Granada

Cronología de una sangría en las residencias de ancianos de Granada: ¿por qué tanto silencio?

  • Las 128 muertes en los centros comenzaron muy pronto y se iban conociendo con cuentagotas porque casi siempre hubo un enorme secretismo

Un sanitario traslada una camilla en una residencia de Cájar (Granada), donde diez ancianos han fallecido.

Un sanitario traslada una camilla en una residencia de Cájar (Granada), donde diez ancianos han fallecido. / miguel ángel molina / efe

Se fueron en soledad, pero también en silencio, porque sus muertes estuvieron rodeadas de un halo de misterio y secretismo que ni los medios de comunicación pudimos apartar del todo, pese a los esfuerzos. Las 128 personas de los centros residenciales de Granada que han perdido la vida por el coronavirus han sido cifras en una estadística que fue llegando al final, pero que en el momento más duro de la pandemia eran un secreto, un rumor, un grito de auxilio ahogado de familiares poco informados, una puerta cerrada...

A través de testimonios aislados llegaban noticias de residencias donde había muertes, pero casi siempre el teléfono del centro o su puerta eran un camino sin salida; las instituciones, o no decían nada, o lo hacían de manera extraoficial o daban datos erróneos.

Hasta el consejero de Salud, Jesús Aguirre, llegó a reprender en público a los medios de comunicación por dar un dato sobre una residencia de Granada que había salido de sus servicios de prensa tras horas de insistencia por parte de los periodistas para obtener una respuesta. Eran 10 muertos en un centro de Cájar, luego 7, más tarde 2 y el resto sin muertos sin confirmar la causa... Un trabajo de prospección y, mientras, las familias en un sinvivir porque aseguraban estar igual de desinformadas. Esta residencia en particular, como otras días después, decretó el silencio extramuros y se negó a facilitar información pública.

El primer brote reconocido se produjo en los primeros días de la pandemia, en marzo, en una residencia de La Zubia, cuya directora fue un ejemplo casi aislado de interés por comunicar la situación, sobre todo para conseguir el auxilio necesario. Asprogrades o la Diputación Provincial también hicieron un esfuerzo por informar sobre las bajas en sus centros en los momentos más críticos.

Las noticias de casos en otros centros privados de la capital y la provincia iban llegando con cuentagotas y casi nunca de alguna fuente oficial, que a duras penas confirmaba lo que ya era un secreto a voces.

Día a día la unidad de emergencias del ejército, la UME, se empleaba una y otra vez en la limpieza y desinfección de residencias por toda la provincia, algunas por prevención y otras para erradicar el virus que ya campaba con su rastro de muerte. En estos casos la UME era reincidente y fijaba esos centros entre sus objetivos prioritarios.

Algunas residencias y representantes de las empresas gestoras si hablaban con los medios para decir por activa y por pasiva que se sentían abandonados, que les faltaban personal y medios porque ellos no tenían hospitales. Pedían test para todos, incluido el personal, que en esta crisis ha hecho una labor sobrehumana para compensar las carencias, poner freno al virus y sobreponerse el miedo generalizado.

Luego fueron llegando los test rápidos, las mascarillas para todos, los EPIS y hasta la intervención por parte de la Junta de algunos centros a los que fue necesario desplazar equipos médicos. Cinco centros intervenidos por Salud en Granada.

La tragedia fue rápida, bastaron varias semanas de desconcierto, miedo, falta de recursos y silencio para que el virus se llevara un centenar de vidas.

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