Día 35: la vida es bella
Opinión | La trinchera
Ninguno tenemos ni pajolera idea de cómo reaccionan nuestros hijos en el encierro
Un niño, un adulto, a ser posible siempre el mismo, de la mano o a distancia prudencial, pero ¿cómo harán las familias numerosas para desplazarse?
Sigo sin entender qué pretenden. La comparecencia de ayer, tratando de explicar lo aún es inexplicable, no sólo no ha resuelto nada, sino que ha conseguido cabrearme. Y cabrear a unos hijos resignados a que la vida será distinta. Imagino que a los suyos les pasará igual. Les aseguro que este Gobierno no está ya para recibir más toros a porta gayola. En este caso se ha parapetado con pediatras, psicólogos, virólogos y epidemiólogos. Ellos han propuesto los modos en que debe producirse esta mal vendida vuelta a la normalidad. Es curioso. No me ha parecido ver ni intención de consultar a padres o madres cómo lo llevan.
"Un rato al día". ¿Eso cuánto es? Dice Pablo. "Pablo pues no sé… Será una mañana; o una tarde”. Primer fiasco. Proponen un intervalo de treinta minutos, una hora a lo sumo. Suficiente para romper con la rutina del confinamiento. Que se aireen en la calle, pero sin tiempo para acudir a un parque, no sea que formen grupos y relacionen con otros. No es chiste. Se desprende del análisis. "Bueno, chicos, la propuesta es dar una vuelta alrededor de la casa". Me miran con cara de haber oído la tontería más grande que un padre podría decirles. Es verdad que si su hijo es pequeño, hasta seis o siete años, la medida vendrá de maravilla. Puede ser eficaz. Pero a partir de esa edad, la cosa se complica. "¿Que no voy a ver a mis amigos? ¿Qué no voy a ver a mis abuelos? ¿Qué no estaré con mis primos?". Pues no. Va a ser que no.
Sólo hasta los 12 años. En esa limitación, sobran años. Es más, yo bajaría la edad a ocho años. Pregunten ustedes. Pregunten a los niños y no elucubren más. Sobretodo, no hagan caso de técnicos que comiencen su intervención o informe abonándose a aquello de, "mi experiencia me dice". No los crean. Ninguno tenemos ni pajolera idea de cómo reaccionan nuestros hijos en el encierro. Ninguno tenemos ni remota experiencia. Si acaso, sus padres, los que amanecen y anochecen con ellos, los que ven su evolución, sus cambios de humor, sus respuestas… Nuestra conclusión es que, a partir de una edad aún infantil, será un fiasco la medida. Reclaman, no dar una vuelta a la manzana, sino recuperar su socialización su grupo de iguales y sus familiares. Lo demás, como fin del confinamiento.
Un niño, un adulto, a ser posible siempre el mismo, de la mano o a distancia prudencial. De nota. Cómo harán las familias numerosas para desplazarse. Qué sentido tiene poder no permitir que salgan esa media hora juntos los mismos que media hora después estarán conviviendo otra vez.
Lo último: sin mascarillas ni guantes obligatorios. Menos mal. Si no hay para los mayores, imagínense además pedimos tallas. Recomiendan que se lleve, pero no van a ser obligatorias. Lo de siempre. Un ejercicio de descolgar la responsabilidad en el último actor. Como no hay mascarillas ni guantes de su talla, pues decida usted. Esa es la opción. No le pueden obligar, porque tampoco pueden suministrar. Pero si se recomiendan, intuyo que es porque, de haber existencias, obligarían a ponérselas.
Lo dicho. Mientras los padres, obligados a mantenerlos siempre en actitud positiva. Obligados a a hacerles sentir que, a pesar de todo, y a pesar de todos, la vida es bella…
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