Pasado con presente incluido

José María Quintana, el hombre que miraba las estrellas

  • Fue fundador y director del Instituto de Astrofísica de Andalucía

  • Durante doce años fue presidente del Patronato del Parque Nacional de Sierra Nevada

  • Ese mismo tiempo estuvo como presidente del Consejo Social de la Universidad de Granada, donde es catedrático

José María Quintana, el hombre que miraba las estrellas, durante el encuentro.

José María Quintana, el hombre que miraba las estrellas, durante el encuentro. / Andrés Cárdenas

José María Quintana tiene una anécdota que contar. Sucedió cuando recién acabados sus estudios sobre Astrofísica fue a un congreso de Grenoble en el que se debatía el futuro de la astronomía y un científico de los allí reunidos le dijo: "Es la primera vez que conozco a un español astrónomo que no es cura". Hablaba ese científico de cuando en España la astronomía solo les interesaba a los sacerdotes, que para entretenerse en sus noches solitarias se compraban un telescopio y se dedicaban a ver las estrellas.

José María Quintana ha visto muchas estrellas a lo largo de su vida sin ser cura. Es el suyo un humanismo lejano de cualquier estereotipo, un sabio al que le ha interesado estudiar el origen y la evolución de los astros. Es sabio porque fue uno de aquellos profesores que en los años setenta comprendió la importancia de la investigación y el conocimiento para hacer viable una sociedad democrática con futuro. Es sabio porque es un científico de primer orden que puso en marcha el Instituto de Astrofísica de Andalucía y sentado las bases de la astronomía moderna. Pero, sobre todo, es sabio porque ahora, cuando está en el otoño de su vida, irradia una serenidad activa que transmite a cualquiera con el que habla. Es el suyo ese comportamiento de alguien que le interesa ser más persona que personaje, más amigo que enemigo, uno de esos tipos que con sus argumentos te hacen la mañana más interesante.

Puso en marcha el Instituto de Astrofísica de Andalucía y ha sentado las bases de la astronomía moderna

Cuando lo llamé para entrevista estaba en Madrid, donde vive parte del tiempo porque allí están los médicos que lo están tratando de una sepsis. "No acaban de dar con lo que tengo, me hacen análisis de todo tipo y cada dos por tres tengo que estar de médicos. Por eso ahora no estamos tanto en Granada", me confiesa, no sé si más en plan de amigo que como periodista.

Quintana, en la inauguración de un curso de la Universidad. Quintana, en la inauguración de un curso de la Universidad.

Quintana, en la inauguración de un curso de la Universidad.

Además de haber sido profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, fue director durante trece años del del Instituto de Astrofísica de Andalucía, presidente del Patronato del Parque Nacional de Sierra Nevada, delegado español en la Comisión de Usos Pacíficos del Espacio Ultraterrestre y desempeñó el cargo de presidente del Consejo Social de la Universidad de Granada entre los años 1992 y 1997. También en 2013, cuando ya estaba jubilado, fue nombrado director del Observatorio de Calar Alto en Almería.

Ahora todo lo ve desde la atalaya de una distancia exenta de melancolía o nostalgia. Lo que ha sido ya no es, parecen expresar esos ojos claros que ya no ven más que el resplandor de esas estrellas que son sus cuatro nietos y en ese firmamento tan espléndido que compone sus amigos y su familia. Ahora, José María corre el peligro de morir aplastado por un montón de recuerdos.

Infancia apacible

He aprovechado que José María ha venido unos días a Granada para quedar con él. Nos hemos sentado en los cómodos butacones de un hotel y enseguida nos hemos puesto a hablar. Su verbo es fácil, lo mismo que su sonrisa y su manera de ser. Me dice que está en Granada porque ha venido a participar en un congreso sobre Seguridad y Defensa. José María resume en una sola palabra, pronunciada con cierta rotundidad, cómo fue su infancia en el pueblo en el que nació (Saldaña, en Palencia) en 1940: "Cojonuda". Dice que solo tiene buenos recuerdos y que no fue a la escuela por un problema de salud.

José María Quintana, durante una recepción. José María Quintana, durante una recepción.

José María Quintana, durante una recepción.

