El Mariinsky en el Generalife: cipreses y tules

Festival Internacional de Música y Danza de Granada

La segunda actuación del ballet ruso en el Festival colma de romanticismo el emblemático escenario al son de Chopin y Listz

‘Chopiniana’, con coreografía de Michel Fokine, abrió la velada en el Teatro del Generalife / Álex Cámara

Si el pasado sábado los bailarines del Ballet del Teatro Mariinsky consiguieron hacer latir la música de Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi en sus pasosLas cuatro estaciones, ayer la velada se encarnó de nuevo de primorosa técnica y honda sensualidad para izar la bandera del romanticismo. Fryderyk Chopin y Franz Liszt trajeron al teatro del Generalife –inspiradísimo escenario para la danza– el romanticismo del XIX pasado por el tamiz de la reputada escuela rusa.

El público, que llenó el recinto, se entregó desde la primera pieza del programa, Chopiniana, que comenzó a las 22:37 horas con algo más de tres minutos en los que el único protagonista fue el piano. Con música del polaco –interpretada por Alexandra Zhilina, muy aplaudida al final de la pieza– y coreografía de Michel Fokine, Maria Shirinkina, Xander Parish, Xenia Fateyeva, Yana Selina, Oxana Marchuk y Svetlana Tychina pusieron en pie las etéreas escenas que mostraron cómo un grupo de 23 sílfides acompañan al artista en el trabajo de crear. Bellísimos los tutús largos, que subrayaron el mensaje romántico y añadieron onirismo a la puesta en escena, presidida por un bosquecillo del que, justamente, parecían emerger los cipreses que enmarcan el escenario del Generalife.

In the night, segunda pieza de la cálida noche -hubo quien incluso recurrió al abanico-, tuvo a Chopin y a sus aires románticos de nuevo como elementos centrales. Al piano, Luidmila Sveshnikova. Tres parejas –Maria Shirinkina y Vladimir Shklyanov, Daria Ionova y Yevgeny Ivanchenko, y, por último, Ekaterina Kondaurova y Yuri Smekalov– mostraron las distintas caras del enamoramiento, desde la estable compañía al arrebato pasional. La coreografía, de Jerome Robbins –con una trayectoria forjada entre Broadway y el New York City Ballet–, dio plasticidad a la belleza efímera de las piezas de Chopin en la depurada técnica de los bailarines del Mariinsky, con Yuri Fateev como director artístico.

El aire del Generalife se impregnó del amor desdichado con Marguerite and Armand, pieza basada en la conocidísima obra La dama de las camelias, de Alexandre Dumas, y que el Mariinsky baila desde 2014. La Sonata para piano en si menor de Franz Liszt, interpretada por Vladimir Rumyantsev, redondeó la desolada historia entre la cortesana –interpretada por Ekaterina Kondaurova y Natalia Pimonova– y el joven Armando –Xander Parish– puesta sobre el escenario por el coreógrafo Frederick Ashton y que concluyó pasada la una de la noche.

Un apunte para el lector. Ashton estudió en Londres, entre otros, con Léonide Massine, precisamente el coreógrafo de El sombrero de tres picos. Este 2019 se cumple, precisamente, el centenario de la obra de Manuel de Falla, efeméride que se celebra en esta edición del Festival Internacional de Música y Danza de Granada con la representación anunciada para este sábado.

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