Granada año a año

1977: El año en el que nos enteramos de que la bandera andaluza era blanca y verde

Manifestación del 4 de dieciembre pidiendo la autonomía Manifestación del 4 de dieciembre pidiendo la autonomía

Manifestación del 4 de dieciembre pidiendo la autonomía / Torres Molina

El día 10 de marzo de 1977, en un pleno muy agitado, se decidió colocar en el balcón del Ayuntamiento de Granada una bandera andaluza. También la colocaron en el balcón de la Diputación, por entonces en el Palacio de Bibataubín. Pero esta última fue robada una noche y los ladrones dejaron una pintada que decía: "Queremos la bandera de Graná. ¡Abajo el Betis!". Este sucedido que rayaba en lo risible, tal vez definiera la manera de pensar de la ciudadanía en aquellos tiempos. Había una Granada anclada en el pasado que se resistía montarse en el tren de la tolerancia y la Granada que se abría a los nuevos tiempos. Estaba pasando en toda España. El catedrático granadino Luis Sánchez Agesta, un referente en el mundo del Derecho y la Sociología, dijo que se estaba pasando por una etapa de "expectativa y riesgo", entre la ilusión por una sociedad más libre y el miedo a una represión. Pero la democracia era algo irrenunciable, sobre todo después de las primeras elecciones democráticas celebradas en el mes de junio y que dieron el triunfo a la Unión de Centro Democrático, el partido de Adolfo Suárez, nombrado un mes más tarde presidente de Gobierno. Adolfo Suárez incorpora como vicepresidente de Gobierno a un general del Ejército: Manuel Gutiérrez Mellado, con lo que parecía disminuir el riesgo y se abrían más las expectativas por el pluralismo.

1977 sería el año más movido y convulso de la transición. Se sucedían unos acontecimientos que se esperaban y otros que hacían peligrar el aperturismo que la sociedad demandaba: vuelta de los exiliados, legalización del PCE (el Sábado de Gloria), amnistías, conquista de libertades, policías y jueces de la antigua usanza reciclándose para lo que venía… Y un día sí y el otro también atentados terroristas de ETA, del GRAPO, del FRAP y de grupos de extrema derecha. Como en las películas del Oeste, hablaban más las pistolas que las lenguas.  Granada sería muy golpeada por estas agresiones teñidas de sangre. En la mañana del 23 de enero murió por el disparo de un ultraderechista el joven granadino Arturo Ruiz, afiliado a Comisiones Obreras, que participaba en una manifestación pro-amnistía en Madrid. El asesinato de Arturo Ruiz dio comienzo una serie de incidentes violentos que sería conocida como la semana trágica de Madrid. Unas horas después de morir Arturo, un comando ultraderechista irrumpió en un despacho de abogados laboralistas y mató a cinco personas en lo que se conoce como la matanza de Atocha de 1977.

Un mes más tarde, un comando de los GRAPO asesinaba a tiros en la estación del metro de Hospitalet de Llobregat al inspector de policía granadino Antonio López Salcedo, que sería enterrado al día siguiente en Granada. Durante el traslado del féretro hasta la iglesia donde se celebró el funeral, se entonó varias veces el Cara al sol y su dieron vivas a España, Franco, invocaciones a José Antonio Primo de Rivera y gritos de "menos amnistía y más justicia" y "España sí, comunismo no", así como numerosos vítores a la Policía y a la Guardia Civil. Antonio López Salcedo, que pertenecía a una humilde familia de Granada, llevaba un año en el Cuerpo General de Policía, tenía veintiún años de edad, estaba casado con Julia Espinosa y dejaba una hija de diecisiete meses. Y en octubre de ese año moría acribillado a tiros en Guernica Antonio Hernández Fernández, que se convertiría en el primer guardia civil granadino asesinado por ETA. Antonio Hernández tenía 23 años y llevaba muy poco tiempo en el País Vasco. Escoltaba al presidente de la Diputación de Vizcaya, Augusto Unzeta, cuando un comando de ETA los mató a los dos. Antonio Hernández, natural de Cortes de Graena, estaba casado y era padre de un niño de seis meses. Así se las gastaban los etarras, los que ahora pretenden ser alcaldes y concejales.  

La ilusión por la autonomía 

Pero ni los atentados ni la nostalgia por la dictadura hicieron que se paralizara el ansia por recuperar las libertades. Tras la legalización del Partido Comunista de España, los granadinos pudieron ver en el número 56 de la calle Mesones una enorme bandera roja con la correspondiente hoz y el martillo, sin que nadie osara retirarla. Algo insólito. Y había ganas de votar. Para la inmensa mayoría de los granadinos era una experiencia nueva y a la vez gratificante eso de echar una papeleta en una urna con lo que uno pensaba.

