Pasado con presente incluido

Antonio Ruiz Valdivia, siempre con la misma chaqueta

  • Lleva 56 años de militancia en el Partido Comunista

  • Junto con Paco Portillo, se encargó de reestructurar la organización clandestina a comienzos de los años sesenta

  • Fue diputado provincial en las primeras elecciones democráticas.

Antonio Ruiz Valdivia, durante la entrevista.

Antonio Ruiz Valdivia, durante la entrevista.

Allí, en su campo, rodeado de olivos, higueras y membrillos que amarillean la mañana, este hombre parece encontrarse consigo mismo. Nada más llegar me enseña con orgullo de hortelano lo que ha plantado entre sus olivos de riego: tomates, pimientos, frambuesas, fresas… A los cinco minutos de estar con él uno ya se ha hecho su composición de lugar. Una de tres: este hombre es un sacamuelas rural o un visionario con la memoria en carne viva o un habitante de otro tiempo que intenta pasar por la vida con la conciencia y las manos limpias. O tal vez uno esté equivocado y Antonio Ruiz Valdivia solo sea un viejo luchador que sueña con un universo lleno de gloria y escombros sin ánimo de molestar a nadie.

En la escuela, en los años cuarenta. En la escuela, en los años cuarenta.

En la escuela, en los años cuarenta.

Ahora, a menos que me lo espere, me está hablando de que en su campo nada se tira puesto que con los membrillos hace carne, a los tomates los mete en conserva, la albahaca la utiliza como repelente de mosquitos y los inmensos y sabrosos los higos que dan sus cinco higueras los da a sus amigos antes de que se pudran o se los coman los pájaros.

Mientras me habla voy pensando en lo que sé de él: que fue uno de los comunistas granadinos a los que se le encargó la reestructuración del partido en la provincia de Granada en la clandestinidad, que fue uno de los fundadores de Comisiones Obreras en Granada y que en las primeras elecciones democráticas fue elegido diputado provincial por su partido.

En sus años mozos. En sus años mozos.

En sus años mozos.

También que ocupó durante varias semanas una mazmorra de la calle Duquesa durante la represión franquista y que estuvo en primera línea de lucha en aquella famosa manifestación de albañiles del año 1970 en que murieron tres obreros y decenas resultaron heridos. “Ese día, para ir a la manifestación, dije en mi empresa que no podía ir a trabajar porque tenía cagalera. Y fui. Y allí estuve cuando la policía cargó contra los obreros”. Este hombre no ha pertenecido a la España oficial, teniendo como tiene una concepción marxista del Universo y la idea de que nunca hay que cambiarse de chaqueta.

Cita en el campo

Antonio Ruiz Valdivia me cita en su terreno con cuatrocientos olivos que tiene en Iznalloz, pueblo en el que vive y el que nació en 1943. Su edad no le impide estar tremendamente ágil y siempre dispuesto a trabajar en la tierra, bien destripando terrones o bien haciendo surcos para que el agua llegue a donde tiene que llegar.

La naturaleza le ha obsequiado con una nariz plebeya, unos ojos claros, una figura noble y una locuacidad a prueba de desesperaciones. Fuma a trompicones, dando pequeñas chupadas al cigarro y sin permitir apenas que el humo llegue a los pulmones. Al hablar, con voz monocorde y serena, mueve sus manos para afianzar su discurso. En su cabeza lleva incorporada una gorrilla roja con la figura del Che Guevara, al que considera una persona admirable y a imitar. “Fue un hombre que pudo tener todo, hasta fue ministro, y siguió luchando, hasta su muerte, por sus ideas”, dice. Allí, sentados debajo de un olivo, me habla de su vida.

Antonio Ruiz Valdivia nació en el seno de una familia humilde cuyo padre se las vio con el Régimen y pasó una temporada en la cárcel por sus ideas políticas. Antonio dice que recuerda cuando de niño iba a llevarle comida caliente. También recuerda cuando su padre, al resguardo de la noche, desde una habitación oscura de la casa oía Radio Pirenaica.

Con Paco Portillo y sus hijos. Con Paco Portillo y sus hijos.

Con Paco Portillo y sus hijos.

