiencia es un encanto.

–¿Ha cambiado mucho desde la primera vez?

–En 1986 hice un recorrido por Sevilla, Córdoba, Granada... para pasar las vacaciones de Navidad con mis amigos. Tengo muy buenos recuerdos. En Sevilla es la segunda vez. Estoy notando muchos cambios, muchas calles peatonalizadas, un tren moderno, la ciudad llena de turistas...

–Usted es diplomático y prioriza el diálogo para resolver problemas. Cuando ve cómo está el mundo, ¿se siente muy frustrado como persona de negociación que es?

–No sé si estoy frustrado o no, pero estamos en una época muy importante, en un tiempo de inflexión histórica. Han pasado más de 30 años desde el fin de la Guerra Fría, tres décadas y pico en las que prevaleció el optimismo por la globalización, los valores democráticos, el libre comercio... Se daba por supuesto que prevalecerían mundialmente y que a través de eso se conseguiría la paz, la felicidad global. Con la invasión de Rusia a Ucrania se ha marcado una especie de final de esa época, pero no es tiempo para ser pesimista o desesperarse. Tenemos un desafío global muy fuerte y es nuestro trabajo, el de todos los líderes mundiales, encontrar una salida a esta situación que no es deseable. Nuestra historia muestra que la humanidad tiene la experiencia y la sabiduría para salir adelante.

–La humanidad también tiene la experiencia de salir de un lío y meterse en otro. ¿Es razonable ser optimistas?

–No es tiempo para resignarse, sino para esforzarse y trabajar. Después de la II Guerra Mundial, hace ya 78 años, hicimos muchos esfuerzos para mantener la paz a través de la formación de las reglas internacionales, que no pertenecen sólo a los países occidentales sino que son fruto del esfuerzo de todos los países de la comunidad internacional en foros multilaterales, como la ONU. A través de ese esfuerzo hemos tenido una época de paz relativa y hemos evitado otra guerra a gran escala. En este momento merece la pena recordar eso. Cuando hablamos del imperio de la ley, de los derechos humanos, de la paz, no son logros puntuales, sino el resultado de un esfuerzo de casi 80 años. El sistema no es perfecto porque no existe un poder para implementar la ley, pero hemos logrado varios resultados, como el control de las armas nucleares o las reglas sobre la guerra (integridad de soberanía y de fronteras, prohibición de atacar a los civiles...). Estas reglas fundamentales han sido fruto de un consenso entre países y ahora estamos afrontando un desafío a esto que hemos logrado. Por eso es un tiempo para unir nuestra fuerza y nuestra conciencia para preservar lo que hemos construido durante estas décadas.

Takahiro Nakamae se entrevistó con el presidente de la Junta, Juanma Moreno, y visitó Coria del Río. Takahiro Nakamae se entrevistó con el presidente de la Junta, Juanma Moreno, y visitó Coria del Río.

Takahiro Nakamae se entrevistó con el presidente de la Junta, Juanma Moreno, y visitó Coria del Río. / José Ángel García

–¿Cómo ve Japón lo que está ocurriendo en Palestina?

–En Israel, durante años, miles de misiles atacaron a los barrios civiles y causaron centenares de muertos. Ahora vemos que los combatientes de Hamas se metieron en territorio israelí para agredir e incluso secuestrar a civiles. Todas estas acciones las condenamos, es un acto unilateral para cambiar la situación de la zona. Por otra parte, Israel está atacando a las ciudades y se están produciendo daños, muertes y heridos entre la ciudadanía. Lo vemos con mucha preocupación. Lo que queremos enfatizar es que ambas partes que ejerzan la máxima contención para que el conflicto no se expanda más.

–¿Y el conflicto de Ucrania?

–Es un intento de Rusia de cambiar el statu quo de manera unilateral con fuerza. Esto es una agresión al orden internacional que hemos construido durante estas décadas. No tiene que ver sólo con un conflicto territorial de un país de Europa del Este, hay una implicación muy grave en el orden internacional porque quien agrede todos estos principios del Derecho internacional es nada menos que un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, y el orden de la ONU depende de la integridad moral y legal de esos cinco países que tienen un privilegio y un poder exclusivo. Lo que hace Rusia, abiertamente, es quebrar, invadir y violar estas reglas internacionales. Así que todo el mundo está atento a cómo se va a resolver este acto tan brutal. Lo que ocurre en Ucrania no es un conflicto regional y tiene una implicación global, podría ocurrir en otras regiones, incluyendo Asia del Este. La consecuencia seguramente dará una lección a la comunidad mundial en el sentido de la integridad del Derecho internacional.

–¿Para la estabilidad internacional es más peligroso lo de Ucrania o lo de Palestina?

–Es difícil comparar los dos conflictos, tienen dos contextos históricos diferentes. Lo importante es que en ambos casos se trata de defender principios globales de los que hemos dependido. Hasta ahora, varios países de diferentes sentidos, valores, ideas, ideologías, culturas y sistemas políticos han podido más o menos convivir. Tratar de imponer el interés de un lado seguramente afectará a la integridad del otro. Lo que hemos aprendido hasta ahora es la cultura y la habilidad de vivir juntos. Este orden está desafiado en este momento.