–Recuerdo aquella etapa de mi vida como muy apacible. Mi familia tenía una fábrica de harinas y mi abuelo, que llegó a ser presidente de la Diputación de Palencia, no le negaba el pan a nadie, por eso en Saldaña apenas se notaron los estragos de la posguerra. Allí viví toda mi infancia. Tenía alergia a la lana y no me podía poner ningún tipo de jersey, así que mis padres decidieron que no fuera a la escuela. Me dieron clases particulares tres hermanas que eran hijas del famoso arqueólogo Aquilino Macho. Yo era un niño responsable y estudioso. Con nueve años aprobé el Ingreso y poco después primero de Bachiller como estudiante libre en el Instituto de Palencia. Si quería seguir estudiando tenía que irme de interno a un colegio de frailes o seguir por libre. Pero un día llegó a mi casa un primo de mi padre, que era de Bilbao, y le propuso a mi familia llevarme con él a estudiar en un instituto de la capital en la que vivía. Y allí me fui.

También recuerda José María su etapa bilbaína como tranquila y apacible. Vivía cerca del Ayuntamiento y todos los días tenías que cruzar la ría para ir al Instituto. Por entonces empiezan a gustarle las Humanidades, pero pronto se dio cuenta de que había menos futuro laboral en esa materia y decidió apostar por las Ciencias.

"Me di cuenta de que los ingenieros en realidad aplicaban recetas que ellos no habían creado y entonces elegí estudiar Física"

–En principio quería hacer Ingeniería, pero la carrera era un coñazo. Me di cuenta de que los ingenieros en realidad aplicaban recetas que ellos no habían creado, recetas que habían hecho por ejemplo los matemáticos o los físicos. Elegí estudiar Física. Por entonces no existía en España la Astrofísica, que estudia las propiedades de los astros utilizando los métodos y las leyes de la Física. Además, la astronomía en España estaba anclada en el pasado porque los que se dedicaban a ella veían los objetos celestes, pero no los analizaban ni estudiaban. Hasta que se implantan en España los cursos de doctorado de Astronomía Física y me vine Madrid.

Termina la carrera en 1968 y se hace profesor de Física IV. Por aquellos entonces, me cuenta, la Nasa lanzó los satélites experimentales de comunicación Echo al espacio y él ayudó en su seguimiento. Poco después el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) saca unas becas para sustentar el Plan de Apoyo a la Investigación. Y ahí empezó todo.

–Era una buena oportunidad porque yo ganaba como profesor unas 1.800 pesetas y la ayuda de la beca era de 10.000 pesetas al mes. Fue mi padre quién rellenó los papeles. La saqué y había dos destinos: Canarias y Granada. Yo había estado ya aquí colaborando en unos trabajos en el Observatorio de Cartuja, por eso me decidí volver. Eso sí, me vine pero con la intención de que si no me iba bien aquí volvía a Madrid.

Fundador del IAA

Pero sí, si le iría bien en Granada. En nuestra Universidad estuvo en el Departamento de Física dando clases de Electricidad y Magnetismo. Aquí se casaría con María Columna Montoro, aquí sacaría el doctorado en Ciencias y aquí sería uno de los impulsores de la astrofísica que permitiría que la Universidad de Granada se implicara en la investigación de los cuerpos celestes. Granada sería pues para él ese buen puerto al que cualquier marinero quiere llegar. En 1975, debido a la necesidad de crear un organismo independiente de la Universidad, se fundó desde el CSIC el Instituto Andaluz de Astrofísica y a él lo nombraron director. Él y Ángel Rolland fueron los encargados de abrir camino en este campo.

Comiendo con su esposa y unos amigos. Comiendo con su esposa y unos amigos.

Comiendo con su esposa y unos amigos.

–En aquel año se montaron dos institutos de astrofísica, uno en Canarias y otro en Andalucía. Empezamos en La Madraza de manera provisional. Al principio no sabían dónde ponernos. Allí estuvimos un par de años. Íbamos a hacer nuestras observaciones y estudios al Mojón del Trigo, en Sierra Nevada. Alí se formó la primera hornada de astrónomos. Apenas teníamos presupuesto. A mí me dieron 50.000 pesetas para montar todo aquello. Pero teníamos un buen telescopio y muchas ganas de investigar. Luego nos trasladamos a la Estación Experimental del Zaidín, también de manera provisional. Hasta que en 1986 inauguramos la sede del Instituto Andaluz de Astrofísica. La ciencia ha evolucionado mucho, también los conocimientos y la tecnología. Nosotros pasamos de nada a codearnos con los países más avanzados en Astrofísica. Participamos en proyectos internacionales revolucionarios y el Instituto tiene la acreditación como 'Centro de Excelencia Severo Ochoa'. En la última década se ha vivido una época dorada de observación de la atmósfera terrestre con varias misiones espaciales que han suministrado datos globales durante más de un ciclo solar. En 1992 vino a Sierra Nevada un telescopio que está considerado como uno de los mejores del mundo.

