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Los veraneantes de la Costa Tropical lo tienen cada vez más fácil para adquirir distintos productos, especialmente de playa, pues ni siquiera tienen que levantarse de su toalla o su tumbona mientras disfrutan del sol. El deambular de vendedores por la arena es una constante y ofrecen todo tipo de productos que les puedan ser de utilidad a los usuarios de las playas. Suelen ser productos de baja calidad o imitaciones, pero con un coste al alcance de lo que cualquier bañista pueda llevar en su bolsillo en el momento.
Desde gafas de sol hasta vestidos, pasando por sombreros o pareos, son algunos de los artículos que estos vendedores van ofreciendo mientras se pasean por las atestadas playas de la costa granadina. Pero también otros productos que no son estrictamente de playa, como relojes, polos, cinturones, monederos o complementos. Y también alimentos, como bocadillos, bollos o refrescos.
Es dura la actividad de quienes se dedican a la venta ambulante estival. Aunque en su mayoría son de origen africano y tienen una alta resistencia al calor, las temperaturas de agosto en el litoral granadino son también elevadas y difíciles de soportar. Es por eso que mayoritariamente se los suele ver por las tardes, y también por las noches en los bares o chiringuitos de las localidades costeras. Por la mañana son pocos los que se atreven, como por ejemplo es el caso de Demba, un senegalés de 24 años que desafía al termómetro y recorre varios kilómetros de la playa de Almuñécar en horario matutino: "Lo mejor es salir por las tardes que no hace tanto calor, pero hay mucha competencia y por eso salgo por la mañana", asegura.
Otros vendedores, como su compatriota Kalidou, no sólo se limitan a una localidad, sino que recorren varias en busca de nuevos mercados. "Habitualmente vendo en Almuñécar, que hay más gente, pero algunos días voy a Motril y Salobreña", afirma, destacando que en una jornada del mes de agosto puede vender alrededor de 50 euros en productos tales como relojes o gafas. Eso sin contar el precio de coste de la mercadería, por lo que no todo va a parar a su bolsillo. Además comenta que "cada vez la gente compra menos cosas por la crisis, y hay que trabajar más horas para ganar igual que antes".
La actividad de estos vendedores ambulantes no sólo es dura por la cantidad de kilómetros diarios que deben caminar bajo el sol, abriéndose paso entre sombrillas y toallas en las abarrotadas playas granadinas. También influye la cantidad de kilos que deben cargar, según la mercancía que se ofrezca. Así, es común ver a algunos de ellos portando varios bolsos colgando de sus hombros, una mochila sobrecargada en sus espaldas, no menos de cinco o seis sombreros sobre sus cabezas y tableros en sus manos en los que exponen decenas de productos como gafas de sol o de relojes.
Kalidou se dedica a la venta de prendas variadas, como vestidos de playa o pareos, lo que le supone acarrear muchos kilos de peso a lo largo de varios kilómetros. Todo ese esfuerzo, según afirma, "merece la pena para ganar dinero y mandarlo a mi familia, que lo necesita en Senegal". Como si todo ello no fuera suficiente problema, también debe estar pendiente de la vigilancia policial, a sabiendas de que se trata de una práctica comercial de carácter irregular y de que toda su mercadería puede acabar decomisada.
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