Granada

Granada empieza a saldar su deuda con la Memoria Histórica

  • Un equipo de la ARMH trabaja desde ayer para delimitar la fosa en un perímetro de casi diez metros cuadrados del camposanto

Tendrán una sepultura digna y sus familiares podrán cumplir un deseo ansiado desde hace años. La exhumación de los restos de Ricardo Moles Moles y José García Muñoz, dos guerrilleros de la Agrupación Guerrillera de Málaga-Granada que fueron víctimas de la represión franquista más feroz, es cuestión de horas.

Un equipo de expertos de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) delimitó ayer la posible ubicación de la fosa común del cementerio municipal de Moraleda de Zafayona en la que ambos fueron enterrados tras morir el 28 de octubre de 1950. Lo hizo en un perímetro de poco más de ocho metros cuadrados y a lo largo del día de hoy -y si es necesario mañana- espera encontrar los restos de ambos cuerpos.

Sus exhumaciones serán las primeras que se lleven a cabo en la provincia de Granada gracias a la Ley de la Memoria Histórica y a la concienzuda investigación realizada por la familia de Moles, que por fin podrá enterrarle junto a su madre y abuela en Albolote. García Muñoz, por su parte, recibirá sepultura en el cementerio, donde el Ayuntamiento está dispuesto a habilitarle un nicho.

Los maquis fueron sitiados por fuerzas de la guardia civil y del ejército franquista en la cueva de la Ahumada, en el paraje Cuevas del Turro, ubicado en el término municipal de Moraleda de Zafayona y se cree, según sostienen los familiares, que se suicidaron antes de ser alcanzados por la artillería. Y es que los represores acudieron con un cañón al emplazamiento.

"Si fueron asesinados o se suicidaron antes de serlo lo sabremos tras el estudio de los restos. Lo que sí está constatado es que trasladaron sus cuerpos a la plaza del pueblo y que tres días después les dieron sepultura, envueltos en mantas, en el cementerio municipal", explica el vicepresidente de la asociación nacional, Santiago Macías.

Los trabajos para la localización de la fosa comenzaron en la mañana de ayer. Un equipo procedente de León y compuesto por el estudiante de Historia Iván Ortiz, antropólogos y documentalistas, entre otros, acometía la cata antropológica y enseguida localizaba la supuesta fosa en un perímetro de unos diez metros cuadrados.

Las dos manchas de cemento que aún se dibujan en la tapia del cementerio dan buena cuenta de la antigua ubicación de una caseta y constituyen la primera pista. Porque según consta en la diligencia de enterramientos del 50 (levantaron atestado), la fosa se sitúa a dos metros al Norte de este punto y a seis de la puerta del camposanto.

Tras perfilar el terreno y establecer los bordes, los arqueólogos comprobaron que el terreno estaba plano, sin marcas. Guiados por franjas, el canto lo marcó el terreno, siendo testigo de un posible enterramiento en su parte más blanda. Las burbujas y el espacio abovedado dejaron ver el hueco que antes ocupaba la materia orgánica que, en este tipo de trabajos, facilitan las labores.

Muy cerca se encuentran los restos. La aparición de varios clavos dejó ayer patente "la impronta de un ataúd", de modo que se descartó que los restos que pueda haber en ese punto exacto sean los de los maquis, que no fueron enterrados en cajas. Al haber inspeccionado el 70 por ciento de la superficie total del espacio -casi diez metros cuadrados- los expertos consideran que en el 30% restante pueden estar los restos. Así, en todo caso, "el lugar es el correcto", según sostiene el vicepresidente de la ARMH.

Pero el responsable advierte que el trabajo se tendrá que realizar de forma "minuciosa". Así, aunque queda un espacio pequeño por estudiar, no se puede determinar el tiempo preciso que se tardará en finalizar la localización, que se acometerá "poco a poco".

Para la identificación, la asociación cuenta con el testimonio directo de personas, lo que no es complicado teniendo en cuenta que fallecieron en 1950. También dispone del tallaje, a pesar de que ninguno de ellos hizo el servicio militar. El documento, al parecer, se encuentra en el Ayuntamiento. Según explica Macías, Moles era "más bajo" y García Muñoz "muy alto para su época". También se conocen sus edades: Ricardo sólo tenía 26 años cuando murió, mientras que su compañero no superaba los 30.

También existe informe de la autopsia, que constata que en los cuerpos se observan orificios de entrada por bala y en el parte de defunción, con fecha del 28 de octubre de 1950, se dice que fueron abatidos por arma de fuego.

Los familiares de Moles obtuvieron los pertinentes informes de la Audiencia, Capitanía y el Ayuntamiento de Moraleda, a cuya alcaldesa están "especialmente agradecidos" por haberles cedido los recursos necesarios. Con toda la documentación, los familiares de Moles acudieron hace un año a la asociación, que solicitó la autorización para abrir la fosa en el Ayuntamiento.

El lugar de enterramiento no se halla entre las fosas que en su día ordenó abrir el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, a quien la Sala consideró recientemente incompetente para investigar las desapariciones durante la Guerra Civil y el franquismo. Todo este entramado judicial ha tenido que ver en el retraso de la apertura de la fosa de Moraleda de Zafayona, que estaba prevista para el pasado mes de octubre.

Según explica la asociación, cuando se localice la fosa solicitará al juzgado que los restos sean custodiados por la Policía Judicial hasta que se identifiquen y puedan ser devueltos a sus familiares.

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