Un delicado jardín del Edén en el corazón del Albaicín
RESTAURANTE EL TRILLO
El Albaicín, por mucho que creas conocerlo, tiene la capacidad de confundir. Es suficiente quedarse mirando una palmera, un balcón, una celosía o una ventana para perder la pista de dónde estás exactamente. Ahí radica también su atractivo. Forma parte de la aventura llegar al restaurante El Trillo. Lo localizamos en el laberinto de calles encaladas, aparentemente todas iguales y de plazas de nombres evocadores, del Rosal o callejón del Gato. No es necesario haber entrado del todo para darse cuenta que El Trillo es especial. Un reflejo del alma de su propietario, Jesús Pernía, gaditano de Olvera enamorado de Granada. Cuenta Jesús que aprendió de cocina junto a su madre Carmen y su abuela Remedios. Con diez años aprovechaba que éstas se iban de visita para hacer sus estofados, sus potajes o cualquier otra receta que se le antojara. Llevaba la cocina dentro, a los 19 se matriculó en la Escuela de Hostelería de Granada. Luego vinieron Austria, Alemania, Nantes y Madrid hasta que al cumplir los 30 vuelve a la ciudad de la Alhambra, donde en plena plaza de la Trinidad funda el famosísimo bar Reca. Cuando surgió la oportunidad de quedarse con el traspaso del popular Mesón El Trillo del Albaicín no se lo pensó. Cambió el bullicio del centro por este jardín del Edén, desde que el que se divisa la Alhambra y donde es del todo feliz, lo que se nota en cada detalle. Ahora que ha empezado el buen tiempo, lo más apetecible es comer en el jardín pero en invierno resulta muy agradable el coqueto comedor interior con chimenea. También hay una terraza para divisar la Alhambra en toda su plenitud. La comida es mediterránea, muy creativa, y la carta extensa. Antes de pedir nada te sorprenden con un aperitivo, que en mi caso fue un salmorejo con tostada de mermelada de higos, fresas, aguacate y aceite de oliva. Recomiendo el tabulé con langostino al curry, una explosión de sabores y texturas. También las alcachofas al natural con vinagreta de verduras, sanas, ligeras, sabrosas. Otra buena opción es el atún de almadraba a la plancha con boletus confitados, base de ñoquis y wasabi, un plato muy completo y equilibrado. Los amantes del arroz disfrutarán con el arroz negro con chipirones, habas, gambas y toque de alga. El sorbete de mandarina y el bizcocho de chocolate y avellanas son una excelente manera de terminar una agradable comida. Cuesta trabajo marcharse del restaurante, lo mejor es dejarse llevar por la música, el sonido de las fuentes, el aroma de las flores y los estupendos cócteles que sirven. Mojito, queipiriña, piña colada, son las especialidades, no falta el gintónic. Un diez para este agradable lugar, también ideal para celebraciones, donde lo mejor es venir sin prisas permitiendo que 'se despierten los sentidos', lema del restaurante.
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