En las elecciones de junio votaron casi el 78 por ciento del censo granadino, sin duda una de las participaciones más altas que ha tenido en la democracia. De los siete escaños para el Congreso de Diputados que pertenecían a Granada, cuatro fueron para la UCD (Federico Mayor Zaragoza, Arturo Moya Moreno, Mercedes Moll de Miguel y Joaquín García-Romanillos Valverde) y tres para el PSOE (Manuel Fernández Montesino García-Lorca, María Izquierdo Rojo y Daniel Maldonado López). Los senadores fueron José Vida Soria, Juan López Martos, Nicolás de Benito y Antonio Jiménez Blanco. En esas elecciones la ultraderecha apenas representó el 1 por ciento de los votos válidos. Por lo que estaba claro lo que querían los ciudadanos. Se estaba yendo el miedo y venía la ilusión.

La misma ilusión que pusimos en conseguir la autonomía para nuestra región. Tras la constitución de la Asamblea de Parlamentarios Andaluces se organizaron manifestaciones en todas las capitales de provincia andaluzas para reclamar una autonomía plena y por la vía rápida. Había prisa. Existía el anhelo de que Andalucía fuera una comunidad autónoma como lo eran ya Cataluña y el País Vasco. El blanco y el verde de la bandera empezaban a ser los colores favoritos en esta parte de España y fue cuando la ciudadanía supo que había un andaluz que se llamaba Blas Infante que fue fusilado al comenzar la guerra civil por defender un estatuto para Andalucía. La mayoría de los ayuntamientos andaluces tuvieron que encargar deprisa y corriendo una bandera blanquiverde porque no tenían y los pocos que sí la tenían las desempolvaron y las sacaron del armario. Los andaluces éramos partidarios de un nacionalismo, pero no de un nacionalismo exaltado como el de los vascos o los catalanes. El nuestro pretendía ser -decía Domínguez Ortiz- un regionalismo sano, como "el escalón hacia un conjunto más amplio y que vaya del individuo al país, del país a Europa y de ahí a toda la Humanidad", tal y como dice el himno. Además, creíamos que así se acabarían muchas injusticias laborales, sobre todo en una tierra llena de caciques y grandes latifundios. En todas las capitales de provincia las manifestaciones se desarrollaron con total normalidad, excepto en Málaga, donde resultó muerto por un tiro incontrolado el joven malagueño Manuel García Caparrós, que trabajaba en la fábrica de cerveza Victoria. En Granada, solo se dio un pequeño incidente cuando unos manifestantes se subieron en un balcón de la Gran Vía para retirar una bandera española que había puesto el dueño de la vivienda. Los manifestantes consideraron que aquello era una provocación.

El motín en la cárcel

Y por si fuera poco el catálogo de acontecimientos relacionados con la política, el 20 de julio estalla en la cárcel un motín en la que participaron más de la mitad de los presos: un total de 115 de los 204 existentes. La había convocado la Coordinadora de Presos en Lucha en varias provincias para pedir que se cambiara el sistema penitenciario que, según la citada coordinadora, maltrataba a los presos, les obligaba a vivir en instalaciones indignas con celdas oscuras y húmedas, les privaba de intimidad y de derechos fundamentales, les censuraba prensa, libros ... La actual película Modelo 77 refleja, en parte, la lucha de los presos en toda España. Los reclusos en Granada se subieron al tejado y extendieron sus pancartas improvisadas con sábanas y trapos en los que habían escrito las reivindicaciones: 'Amnistía general', 'Trabajo' y 'Libertad'.

Presos de la cárcel de Granada durante el motín de 1977 Presos de la cárcel de Granada durante el motín de 1977

Presos de la cárcel de Granada durante el motín de 1977 / G. A. A.

La Policía entró dos días más tarde con bombas de humo y disparando balas de goma. Los amotinados descendieron del tejado con las manos en alto justo en el momento en el que en el vecino estadio de Los Cármenes el Granada CF presentaba su nuevo equipo. "¡Eh! ¡Vosotros! Como no nos apoyéis no devolvemos más la pelota cuando caiga a nuestro patio", gritó uno de los presos a los futbolistas. Por cierto, ese año intentaron sobornar a Izcoa, el espigado portero del Granada. Si se dejaba batir en un partido le daban 300.000 pesetas. Una fortuna. El guardameta no se dejó comprar y denunció el soborno. En esa temporada los directivos del Granada se vuelven locos y fichan a once jugadores nuevos para intentar subir a Primera División. El nuevo presidente, Salvador Muñoz, también hace una limpia en la directiva. Pero al final de la temporada el equipo acaba en la mitad de la tabla y los aficionados yendo cada vez menos a Los Cármenes.

El 4 de marzo de 1977 fue aprobada la ley de huelga en España y varios colectivos aprovecharon para estrenarla. Los médicos del Clínico iniciaron una huelga pidiendo mejoras salariales. Los PNN (Profesores No Numerarios de la Universidad de Granada) también fueron a la huelga porque querían dejar de ser interinos y los agricultores de Motril y de Zafarraya comenzaron la guerra de la patata y de la lechuga respectivamente para pedir más consideración con los productos que cultivaban.

