Crítica del Festival de Música y Danza de Granada

Noche de estrenos y homenajes

  • David Afkham y la Orquesta Nacional de España estrenan por encargo del Festival de Granada la última obra de Tomás Marco, dentro del ciclo dedicado a Gustav Mahler

  • Estreno de Tomas Marco 

La Orquesta Nacional de España dirigida por David Afkham.

La Orquesta Nacional de España dirigida por David Afkham. / Pepe Torres7 Efe (Granada)

La Orquesta Nacional de España regresa por tercer año consecutivo al Festival Internacional de Música y Danza de Granada dirigida por David Afkham, su titular desde 2014. Su participación en el festival se enmarca en el homenaje que el Festival rinde a Gustav Mahler, de quien interpretaron su Sinfonía núm. 7 en mi menor. Además, la velada incluyó el estreno absoluto de Ur-Nachtmusik, subtitulada Mahleriana IV, de Tomás Marcos.

Tomas marco

Él es el compositor residente del Festival de Granada en la edición de este año. Con motivo de esta distinción, se han programado varios títulos de su extensa y plural producción, que durante seis décadas viene incorporando un amplio catálogo de técnicas surgidas en Europa a partir de las segundas vanguardias. Además de participar este año en los Cursos Manuel de Falla, donde ha tratado sobre la creación de ópera desde 1900, Marco ha recibido el encargo del Festival de componer una obra de estreno este año; de ahí nace el homenaje a Mahler que se escuchó en absoluta primicia en el Palacio de Carlos V.

La presencia de Mahler en las bases artísticas de Tomás Marco es una constante, como en muchos compositores del último siglo. Pero, por encima de la admiración y el aprendizaje, Marco ha acudido en explícitamente a la inspiración mahleriana en cuatro ocasiones, desde que en 1971 lo hiciera en Angelus Novus. Medio siglo después regresa a él con un planteamiento bien distinto: toma como referencia los dos movimientos titulados 'Nachtmusik' de la Séptima sinfonía del compositor austriaco, y a partir de ellos articula su Ur-Nachtmusik en un único movimiento de unos quince minutos de duración. Con una escritura rica en técnicas de interpretación, armonías por yuxtaposición de sonidos y una atmósfera temporal alejada del metro tradicional, pretende evocar cantos y presencias de la noche dentro de un lenguaje tímbrico rico y muy diseminado por todas las secciones. El propio Marco se refiere a esta página imaginando que fuera previa a las obras de Mahler, y de este modo crea una distopía ficticia en la que fuera posible tomarla como referencia para su séptima sinfonía.

La interpretación de David Afkham al frente de la ONE fue muy expresiva y tímbricamente cuidada. El compositor, presente en la sala, subió al escenario para agradecer la acogida de su obra y felicitó expresamente a Afkham y a su orquesta por su trabajo de puesta en atriles.

Como lógica continuación del programa, a la Mahleriana IV, le siguió la interpretación de la citada Sinfonía núm. 7 en mi menor de Gustav Mahler. Según escribió William Ritter con motivo de su estreno, la génesis de esta séptima sinfonía se encuentra en un viaje que Mahler realizó a los montes Dolomitas; el sonido de los pájaros y las vivencias obtenidas durante su estancia le inspiraron esta singular sinfonía, que articula en cinco movimientos a modo de una sucesión de imágenes más o menos evocadoras. Pese a no ser de las más valoradas del autor, la partitura contiene múltiples referencias motívicas tanto al folklore como a otras músicas presentes en el entorno culto de Centroeuropa a comienzos del siglo XX.

David Afkham, que ha conseguido una intensa conexión artista con la ONE, abordó la interpretación de la séptima sinfonía de Mahler con enorme fuerza expresiva, potenciando la riqueza de su paleta tímbrica. Con un gesto preciso y un perfecto control de los efectivos orquestales, Afkham delineó las múltiples referencias melódicas sobre el intrincado tejido orquestal con claridad y presencia. Su visión actual de la interpretación dotó de frescura a la interpretación, defendiendo un Mahler dentro de estilo y de gran coherencia semántica.

La ONE estuvo brillante, con un sonido nítido y empastado en las cuerdas y un evidente protagonismo de la sección de vientos en los numerosos juegos motívicos que el autor ofrece la partitura. Cada movimiento tuvo su carácter, acorde con las intenciones del autor, destacando el tono pastoral y amable del primer nocturno, que en el segundo nocturno se vuelve más melancólico, a modo de estampa campestre y con la inclusión de la mandolina. El exuberante final circense, por el que el compositor recibió burlas y duras críticas en el estreno, constituyó un fin de fiesta espléndido en el que Afkham y la ONE, particularmente los metales y la percusión, brillaron con fuerza y luz propia.

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