-Yo era un niño y a veces yo me escondía para oír también la radio cuando mis padres no me vigilaban. Yo creo que desde entonces tengo esa sensación de estar siempre en la clandestinidad. Jajajaja. Antes los niños no estudiaban, iban a la escuela y al terminar se ponían a trabajar. Yo tuve la suerte de dar con un maestro, don Enrique Gómez Bueno, que me animó a estudiar por libre el bachiller y encendió en mí la llama por el saber. Recuerdo que hasta intervine en una obra de teatro: El médico a palos. Pero al terminar al bachiller me tuve que poner a trabajar. Hacía falta dinero en mi casa. Mi padre se tiraba largas temporadas trabajando en Francia, con la remolacha, con la uva... Mi madre quiso que yo siguiera estudiando. A mí me gustaba el Derecho, pero creí conveniente aportar algo a la familia.

Antonio Ruiz trabajará desde entonces como dependiente de una droguería, de albañil, como administrativo en una empresa de importación de tractores, vendedor... Hasta que, después de licenciarse en la mili, entra en Pegaso, que fabricaba camiones y pertenecía a Enasa (Empresa Nacional de Autocamiones Sociedad Anónima).

-El primer día, nada más entrar, vendí un camión, sin saber siquiera el precio. Me di cuenta entonces de que servía para eso. Llegué a vender veinte camiones en dos meses. Fue el tiempo en que me casé con Antoñita, que ni siquiera sabía que yo pertenecía al Partido Comunista. Por entonces, como es lógico, estábamos en la clandestinidad. En 1961 quedó diezmado el partido, casi todos habían sido encarcelados o estaban muy vigilados: Pedro Martínez Ojeda, Emilio Cervilla, Juan Baena, Luis López… Gente que se arriesgaba y luchaba contra el franquismo haciendo pintadas contra caciques, vendiendo el Mundo Obrero, organizando pequeños actos de resistencia frente a los abusos de los patrones… El destino de casi todos era la cárcel o el exilio. En 1963 se hizo necesario la reconstrucción de la organización de la resistencia franquista en Granada y en Andalucía. Aquí se le encomendó a Paco Portillo, que estaba de emigrante en París y llegó a Granada ese mismo año.

Enseñando el carnet después de la legalización del PCE. Enseñando el carnet después de la legalización del PCE.

Enseñando el carnet después de la legalización del PCE.

Se hizo vendedor de enciclopedias y contactó conmigo. Mi alias sería ‘Jerónimo’. Nuestros trabajos nos permitían viajar por toda la provincia y contactar con las pequeñas células de comunistas que había en los pueblos para organizar la resistencia. Así estuvimos varios años.

Las detenciones

Me cuenta Antonio que en la Navidad de 1971, como consecuencia del desmantelamiento de una célula jienense, es detenido Paco Portillo y que a los pocos días lo detuvieron a él como consecuencia de los registros familiares que hacía la Brigada Político Social y el hallazgo de un organigrama de la dirección del PCE. La mayor parte de los detenidos saldrían de la cárcel en unos meses, con multas administrativas. Otros tendrían peor suerte, como Pepe Guardia, que fue detenido cuando estaba haciendo el servicio militar y pasó varios meses en calabozos militares y después en Madrid. También acabará en Madrid Manuel Sánchez, que había huido de Granada tras la caída de las Juventudes Comunistas y de Comisiones Obreras.

-La Brigada Político Social era como la Gestapo, iba a las casas o a los puestos de trabajo a detenernos. Yo estuve en la cárcel cuarenta días, pero otros compañeros estuvieron mucho más tiempo. Ya te puedes imaginar cuáles era sus métodos para que habláramos y delatáramos a camaradas. Las torturas eran frecuentes y su táctica era romperte los nervios. Yo tuve a Pepe Cid de la Rosa como vecino de celda. Allí hacíamos que no nos conocíamos de nada. Cuando me pusieron delante de Paco Portillo y me preguntaron si lo conocía, recuerdo que exclamé: ¡Claro que lo conozco, ese hombre me vendió una enciclopedia! Jajajaja.

Antonio recuerda que las celdas eran oscuras y muy húmedas donde apenas podía tumbarse. Dice que dormía de pie liado en una manta. Y que a los presos políticos como él los despertaban varias veces en la madrugada para torturarlos y hacerles hablar. Pero él nunca dijo ni pío.