–¿La ONU vale para algo?

–A veces escucho la opinión y la duda sobre la utilidad de la ONU. Yo no estoy de acuerdo. Durante estos 78 años, la ONU siempre ha sido un foro de desarrollo de la cultura de convivencia internacional. No debemos o no podemos tener excesiva ilusión en cuanto a la ONU. Nunca ha sido perfecto el Derecho Internacional, pero sin esta conciencia de los países soberanos de unirse o intentar llegar a un consenso sobre un motivo en común, habría una comunidad donde los poderosos dominarían. El Derecho Internacional, la ONU, aunque sean imperfectos, son sistemas en los que los países más pequeños, con menor poder, son los más beneficiados. Si no, regresaríamos al mundo del siglo XVIII-XIX, cuando prevalecía el imperialismo y los más poderosos tenían el derecho de dominar el mundo. Gracias al sistema que tenemos con Naciones Unidas, contamos con una comunidad donde los 193 miembros conviven, desde las superpotencias a un país de decenas de miles de habitantes, y este país también tiene su voz, puede reclamar su derecho a existir y a la prosperidad. En conclusión, no es para ilusionarse pero tampoco es para descartar lo que hace la ONU, porque no tenemos otra alternativa.

–Precisamente en la ONU pidió su primer ministro que la dignidad humana esté por encima de todas las diferencias. ¿Eso es viable o es una utopía?

–No creo que nuestro primer ministro hablase de una utopía. Su discurso se basa en una observación muy fría de que en este momento el mundo está seriamente dividido. Más que multilateralismo se habla de minilateralismo: los países de ideas semejantes se reúnen para formar su propio consenso. Cuanto más grande es un foro, más difícil es llegar a un consenso sobre cualquier cosa. Pero desde el inicio de la invasión de Ucrania, Japón siempre ha apelado a unirse bajo los principios globales antes que opinar sobre intereses de una parte. Vemos una violación de la estructura, los valores, la arquitectura legal que hemos construido. Apelamos a que se unan bajo los principios más fundamentales que rigen nuestra vida: la democracia, los derechos humanos, el imperio de la ley... Cuando el primer ministro habló de la dignidad humana, lo hizo porque es el principio que constituye el valor más fundamental. El mundo está muy dividido, pero tenemos la certeza de que todo el mundo puede unirse alrededor de la dignidad humana. Hay que volver a lo más fundamental, esa es la idea. Y a partir de ahí comenzamos a discutir cuál es la solución, más que apelar a nuestro interés particular o las deudas que unos tienen con otros. Esa es una discusión sin fin. Seguramente es algo en común en Ucrania y Palestina. Pero vamos a calmarnos. En Japón, desde hace dos décadas, estamos haciendo una campaña sobre la seguridad humana: no sólo tiene que ver con la seguridad del Estado, sino enfocarse en la seguridad de cada ciudadano. Aunque la seguridad de un país esté consolidada, si el pueblo está bajo una opresión hay algo que solucionar. ¿Para qué se demanda la seguridad? Para la integridad de los individuos. Estamos dedicando nuestro esfuerzo diplomático a procurar estos valores. Y ahora, en esta situación, vamos a volver a lo más fundamental. La dignidad humana es el término que representa toda esta idea. Así que no es una utopía.

–Hablando un poco de Japón, ustedes están rodeados de dos potencias, Rusia y China, y un país inclasificable como Corea del Norte. ¿Cómo se desenvuelven en este contexto?

–No se puede negar que en Asia del Este, sobre todo en el Mar de China y el Estrecho de Taiwán, la situación es bastante complicada. Nuestra relación con China es una de las más importantes. La dependencia mutua es enorme, el intercambio comercial es de 300.000 millones de dólares al año, casi 30.000 empresas japoneses están operando en China y suman 10 millones de empleos, directos e indirectos. Son dos países con una responsabilidad especial en cuanto a la estabilidad y paz de la región. La confrontación no es el camino a seguir. Por otra parte, compartimos varios desafíos. Innegablemente, China intenta cambiar el statu quo de la región con fuerza y eso causa mucha preocupación a Japón y a otros países de Asia. El estrecho de Taiwán tiene una implicación muy grande en la paz y prosperidad no sólo de Japón y la región, sino también de Europa. El 70% del comercio entre Europa y Asia del Este pasa por el Estrecho de Malaka y el Mar de China Meridional, así que la estabilidad de estos mares es fundamental para la prosperidad global. En Japón incitamos a China a dialogar, le transmitimos de una manera franca el problema que tenemos y le requerimos que se comporte de acuerdo con la responsabilidad que tiene como superpotencia global.

Takahiro Nakamae posa en el patio de un hotel de Sevilla. Takahiro Nakamae posa en el patio de un hotel de Sevilla.

Takahiro Nakamae posa en el patio de un hotel de Sevilla. / José Ángel García

–¿Por qué pide a España que sea más que amiga de Japón y se implique más con esa región?

