Ayuntamiento de Granada

Objetos Perdidos, una habitación paralela en Granada

  • Carteras, llaves, móviles y paraguas abundan en la oficina del Ayuntamiento de Granada con más de tres décadas de vida y que guarda materiales muy valiosos

¿Se acuerda, por casualidad, del libro de Pep Guardiola que iba leyendo en un autobús o un taxi y perdió sin querer o a lo mejor queriendo? Quizás no pueda ahora escucharnos bien porque se le cayó su audífono, ese objeto minúsculo y costoso que está en uno de los cajones de Objetos Perdidos del Ayuntamiento de Granada.

Sí, en una habitación pequeña justo a la derecha nada más entrar al edificio de la Plaza del Carmen es a donde puede llegar andando a reclamar, si es que no perdió su bastón ortopédico, todo aquello que alguna vez dejó olvidado, pensó que le habían robado o se le cayó por el camino. Cientos de miles de objetos que llegan desde hace más de tres décadas desde edificios públicos, autobuses, taxis y desde hace menos tiempo desde el Metro y los trenes del AVE.

En un cuarto pequeño donde un empleado municipal y un agente de la Policía Local destinado para reforzar el trabajo se pelean por ordenar las cajas y atender cada mañana en horario de oficina a las personas que reclaman objetos, se amontonan miles de historias personales condensadas en objetos, algunos de ellos minúsculos. "Carteras, documentación, llaves y móviles", responde rápidamente el agente Ismael Rodríguez Sánchez sobre qué objetos son los que más pierde la gente.

El agente de la Policía Local y el funcionario Alejandro García señalan que cada semana desde Transportes Rober, la Gremial del Taxi y Correos llegan cajas nuevas que tienen que ir archivando en una oficina de Objetos Perdidos que, aunque lleva más de 30 años funcionando, la mayoría de la gente no conoce. De media, aparecen unas 20 personas al día reclamando objetos más las que llaman.

Para objetos valiosos como dinero y joyas hay un tiempo de reclamación que llega a los dos años. No obstante, la documentación personal se va destruyendo cuando pasa un tiempo y pese a haberlo notificado no la reclama nadie cumpliendo así con la normativa de protección de datos.

Otra de las cosas que no falta en la oficina de Objetos Perdidos son prendas, mucha ropa y y mucha sin estrenar. La razón, los despistes de personas que en el transporte público se despistan y pierden aquella ropa de temporada comprada y con la etiqueta que no vuelven a ver nunca.

Cascos de moto y bici, muletas, bastones, partes del cuadro de una bicicleta, sillines, libros nuevos y antiguos, transistores, mandos de Xbox, audífonos, transistores... La oficina de Objetos Perdidos es un mundo paralelo donde las cosas mueren hasta que las reclaman mientras sus dueños en la mayoría de los casos piensan en qué momento dejaron olvidado aquel material que han perdido.

Además de dinero y joyas, los objetos más valiosos suelen ser los electrónicos con cámaras fotográficas de gran valor (normalmente de turistas) y hasta portátiles en su maletín con su respectivo cargador y ratón. Se trata de documentos que se guardan durante más tiempo y que como el resto hay que demostrar la autoría para poder reclamarlos. Pero, lo más normal es que nadie vuelva. Es por ello, que con libros o con otras cosas que se van recopilando que 'ya no tienen dueño' la Policía Local aprovecha para hacer donaciones a oenegés y asociaciones cuando ha pasado el tiempo legal.

En los casos de devolución a más de una persona se le escapa una lágrima y se emociona. En este sentido, Alejandro Rodríguez señala que, por ejemplo, con los móviles ayuda mucho la tecnología de rastreo de Apple. Asimismo, apunta casos como el de un ciudadano de Suiza que respondió y aportó una factura para recuperar su móvil mandando a la empresa de mensajería y el correspondiente agradecimiento a los trabajadores de la oficina municipal.

Empleados que constatan que también muchos objetos llegan por robos a personas mayores o gente que se aprovecha de sus despistes en la calle. Es otro análisis de la realidad el que ofrece este pequeño despacho paralelo a la vida. Casi subterráneo. Un lugar en el que no faltan paraguas ahora que llueve.

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