Granada

Granada gritó libertad

  • José Torres Hurtado relata a Granada Hoy sus viviencias de aquellas horas como responsable del Gobierno en Andalucía

Granada gritó libertad

Granada gritó libertad / luis tejido

No hay persona que no recuerde qué hacía exactamente en el momento del anuncio del secuestro de Miguel Ángel Blanco el 10 de julio de 1997 y el posterior asesinato 48 horas después. Esos dos días se vivió con angustia, dolor, impotencia y rabia lo que las noticias iban informando casi al minuto. Los 675 kilómetros que separan Granada de Ermua se recortaron en segundos y junto al resto del país se clamó por la libertad y el fin del terrorismo con manifestaciones históricas en las calles que contribuyeron a ese punto de inflexión en la lucha contra ETA en el que se convirtió el asesinato del joven concejal del PP.

Y Granada tampoco olvida. Veinte años después el recuerdo sigue vivo tanto en los ciudadanos de a pie como en los que ocuparon en aquellos años puestos de responsabilidad política. Y todos coinciden en la conmoción que se vivió y lo que supuso.

Fueron días muy amargos. La impotencia era pensar qué se podía hacer más"Hablaba con mi padre de la barbaridad que estábamos viviendo, de cómo podían hacer eso"La ciudadanía se echó a la calle. La Plaza del Carmen fue el centro. Jamás lo olvidaremos"Los que somos víctimas veíamos que era una trampa, que querían hacer el mayor daño"

En aquellos días la representación del Gobierno en Andalucía la ostentaba José Torres Hurtado. El exalcalde de Granada era delegado del Gobierno por el PP y ayer recordó para Granada Hoy cómo vivió aquellos días desde su puesto en Sevilla. "En aquella época vivimos años muy largos y terribles. Raro era si no había un sobresalto, por lo que teníamos las entrañas hechas a situaciones complicadas y a que eso nos podía tocar a cualquiera", recuerda Torres Hurtado, que tiene aún fresco en la memoria cómo le informaban directamente desde el Gobierno durante las 48 horas de angustia y de vigilia por la vida de Blanco todas las novedades y avances de su búsqueda. "Nos llegaban directamente las noticias de que se hacía todo lo posible". Pero no pudo ser. Finalmente ETA cumplió con la amenaza y asestó dos tiros al concejal de Ermua que acabaron con su vida. Un desenlace que cortó la respiración a todo el país. "Recuerdo que estaba en Málaga porque era fin de semana y Javier Arenas, entonces ministro, tenía un acto allí. Estábamos comiendo cuando nos dieron la noticia. Eran las tres o tres y media. Evidentemente se quedó toda la comida y salimos corriendo al aeropuerto para que el ministro volara al País Vasco", detalla. "Fueron días muy amargos y un mazazo. La impotencia era de pensar qué se podía hacer más", apostilla. Pero Torres Hurtado, dentro del dolor, reconoce que la sociedad reaccionó y que la parte buena fue la motivación social. "Se notó un antes y un después", recuerda Torres Hurtado, que relata cómo esta primavera ha vuelto precisamente al País Vasco, a donde no iba desde hacía años. No en vano, él por su cargo había estado amenazado y vivió muchos años con vigilancia ante posibles actos terroristas.

El Ayuntamiento de Granada fue centro neurálgico de la reacción de toda la sociedad granadina contra ETA esos días. Entonces era alcalde de Granada el popular Gabriel Díaz Berbel, fallecido en junio de 2011. Su concejal de Seguridad Ciudadana y portavoz del equipo de Gobierno era César Díaz, que relató ayer también a este periódico cómo se vivió desde dentro el asesinato de Miguel Ángel Blanco. "Son fechas que todos tenemos marcadas en nuestra historia, especialmente los que teníamos una responsabilidad ciudadana. Esta fue particularmente un mazazo y la ciudadanía dijo basta y plantó cara, por lo que lo que hemos conseguido hoy en día mucho tiene que ver con ese momento".

Díaz recuerda la unión que hubo en el Ayuntamiento esos días y con otras instituciones. "En este tema no había colores políticos". Mientras la población hacía vigilias y esperaba las últimas noticias, en el Ayuntamiento había a diario reuniones con los portavoces del resto de grupos y se reforzó la contravigilancia a los 27 concejales con agentes de Policía Local y Nacional. Antes ya había protocolos de seguridad y después también, algo que no se les olvida por lo que suponía para sus familias, para ellos y para la limitación de libertades. "El riesgo era cierto y real".

