Morente ya es leyenda
Más de 5.000 personas desfilan por la capilla ardiente del cantaor en un acto en el que Estrella Morente le cantó por última vez a su padre y toda la familia se aferró a su ataúd con un terrible dolor en las entrañas
Granada era ayer un profundo ¡ay!, un inmenso quejido de dolor contenido y de temblor de corazones. Lo que todo el mundo había visto por televisión, el féretro de Enrique Morente -una imagen imposible para muchos- se hizo realidad poco después de la una de la tarde, cuando el coche fúnebre que trasladaba los restos del cantaor granadino, fallecido el pasado lunes, llegaba a las puertas del teatro Isabel la Católica. Los centenares de personas que aguardaban a las puertas del teatro estallaron en un emocionado aplauso. La evidencia era cierta: Enrique Morente había muerto.
Decenas de coronas procedentes de todas partes fueron instaladas en el escenario del Isabel la Católica, sobre el que se situó el féretro flanqueado por cuatro velas. Fue entonces cuando comenzó el desfile de granadinos emocionados y conmocionados por una muerte oscura y sin explicación. Los tres hijos del cantaor, Estrella, Soleá y José Enrique Morente, estaban completamente destrozados. Sólo la viuda del cantaor, Aurora Carbonell, mostraba su entereza y su indignación por el hecho de que el equipo médico que trató a Morente haya revelado ahora que padecía un cáncer de esófago, término que jamás comunicaron a la familia durante la estancia del cantaor en la clínica La Luz.
Entre los asistentes a la capilla ardiente se encontraban Miguel Ríos, Luis García Montero, Laura García Lorca, Almudena Grandes, José Sánchez Montes, la familia Habichuela, el cantautor Paco Ibáñez, los integrantes de los grupos Lagartija Nick y Los Planetas, dos de las bandas de rock que han trabajado con el cantaor. Todos mostraron su estupor por un desenlace inaudito.
"Se ha ido como se van los genios, así, ¡de pronto!", comentaba en los camerinos del teatro Estrella Morente. "Ahora entiendo por qué siempre decía mi padre que el tiempo es oro. A él siempre le faltaba tiempo para todo".
Más de cinco mil personas pasaron por la capilla ardiente en las tres horas en que ésta estuvo abierta, según el Ayuntamiento de Granada. El teatro era un auténtico río de granadinos que querían presentar sus respetos al maestro del Albaicín. Muchos de ellos subieron al escenario para besar el ataúd en un acto de reverencia.
Rostros desolados, lágrimas en los ojos, un silencio sobrecogedor y una sensación de pérdida irreversible. Ésa era la tónica dominante a lo largo de toda la jornada. Y dolor. Mucho dolor.
"Ahora mismo estoy viviendo el Omega más jodido de mi vida", comenta Eric Jiménez, batería de Lagartija Nick y acompañante habitual de Morente en los últimos tiempos. "Y no me refiero al disco, sino al poema, al Poema para muertos de García Lorca, la parte más visual de esa canción, que es la más triste".
Jiménez había estado tocando con Morente en el Liceo de Barcelona y en Pamplona, en dos de los últimos conciertos ofrecidos por el cantaor. "Y esta semana teníamos que estar por todo el País Vasco".
Aurora Carbonell y sus tres hijos, acompañados por el torero Javier Conde, esposo de Estrella Morente, permanecieron en todo momento al lado del féretro mientras recibían las condolencias de artistas como Vicente Amigo o Fosforito, venidos expresamente a Granada para asistir al sepelio.
Poco después de las cuatro de la tarde, el público, que había sido un goteo desde que se abrió la capilla ardiente, se convirtió en una verdadera riada humana. En pocos minutos se llenó el teatro Isabel la Católica y los acomodadores tuvieron que abrir nuevos espacios para albergar tantas personas.
Fue a la cuatro y media cuando se produjeron los momentos más emotivos. Laura García Lorca, sobrina de Federico, y Luis García Montero subieron al escenario para dirigir la despedida a Enrique Morente.
"Enrique, qué difícil es despedirme de tí", dijo García Montero. "No es posible verbalizar la muerte", añadió. "Has muerto lleno de vida, de ilusiones, de fuerza".
"Nos quedan mil lecciones de humanidad y nos queda tu familia", dijo más tarde. "Trabajar contigo era comprender el amor y el respeto que despertabas entre los tuyos... ¡Qué difícil, Enrique, despedirse de ti!" Luego concluyó: "Nunca te olvidaremos, y por favor, no te olvides tú nunca de nosotros".
Laura García Lorca, por su parte, leyó un poema de su padre, Francisco García Lorca, titulado De pronto, y otro de su tío, Alma ausente, de Federico García Lorca en Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías: "Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,/un andaluz tan claro, tan rico de aventura./ Yo canto su elegancia con palabras que gimen/y recuerdo una brisa triste por los olivos".
Fue entonces cuando se produjo un momento realmente sobrecogedor. Estrella Morente se levantó de su asiento y, sin otra arma que su voz desnuda, cantó La habanera imposible de Carlos Cano: "Granada, no tengas pena de que el mar sea tan inmenso. Tú eres la novia del aire, la de la sombra de plata, la del almendro..." Tras el recuerdo al cantautor que falleció hace justo diez años, volvió a Lorca con el Poema del Cante Jondo: "Ay, empieza el llanto de la guitarra, llora como el viento sobre la nevada. Ay, es inútil callarla, es imposible callarla". El público estalló en aplausos y oles mientras Estrella se abrazaba al ataúd de su padre. Luego lo hacía toda la familia: Aurora Carbonell, su madre, los tres hijos de Morente, Javier Conde... Era un momento de desgarro profundo, de una terrible hondura, de una tragedia cósmica. Era el momento en que comenzaban a darse cuenta de que Enrique Morente, el padre, el gran patriarca del Albaicín, había muerto de verdad y para siempre.
Aquella fue la forma de Granada de decirle adiós a un genio que ya es leyenda y cuya obra trascenderá las décadas. Morente ya está a la altura de Federico García Lorca, de Manuel de Falla. Un creador indiscutible que rompió las fronteras del flamenco y se convirtió en un genuino dios de la música.
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