Viñeta de Martínmorales referente al precio del pan Viñeta de Martínmorales referente al precio del pan

Viñeta de Martínmorales referente al precio del pan / G. A. A.

Pero en 1977 pasaron cosas en Granada que no tenían nada que ver con la política, aunque en aquellos años todo estuviese relacionado. Martinmorales publicaba el Ideal una viñeta en la que se ve al panadero, con visor de tasador de joyas, ofrecerle una miga de pan a una clienta a un precio desorbitado. El precio del pan se pone por las nubes. Mercagranada cambia sus tarifas de precios casi una vez al mes y, por si fuera poco, el frío invernal se lleva por delante muchas cosechas del campo. La peseta fue devaluada a mediados de julio. Con una peseta ya no se tenía ni para un cartucho de pipas.

El 26 de mayo se inauguraba la residencia de ancianos y de necesitados de San Juan de Dios y un mes más tarde se despedía de la diócesis el arzobispo Benavent Escuín, que tantos recuerdos dejaría entra la feligresía progresista. Al poco tiempo empezó a hablarse en los medios que sustituto sería el almeriense monseñor Méndez Asensio.

En 1977 nacen el Instituto de Educación Secundaria de Cartuja, la emisora Radio Motril, la cofradía de la Concha, el colegio menor de Sordos de la Caja de Granada, se construye la presa de la Laguna de las Yeguas en el cauce del río Dílar y Jiménez del Oso dedica uno de sus programas al santo de la Malahá.  También se celebra con menos éxito del esperado –ese año apenas hubo nieve– la Copa del Mundo de Esquí Alpino y se habla de instalar en Pradollano una plaza de toros portátil que llegaría a ser la más alta de España. Ese año Galerías Preciados produce un gran impacto gastronómico en la ciudad al inaugurar el buffet libre por 225 pesetas. ¿Qué puedes comer todo lo que quieras por algo más cuarenta duros?, se preguntaban incrédulos los granadinos, sobre todo los más glotones. 

Estreno en la Atlántida

En 1977 viene de visita oficial a Granada la directora general de Patrimonio, Evelia Verduero, para sacarnos los colores. Nos dice que La Alhambra es un monumento deficitario porque el 40 por ciento de los visitantes entran de gañote y que el Estado se estaba gastando 80 millones de pesetas anuales solo en los sueldos de las 160 personas que trabajan en el monumento nazarí. Ese año se instala en la Capilla real un sistema de antirrobo similar al que existía en la catedral de Toledo. La inversión es de un millón de pesetas, pero se piensa que así estarían mejor protegidas las tablas flamencas, la espada del rey Fernando y la corona de la reina Isabel. También ese año se electrifican las campanas de la catedral. Ya no habrá badajo que valga, sino un martillo eléctrico accionado por botones.

En el Festival Internacional de Música y Danza se estrena la Atlántida de Manuel de Falla, dirigida por Ernesto Halfter. La interpretaría la Orquesta Nacional de España y los asistentes se comportaron como héroes para aguantar la lluvia, que esa noche también apareció en escena.

En diciembre de 1977 muere una eminencia en el campo de la Medicina y la Arqueología. Se trata de Miguel Guirao Gea, que también fue decano de la Facultad de Medicina, vicerrector de la Universidad y presidente del Colegio de Médicos y de la Real Academia de Medicina y Cirugía. Es autor de obras de referencias en el campo de la Medicina. En Vélez Rubio, ciudad en la que había nacido, hay un museo dedicado a él.

Miguel Guirao Gea Miguel Guirao Gea

Miguel Guirao Gea / G. A. A.

Y ese año viene oficialmente a su ciudad natal, invitado por Emilio Orozco, el escritor Francisco Ayala para dar dos conferencias. Era la segunda vez que venía a Granada durante el tiempo que estuvo exiliado. La primera vez lo hizo en 1961, pero había venido de incógnito. En el cine los granadinos pueden ver la primera película de la saga de Star Wars y El último guateque, del paisano Juan José Porto. La película tuvo un gran éxito comercial y narra una historia de amor de dos jóvenes en los años sesenta, en la época de los guateques. Gran parte de la película había sido rodada en Granada, por lo que los granadinos se lanzaron en tromba para verla. Porto recibió un premio al mejor director por su ópera prima.

Cartel de la película 'El último guateque' Cartel de la película 'El último guateque'

Cartel de la película 'El último guateque' / G. A. A.

 

En 1977 nacen el músico Pablo Heras Casado, el bailarín Daniel Doña, el pintor Raúl Ruiz ('El niño de las pinturas') y la que ha sido elegida para ser alcaldesa de Granada Marifrán Carazo, que es vallisoletana, pero lleva gran parte de su vida en la ciudad de La Alhambra. ¡Marifrán, colócanos a tós!

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