JAVIER PADILLA MORENO-TORRES | ESCRITOR

“En la contracultura andaluza hay mucha gente por reivindicar”

El escritor malagueño Javier Padilla Moreno-Torres.

El escritor malagueño Javier Padilla Moreno-Torres. / Pablo Mahave

Ganador del XXXI Premio Comillas con A finales de enero (Ed. Tusquets), Javier Padilla Moreno-Torres (Málaga, 1992) muestra desde “las reglas de la no ficción” las múltiples caras de la contracultura andaluza en el tardofranquismo con Vida y obra de Gabriel Maceli Campalans (Ed. Lengua de Trapo). Su próximo proyecto dialogará posiblemente con la otra orilla: “Parte de mi familia emigró a Argentina, algunos fueron montoneros y otros militares de la dictadura. Me interesa mucho”, afirma.

–En su afán por convertirse en cronista de la contracultura andaluza, el protagonista de Vida y obra de Gabriel Maceli Campalans termina aceptando su falta de talento y cierto papel de antihéroe. Sin embargo, genera atractivo y una especie de empatía con el lector.

–La idea es que Gabriel, el protagonista y uno de los pocos personajes que no existieron, viniera de una genealogía de la ficción. Es un poco la mezcla de Gabriel de Araceli, personaje de los Episodios Nacionales de Galdós, y Jusep Torres Campalans, creado por Max Aub en la biografía que hizo de un pintor cubista que nunca existió. La idea es que aunara todas las características del antihéroe, que pudiera estar en tantos sitios y contar de una manera diferente cosas que ocurrieron de verdad: la contracultura andaluza y los movimientos político-culturales que hubo en los años 60 y 70 en Andalucía.

–Llama la atención lo exhaustivamente documentado que está el libro. ¿Sintió en algún momento frustración ante tamaña hazaña?

–No soy evidentemente el cronista de la contracultura andaluza y sabía, además, que no iba a serlo porque Fran G. Matute estaba haciendo un libro relativamente parecido (Esta vez venimos a golpear, Sílex Ediciones). El mío ocupa un lugar diferente porque está basado en la ficción, entra en territorios más inexplorados. Aunque yo he trabajado muchísimo en hacer el libro, evidentemente alguien como Fran, que lleva casi toda su vida estudiando de manera exhaustiva a toda esta gente, ha hecho la crónica más fidedigna y objetiva. En ese sentido no tenía la presión de hacer el libro referencia de datos fácticos, porque ya existía. Lo que he intentado es darle una vuelta de tuerca a la contracultura andaluza.

–¿Dónde quiso incidir?

–Me ha parecido muy interesante la diversidad y complejidad del movimiento. La contracultura era muy multiforme; los hippies no eran exactamente iguales que los roqueros de Sevilla. Todos se conocían y había ciertos patrones comunes, pero también una complejidad grande. Y luego encontrarse con ciertas biografías de personas verdaderamente extraordinarias y que nunca nadie va a escribir sobre ellas, como Rafael Domínguez, que acaba siendo peluquero en Sudáfrica después de un periplo muy grande por el rock andaluz. Hay personas que, quizá, no valen para una biografía pero forman parte de ese mosaico que muchas veces se nos olvida porque solemos ir a los nombres propios en vez de al ambiente. Además, siempre está ese sesgo retrospectivo de quedarnos con los que más han triunfado. Miramos a Felipe González y explicamos muchas cosas de los 60 a partir de él, cuando igual no es la figura más interesante del movimiento. Había mucha gente que habría que reivindicar.

Actuación de Smash con Lole y Manuel - Tiny Peter

–Maceli Campalans también lo intentó, sin éxito, en la música. Achaca el fracaso de su sonido a que no era comprensible. ¿Mató la mercantilización al rock?

–Más allá de entender cómo eran la España y la Andalucía de la época , en los 60 había cierto interés en hacer cosas nuevas que igual no tuvieran que trascender económicamente. Más tarde hubo una cierta profesionalización, y ésta tiene un riesgo, como convertirte en una especie de autómata y no arriesgarte. En los 80 cambia un poco más el panorama, el rock progresivo deja de tener éxito y más o menos se transforma en el pop-rock de la Movida. En el libro se especula por qué pudo pasar, qué hace que bandas con canciones más largas y complejas dejen de tener éxito en España y se sustituyan por otras que las hacen más simples, también con sus virtudes pero diferentes.

–El epílogo se centra en la gran Gira Histórica por Andalucía de artistas en favor del referéndum de autonomía. ¿Nos hemos librado ya de ciertos tutelajes?

–No tengo la respuesta exacta. Quizá en los 80 Andalucía quería tener la autonomía por la vía rápida, lo mismo que comunidades históricas, para que nadie fuera mejor que nadie. En ese sentido, probablemente sí hemos cambiado porque la reacción de gran parte de los andaluces a lo que ocurrió en 2017 en Cataluña no ha sido pedir la independencia de Andalucía, sino ponerse del lado de la unidad de España. La identidad andaluza está tan mezclada con la española que a veces sale por pedir más autonomía o competencias, o por aumentar el centralismo.

–¿Queda aún por contar de la Sevilla contracultural?

–Faltan cosas por contar pero no puede decirse que no hay gente contando la historia de Sevilla en aquella época. El libro de Fran G. Matute, por ejemplo, va a tener una continuidad y contará lo que pasó en los siguientes años, que no han sido tan cubiertos. Luis Clemente, Antonio Orihuela... Hay mucha gente tratando de investigar. Algo que no se ha hecho es estudiar a los que no estuvieron en la música, los más hippies. Y también ver la trayectoria política de mucha gente que empezó ahí y cómo acaban en sitios tan distintos a lo esperado. O ver cómo han envejecido personajes como Gonzalo García-Pelayo o Amparo Rubiales.

–¿Ha habido deliberadamente en esta obra una intención de desmitificar un proceso revolucionario?

–No deliberadamente. Más que nada, es ser fiel a lo que ocurrió independientemente de lo que uno piense. Hay cierta desmitificación de gente como Gonzalo García-Pelayo, figuras señeras de la contracultura que quizá no sean tan interesantes como otras secundarias. Y después está el tema de que no se le ha hecho la suficiente justicia a mujeres con vidas interesantes como Carmen Rojas o Margarita Rejano.

–Nazario, Pachón, Silvio, Pive Amador, Smash, Triana... Nombres reales de un libro que se aferra a las reglas de la no ficción: “Lo que no sea verdad como hecho, lo será como experiencia de unos personajes que combinen aspectos objetivos y subjetivos de sus vidas”. ¿Quién de aquellos podría pasar por alguien ficticio?

Temístocles López, que sale brevemente en el libro. Quiero hacer algo sobre él. Parece sacado de la ficción, pero existe. Todo lo que se cuenta sobre él es verdad.

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