Tras su episodio carcelario, Antonio Ruiz perdió su trabajo en Pegaso. Se hizo cobrador se seguros y después se estableció como vendedor por su cuenta. En 1975, tras la muerte de Franco y la legalización del Partido Comunista de España, ayudó a reestructurar toda la maquinaria clandestina y convertirla en legal.

Puño en alto con Sánchez Faba, que era de UCD. Puño en alto con Sánchez Faba, que era de UCD.

Puño en alto con Sánchez Faba, que era de UCD.

-Me llamó personalmente Simón Sánchez Montero para decirme que habían legalizado el partido. Fue una fiesta. A partir de ahí nos hicimos visibles. Yo entré en el comité central andaluz y me asignaron las finanzas del partido. Había que prepararse para el cambio que se avecinaba.

En las primeras elecciones municipales él es elegido teniente de alcalde en el Ayuntamiento de su pueblo y después diputado provincial cuando mandaba la corporación José Sánchez Faba, que era de la UCD.

-Sánchez Faba confió mucho en mí, en Pepe Guardia y en Antonio García Larios, los tres diputados comunistas que habíamos salido elegidos. Yo creo que porque no tenía gente preparada para trabajar en serio. Los tres hicimos una labor importante. Yo, por ejemplo, creé la imprenta. Me di cuenta de que se pagaban cantidades ingentes de dinero en trabajos de imprenta y aprobamos un presupuesto para montar una y crear varios puestos de trabajo. Sánchez Faba se portó magníficamente con nosotros. Hasta tal punto que cuando sucedió el famoso intento de golpe de Estado del 23-F nos ofreció su casa para que durmiéramos allí, convencido de que así podría protegernos si triunfaba el golpe. Nosotros se lo agradecimos y le dijimos que preferíamos estar con los nuestros, con el pueblo.

Papeletas a dos duros

Antonio Ruiz Valdivia rebobina su memoria y dice que hay tres cosas por las que puede sentirse satisfecho de su vida: tener la conciencia tranquila, haber luchado siempre por la clase obrera y no haber cambiado nunca de ideas ni de partido. Intentar se ese hombre que nunca despega los pies del suelo que pisa. Y se vanagloria de llevar cincuenta años de casado y cincuenta y seis de militancia en el Partido Comunista.

-A mí me parece bien que una persona en el transcurso de su vida pueda cambiar de ideas, pero lo que no admito es que cambien por un puesto de poder, como les pasó a muchos comunistas que después de la Transición se arrimaron al PSOE para ocupar cargos. Sé que apenas contamos ya en la sociedad y en el panorama político actual, pero yo seguiré fiel al Partido Comunista, hasta que me muera. Y hasta después de muerto porque le he dicho a mi mujer que siga pagando por mí las cotas del partido. Jajajaja.

La mañana pasa y Antonio no para de hablar. Es su condición. Los mensajes desordenados que tiene que dar al periodista le bullen en la cabeza de tal manera que es incapaz de contestar escuetamente a una pregunta. En su devenir por el pasado me cuenta la amistad que tuvo con los camaradas Cayetano y Rosario, que le llamaban la ‘Pequeña Pasionaria’ en Jaén. Y que su partido ya en el pasado abogaba por el federalismo para amortiguar los nacionalismos, concepto éste que luego se apropió el PSOE. Me cuenta que tiene seis hijos -cinco licenciados y un autónomo, aclara- y ocho nietos. Y que su mujer, Antonia, es más comunista que él. Y que aún sigue llevando la contabilidad del PCA en la provincia. Y que es el responsable del partido en su pueblo, donde todo el mundo lo conoce y sabe de qué pie cojea. Allí, en su casilla que tiene en el campo, ha montado su oficina, como él la llama, para resolver los asuntos domésticos del partido.

- Un revolucionario jamás se jubila. Mientras su cabeza piense, seguirá luchando. Por cierto, el PCA, para ganar un dinerillo y sostener los gastos del partido ha organizado una rifa y el premio es un viaje a Cuba. Si me compras dos me das cuatro euros y te llevas una caja de higos.

-Eso está hecho.

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