El Bañuelo, los baños árabes que sobrevivieron al expolio y a la ruina total
El ADN de Granada
Después de ser cerrados, fueron convertidos en un lavadero público y un coleccionista de arte se los vendió al Estado por 15.000 pesetas en 1912
En 1918 el edificio fue declarado monumento nacional y el arquitecto Leopoldo Torres Balbás se encargó de su recuperación
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Está claro que ni a los Reyes Católicos ni al Cardenal Cisneros les gustaban los baños que habían dejado los moros en Granada. Casi una treintena, algunos de ellos tan utilizados que había lista de espera para utilizarlos. Así que, al poco de hacerse con la ciudad y echar a Boabdil, comenzaron a cerrarlos. “Y luego, incontinenti, se mandó que la Justicia hiciese derribar todos los baños artificiales, comenzando primero por los de su Majestad, porque los dueños de los otros no se agraviasen”, escribió el cronista Mármol de Carvajal en el mil quinientos y pico. Así se desmantelaron baños muy importantes en las primeras décadas del dominio castellano. Hay uno, casi el único, que ha sobrevivido a la piqueta y hoy día pasa por ser el mejor conservado de España: es el que llaman El Bañuelo, que está en la confluencia de la calle del mismo nombre con la Carrera del Darro. Al principio no se llamaba así. Para los árabes eran los baños de Al-Yawza, pero luego fueron conocidos por los Baños del Nogal, quizás porque en su entorno había uno de estos árboles. Fue en el siglo XIX cuando comenzaron a ser conocidos como El Bañuelo, aunque Gómez Moreno dice en su guía que también fueron conocidos como los baños de la Puerta de Guadix. Todos los granadinos deberían saber de ellos porque son parte de su patrimonio arquitectónico y de su pasado.
Han sido muchos los estudiosos de nuestra historia los que se han ocupado de estos baños y casi todos concuerdan en que fueron construidos en el siglo XI, durante la dinastía zirí, hace poco más de mil años. Reinaba por entonces el rey Badis. “Su construcción parece datar del siglo XI y son, sin duda, de los más viejos, importantes y completos baños públicos árabes conservados en España y de las obras más antiguas de la Granada musulmana”. Esto escribe Antonio Gallego Burín en su guía. Un estudio relativamente reciente ha sugerido que fueron construido en el siglo XII, basándose en el estilo de la mampostería, pero no se le ha hecho mucho caso.
Como hemos dicho, tras la Toma de Granada los cristianos se dispusieron a desmantelar todas las normas que había en la ciudad ocupada. Así que comenzaron a cerrar los baños en donde se aseaban los árabes por considerarlos impúdicos y perniciosos para las malas costumbres. También por estimar que estos sitios podían llegar a ser lugares de reunión y conspiración de todos aquellos que no aceptaban el cristianismo. Los baños de Al-Yawza estaban en una zona privilegiada de la ciudad y bastante poblada. Junto a ellos había una serie de tiendas que se abrían a la calle Bañuelo, lo que pone de manifiesto la importancia urbana de ese entorno. Durante un tiempo estuvieron abiertos porque había en la ciudad muchos moriscos, hasta que el rey Felipe II dictó una Pragmática en 1567 en los que prohibía a los moriscos también la práctica de los baños. “No se prohibió el aseo, sino la utilización de los baños como lugares de concentración y encuentro. Primero porque suponían la pervivencia de la cultura musulmana, posteriormente por suponer un potencial punto de conspiración”, dice el investigador Gabriel Pozo. Los baños públicos de Granada desaparecieron paulatinamente a partir del levantamiento de los moriscos, en 1568.
Lavadero público
Dos años más tarde, estos baños fueron convertidos en un lavadero público y a partir de ahí comienza un deterioro que se irá acrecentando con el tiempo. “A pesar de todo, el Bañuelo sobrevivió en sus estructuras, sin duda más por azar que por su deseo de conservación y llegó, milagrosamente, a los umbrales del siglo XX”, escribe el cronista Juan Bustos. Ya se sabe que durante todo el siglo XIX miles de piedras y maderas labradas desaparecieron de Granada, compradas o rapiñadas por coleccionistas y amantes del arte oriental, sobre todo extranjeros, que eran los que pagaban bien por estas piezas. El Bañuelo se salvó gracias a que fue comprado en 1912 por un miembro de la Real Maestranza de Caballería llamado Gonzalo Enríquez de Luna, que cultivaba el coleccionismo y le gustaban las cosas antiguas. Fue él el primero que alertó del estado en ruinas del edificio y, después de retirar el abundante escombro que tenía el edificio, intentó que las autoridades se concienciaran de su recuperación. Hasta tal punto que elaboró un informe, respaldado por la Comisión de Monumentos, en el que demostraba la antigüedad y la importancia del monumento. Después se lo vendió al Estado por un precio muy asequible: 15.000 pesetas. En 1918 fue declarado Monumento Nacional, aunque la medida no sirvió para detener la ruina del edificio. Y entonces llegó Leopoldo Torres Balbás, arquitecto conservador de la Alhambra y el salvador de varios monumentos granadinos (la Casa del Chapiz y el Corral del Carbón, entre otros) que hoy son visitados por miles de turistas. Fue en 1923 cuando el director general de Bellas Artes, el granadino conde de las Infantas, encargó a Torres Balbás que comenzara con las medidas de rehabilitación del edificio. Por lo pronto se impidió el desplome de las bóvedas, en las que ya se había iniciado la descomposición y se habían desprendido varios sillares.
Casi todos los investigadores coinciden en señalar que el trabajo de Torres Balbás fue espléndido, laborioso y muy respetuoso con el pasado. Tras el descombro inicial, se demolieron tabiques y muros que ocultaban el pasado zirí, recuperó capiteles de los primigenios baños, derrumbó parte de las construcciones que se había erigido a su alrededor y saneó la humedad que había en el edificio debido a la entrada de la acequia y las pilas de lavar. En fin, que si hoy está así es gracias a este arquitecto, que también está en el ADN de Granada debido a lo que hizo por esta ciudad.
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