El Instituto Max-Planck estaba muy interesado en montar un gran telescopio en Sierra Nevada por sus extraordinarias características

José María Quintana dice que los alemanes, los del Instituto Max-Planck, estaban muy interesados en montar un gran telescopio en Sierra Nevada porque la atmósfera en estas cumbres goza de unas características extraordinarias para la astronomía. La pureza y estabilidad de los cielos destacan por su calidad excepcional. Además, el contenido de vapor es tan bajo que permite el paso de gran parte de las radiaciones infrarrojas. Y milimétricas que normalmente quedan atrapadas en la atmósfera. Si a ello se une la gran cantidad de noches despejadas que hay al año se puede decir que es una de las mejores instalaciones del mundo y la estación permanente más alta de Europa.

–Lo que pasa que allí las condiciones climatológicas son duras. Hay días de más de 300 kilómetros por hora. Así se lo dije a los alemanes, pero ellos creían que eso no sería un problema y creyeron que la naturaleza la podían dominar, pero si algo he aprendido en la vida es que la naturaleza nunca se domina.

Seguidor de Zweig

Tras su etapa como director del Instituto de Astrofísica de Andalucía, marcha a Madrid a trabajar en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Después está un tiempo en El Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) y finaliza esa etapa de su vida como representante en Sevilla del CSIC, donde está seis años. Vuelve a Granada donde es nombrado presidente del Consejo Social de la Universidad y después presidente del Patronato del Parque Nacional de Sierra Nevada. En ambos puestos está doce años.

Con su esposa y dos de sus nietos. Con su esposa y dos de sus nietos.

Con su esposa y dos de sus nietos.

–Sierra Nevada ya era Parque Natural porque lo había declarado así la Junta de Andalucía, que había puesto a Pascual Rivas como director. Hubo algunos piques en cuanto a competencias, pero sin duda había que unificar las direcciones. A mí me nombraron en Madrid. Seguramente habrá que preguntárselo a otros, pero para mí fue una etapa muy fructífera. Partimos casi de la nada y se establecieron muchas normas sobre repartos de agua, acequias, la caza… Había una lucha tremenda, y todavía la hay, de concienciación entre lo que es un espacio protegido y los usos que hay que darle a ese espacio. Yo tuve la suerte de contar con un director fantástico, Javier Sánchez, con el que me entendí enseguida y que me ayudó mucho en mi tarea. Ambos teníamos clara una idea: tomar el Parque Nacional como elemento de referencia para el estudio del cambio climático.

El último cargo que tiene José María Quintana en su currículo es como director del Observatorio de Calar Alto, instalado en la sierra almeriense de Los Filabres, puesto en el que sólo tuvo un año y del que dimitió porque con el presupuesto asignado no daba para mantener el buen nivel científico de la instalación.

Ahora José María Quintana está liberado de cualquier puesto de responsabilidad. Me cuenta que vive a caballo entre Madrid y Granada, aunque los veranos los pasa en Saldaña, su pueblo de nacimiento, donde los calores del estío se notan poco. Es un hombre que valora mucho el calor de la familia y los amigos. Tiene dos hijas, cuatro nietas y decenas de amigos repartidos por toda España. La amistad es como una maceta a la que hay que regar de vez en cuando para que no se sequen las plantas. El problema de estar con José María Quintana es que de pronto te miras el reloj y ves que el tiempo ha pasado muy rápidamente. Antes de decirnos adiós, caminamos juntos un rato en la dirección de nuestros respectivos destinos.

"¿Sabes lo que me da rabia de Granada? Que aquí haya cosas fantásticas que el propio granadino no valore"

–¿Sabes lo que me da rabia de Granada? Que aquí haya cosas fantásticas que el propio granadino no valore. Parece no darle nunca importancia a lo que tiene. Y a veces te entra un desencanto terrible. Lo mismo que en España, donde tenemos unos políticos que son unos ineptos. Este país está pagando cara la falta de ideas políticas.

Al pasar por Puerta Real, donde está instalada la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, José María me hace una última confesión.

–Tengo que venir un día a buscar un par de libros de Stefan Zweig. Los he leído todos menos dos que no encuentro por ninguna parte. Otro autor que me gusta mucho es Aldous Huxley.

–¿El que escribió 'Un mundo feliz'?

–Sí. Esa novela es fantástica.

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