Tradiciones

Procesión de la Virgen de las Angustias de Granada: A veces, solo es cuestión de fe

  • "Mamá, corre, que ya ha salido, que nos la vamos a perder", dijo un niño bastante pequeño en una calle paralela a Recogidas. Si esto no es fe, no hay nada más que se le pueda pedir a la Virgen de las Angustias

La Virgen de las Angustias, rodeada de files, enfila la plaza del Campillo

La Virgen de las Angustias, rodeada de files, enfila la plaza del Campillo / Antonio L. Juárez / Photographerssports

La fe es algo inevitable. No se elige creer ni en qué hacerlo. En Granada naces y la Virgen de las Angustias forma parte de tu infancia, juventud y vejez. El mundo que haga lo que quiera, aquí la fe corre a cargo de 'las Angustias'.

“Abuela, estoy aquí con mi muñeca pero avísame cuando pase la Virgen”, dice una niña que no cumple los 5 años. “¿Ay, la Virgen cuándo llega?”, dice otro crio impaciente. “Necesitamos que dejen espacio, por favor”, exclama alguien ajeno a las personas que llenan las calles de Granada. Hasta una señora se ha desmayado. La emoción y el barullo son malas acompañantes en estos casos, una vez más solo queda la fe.

Rezan. No paran de rezar. Mujeres rezando. Guapa. Guapa. Y guapa. Esto lo gritan niños acompañados de sus abuelas. La penitencia, la gran penitencia de llorar por ver a una mujer con su hijo muerto en sus brazos.

Los aplausos parece que no suenan por la belleza que deslumbra la Virgen. La nuestra, la de todos. Esas manos no paran de chocar por las calles de la ciudad. Desde los balcones chillan y los de abajo responden, hasta parece un triste símil de lo que es la vida

Esa vida que ha vuelto a inundar la ciudad de multitud de personas en el día de La Patrona. La alegría aquí sí suena en esos aplausos, se perciben en esas miradas, incluso en las tristes por volver a disfrutar de su Virgen, pero sin su fiel acompañante.

"Mi abuela en sus últimos momento me pidió ir a la Virgen de las Angustias, por última vez. Por circunstancias de mi vida nunca pude hacer realidad su deseo. Cuando murió, le pedí a mi otra abuela que fuese a por una estampa para que la acompañara en el féretro", dice una joven pelirroja. A lo mejor, hay una espinita clavada en esa mirada llena de angustia, y también de fe, que sí vuelve a ver a la Virgen que acompañó a su abuela hasta el final. 

Ahora sin pandemias todo ha vuelto a la dichosa normalidad. El recorrido ha sido el de siempre, con sus gentes, su fe, sus creencias, sus aplausos, lágrimas, empujones, saludos y piropos. Sin olvidar de pedir. "Salud, trabajo y amor", dice una señora con un traje azul recién salida de alguna peluquería. Hasta ha dado tiempo de pensar en negocios, "en Semana Santa podríamos vender agua y algo de comida y yo creo que nos forramos", dicen tres jóvenes pintorescos. Aquí, otra vez, mucha fe y puede que algo de esfuerzo.

Parece que la fe no abandona a esta ciudad. Abundaba la tercera edad, pero la gente más joven también estaba presente. "Mamá, corre, que ya ha salido, que nos la vamos a perder", dijo un niño bastante pequeño en una calle paralela a Recogidas. Si esto no es fe, no hay nada más que se le pueda pedir a la Virgen de las Angustias. 

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