–Lo que ocurre en Asia del Este y en Europa, en Ucrania, es indivisible. Por eso Japón se compromete muy mucho con la situación de Ucrania. Si no, podría ser un asunto ajeno geográficamente. Pero creemos que la situación allí tiene una implicación global. De igual modo, lo que vemos en el Indopacífico, Europa no puede vivir sin involucrarse. De España, siendo uno de los países más grandes de la UE, un país líder de la comunidad, esperamos que tenga una mayor implicación, un mayor compromiso con la situación en Asia del Este. No se trata de meter la pata en un asunto ajeno, tiene mucho que ver con su propio interés económico y geopolítico.

–Desde fuera quizás se ve al ciudadano japonés como un paradigma del respeto, como un modelo a seguir. ¿Esto es así o hablamos de un estereotipo?

–Si usted conoce a algún japonés y lo evalúa así, yo diría que usted ha tenido mucha suerte (ríe). Tenemos muchos desafíos sociales. No niego que tenemos una cultura que es fruto de mucha historia, pero tampoco quiero compararlo con nadie. Cuando volví a España en 2022, el primer fin de semana fui al casco histórico de Madrid con cierta nostalgia por encontrar la Madrid que conocía. Y honestamente me quedé desilusionado, porque no estaba. Todas las calles en las que antes se prohibía caminar por seguridad ahora eran turísticas, con restaurantes muy sofisticados. Buscaba un bar con papeles y cáscaras en el suelo, pero eso no existe ya. Desilusionado, pero feliz de ver tanto cambio. También me sorprendió que en los cruces peatonales, en los pasos de cebra, los coches frenan para que pasen los peatones. Antes no, mi mentalidad tras pasar por varios países es que en los pasos de cebra los coches tenían la prioridad. Esa era la España que conocí hace cuatro décadas. Los japoneses también hemos cambiado. Sería más fácil comparar al nosotros de hoy con el nosotros de hace cuatro décadas. Comparar dos culturas, dos naciones, es muy complicado. El pueblo, la gente española siempre ha sido muy amigable con nosotros, muy acogedora con los turistas sino con cualquier extranjero que viene. Es una virtud muy grande que tienen ustedes. Es una comunidad abierta, una sociedad flexible, aunque no lo crean.

–¿Por qué hay tanta conexión e interacción o atracción cultural entre lo japonés y lo español?

–Mi primera respuesta sería que la cultura española tiene su propio encanto y atrae no sólo a los japoneses, sino globalmente. La segunda, que España y Portugal son los primeros países europeos que llegaron a Japón institucionalmente y comenzaron el comercio y el intercambio cultural en el siglo XVI. Así que para los japoneses son los socios europeos más tradicionales. El intercambio cultural con España ha sido el más duradero, el más antiguo. Cuando Japón empezó a modernizarse y a dejar el sistema feudalista para adaptar el sistema occidental, a mediados del siglo XIX, España fue uno de los primeros países con los que estableció relaciones diplomáticas. Este año se celebra el 155º aniversario de esas relaciones. Tenemos mucha historia. Y usted también habló de la cultura japonesa en España. Ese es otro cambio que he notado. Hace cuatro décadas era casi inexistente, ahora en las grandes ciudades hay muchísimos restaurantes japoneses, la comida es acogida tan favorablemente que me ha causado una gran y grata sorpresa, y la cultura pop es un fenómeno algo global. Después de la pandemia se ha recuperado el número de turistas españoles que visitan Japón. El desafío es recuperar a los turistas japoneses que visitan España. En unos días se va a celebrar en Sevilla la Japan Week y en Málaga se celebra la Semana Cultural Japonesa desde hace varios años. Hay voluntad de presentar la cultura japonesa en España, lo que me da mucha alegría. A través de estos intercambios culturales esperamos que se favorezcan mayores vínculos económicos estratégicos entre los dos países. Compartimos los valores más fundamentales y podemos trabajar juntos, a Japón le toca este año la presidencia del G-7 y España tiene la presidencia de la UE, hay mucho espacio para trabajar juntos en la agenda global. El mayor desafío es que falta más por conocerse y de vez en cuando noto ciertos conocimientos antiguos, no diría prejuicios, por ambos lados. Quitar estas nubes y posibilidad la conciencia mutua más profunda ayudaría mucho a que el vínculo sea mayor y enriquezca nuestras vidas.

–Usted es japonés y ha vivido en Argentina. Elija: sushi, asado argentino o jamón ibérico.

–¡Yo diría los tres! En España, lo mejor es ibérico, pero no se puede comparar un asado argentino y esto. Si quiere comer el mejor sushi, hay que ir a Japón. Es la importancia del intercambio. Aunque no sea mejor que la tierra de origen, conocer la variedad culinaria es algo muy importante. Confieso que en Argentina me convertí en adicto a su carne, no podía pasar diez días sin comerla. La gastronomía española me ha curado de esa adicción. La cultura española siempre ha sido y será muy apreciada.

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