Del 10 al 12 de julio de 1997 las concentraciones en la Plaza del Carmen eran habituales. Se convirtió en el epicentro del dolor, en el corazón de la protesta de Granada contra ETA y contra el chantaje. "La ciudadanía se echó a la calle. El mismo día del secuestro ya había gente en la plaza, y al día siguiente. La gente llegaba con velas a esperar el desenlace. Es un momento que jamás olvidaremos", recuerda. Pero Díaz también cuenta cómo, aunque la esperanza no se perdía, el pesimismo inundaba el ambiente. "Había una preocupación máxima. Pensábamos que una reacción de este tipo se debía a la liberación de Ortega Lara, por lo que no iba a salir bien. Era un chantaje al Estado de derecho. Y aunque se hizo todo el esfuerzo, no fue posible", dice.

Después, consternación. Díaz acudió a la manifestación que se convocó en Granada dos días después con su hijo pequeño. La manifestación, después de un funeral en la Catedral oficiado por el entonces arzobispo Antonio Cañizares, fue multitudinaria. La mayor que se recordaba en Granada, que respondió con valentía como el resto de España a la amenaza terrorista. Manos blancas, pancartas con la cara del concejal y gritos de libertad y asesinos retumbaron.

En la manifestación, junto a cientos de miles de granadinos, estaba Daniel Portero, hijo del Fiscal Jefe del TSJA, Luis Portero, asesinado por ETA tres años después. Ayer, recordó a este periódico cómo lo vivió sin pensar que poco después se convertiría en víctima de la banda terrorista con el asesinato de su padre en Granada. "Yo estaba terminando Caminos en la Universidad. Cuando se produjo el secuestro recuerdo que lo hablaba con mi padre en casa. Nosotros hablábamos mucho de política y recuerdo cómo me comentaba la barbaridad que estábamos viviendo, que cómo era posible que hicieran eso", relata Portero a Granada Hoy. Y como otros testimonios, la respuesta que se dieron es que se trató de "una venganza de ETA, una vendetta clara" tras la liberación de Ortega Lara por parte de la Guardia Civil el 1 de julio de 1997 tras 532 secuestrado. "Recuerdo que comentaba con mi padre que esto tenía muy mala pinta". Pero también recuerda lo positivo, la "enorme presión social" que hubo. "La manifestación de Tomás y Valiente en 1996 me marcó pero la de Miguel Ángel Blanco fue un antes y un después. Sentías la necesidad de ir contra ellos, por eso fue muy importante y Granada respondió", recuerda Portero, presidente de la Asociación Dignidad y Justicia.

También recuerda aquel día la delegada de la Asociación de Víctimas del Terrorismo en Granada, Maite Araluce. Ella también sabe, como Portero, lo que es ser víctima de ETA. La banda terrorista mató a su padre, el presidente de la Diputación de Guipúzcoa Juan María de Araluce, en 1976. Ella y otros siete hermanos (sólo faltaba la mayor de los 9) estaban comiendo el casa para volver al colegio cuando los terroristas asesinaron a su padre. Tenía 15 años y junto a su familia tuvieron que abandonar su hogar e ir a vivir a Madrid para empezar de cero. Allí conoció al que se convirtió en su marido, un granadino con el que se trasladó hasta Granada, donde vive desde hace más de 30 años. Araluce recuerda que estaba en Almuñécar esos días. "Los que somos víctimas ya veíamos que era una trampa, que querían hacer el mayor daño posible", relata. Lo más duro, tanto en el caso de Blanco como en el resto de asesinatos de ETA, es revivir todo lo sufrido. "Te pones en la piel de la familia, por lo que lo vives con horror, ansiedad y tristeza", cuenta a este periódico.

Tras conocer la muerte de Blanco, Maite y su familia abandonaban Granada para pasar el verano en Navarra. De camino al Norte pararon en Madrid, donde acudió a la manifestación que se organizó en la capital. "Es una gran impotencia. Hay gritos que desgarran y silencios que también desgarran", cuenta. Desde hace cinco años es delegada de la Asociación en Granada y también está en la junta directiva de la AVT, desde la que luchan por la "memoria, la dignidad y la justicia". "Aunque ETA deje de matar las víctimas siguen y no están cubiertas", asegura Araluce, que reclama también que "hay muchas víctimas sin homenaje".

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