escasez de agua

Sequía en Granada: Aquel año en el que el Cubillas estuvo al 4% de su capacidad

  • En la década de los 90 los embalses de la provincia llegaron a una situación límite

Balsa de Torvizcón en 2005, año en el que también hubo sequía.

Balsa de Torvizcón en 2005, año en el que también hubo sequía. / archivo

La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha dejado clara siempre que ha habido ocasión lo excepcional de la sequía que vive la cuenca en estos últimos tres años, más patente en los últimos meses, donde el único episodio de lluvias se dio en primavera y ha sido insuficiente para paliar el déficit que se arrastra desde hace tiempo. Sin embargo, también se es consciente de que estos periodos son cíclicos, que llegarán las precipitaciones y que a un periodo de normalidad le seguirá otro seco. Ese es el patrón con el que se rige la gestión del agua y que tuvo un momento clave en la década de los 90.

En aquellos años los embalses de la provincia de Granada presentaban una situación calamitosa. La sequía se agudizó entre los años 91 y 95. En 1994, para hacerse una idea, el Negratín estaba al 7,5% de su capacidad, según la información facilitada por la CHG. Los había incluso con datos más raquíticos, como el que tenía el embalse de Colomera, a un 0,8%. Ahora está a un 10,12% de su capacidad, según los datos del Sistema Automático de Información Hidrográfica (SAIH) de la cuenca del Guadalquivir. En un dato extraordinario se encontraba también el Cubillas. En octubre de 1994, comienzo del año hidrológico, las reservas estaban a un 4%, mientras que hoy, pese a todo, se encuentra a un 43% de su capacidad.

En general, los embalses de las cuencas afectadas (no sólo la del Guadalquivir vivió esa situación extrema) estaban al 9,5% lo que llevó a tomar decisiones drásticas, como el corte del suministro durante las noches. “Las medidas más comunes para superar el problema, además de la imposición anticipada de restricciones y la habilitación de procedimientos especiales de intercambio de recursos hídricos entre usuarios, consistieron en la realización de obras de conexión entre cuencas, la localización y explotación de recursos subterráneos y el aprovechamiento de recursos no convencionales”, recuerda el Plan Especial de Sequía (PES) de la CHG, que también recoge que precisamente aquel episodio de escasez entre 1991 y 1995 y “sus notables impactos” permitieron un cambio de mentalidad y que se articularan herramientas como precisamente el PES.

Hubo mortandad de peces, daños en los cultivos, restricciones severas, se tuvo que adaptar la calidad del agua a las condiciones y aumentó la salinidad. Hubo más costes y necesidad de afrontar obras, a la par que mermaron los ingresos de las empresas suministradoras.

A partir del año 96 las lluvias regresaron y los embalses de la provincia vivieron momentos de esplendor, como el Negratín, que pasó de estar casi seco a estar a un 74% de su capacidad en octubre del 97, o el de Colomera, que del 0,8% pasó al 91,9%. El Cubillas fue otro ejemplo de lo excepcional de las lluvias de aquel año, ya que de estar al 4% comenzó el curso hidrológico del 97 al 81,3%.

Con lo aprendido entonces, la sequía que se produjo entre 2004 y 2007, pese a ser igual de rigurosa que la de los 90 (su impacto se arrastró hasta 2010), no tuvo los mismos efectos, señala el PE.

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