Encuentros en el palacio de los patos l María Dolores Calvo y Juan Francisco Delgado www.hospes.es // www.fuenso.com

La educación y la ley contra la violencia de género, a debate

  • ¿Cómo influyen los roles de género enseñados en la infancia? ¿Qué ha cambiado la nueva ley? ¿Dónde empieza una situación de malos tratos?Una toma de pulso de los cambios sociales que se han dado ya y de todo el camino que queda por recorrer

Juan Francisco Delgado: La reflexión que yo he hecho es que las leyes no se pueden esperar como la panacea, porque al fin y al cabo estamos hablando de acabar con un comportamiento que viene manifestándose desde que existe la raza humana, prácticamente, que es de dominación de un sexo sobre otro. Esto no se puede cambiar de la noche a la mañana. Y no se puede cambiar con una ley. De hecho, países que tienen leyes bastante avanzadas también tienen un índice importante de maltrato. A lo largo de los años se han ido aboliendo determinados aspectos. El derecho al voto de la mujer hoy lo vemos como algo muy normal y hasta hace muy poco no se ejercía. Y a pesar de que hay una ley que iguala al hombre y a la mujer en cuanto al sufragio, todavía existe la costumbre de que la opinión del hombre en determinadas familias es preponderante a la hora de decidir su voto. Es decir, que por el hecho de que se genere un derecho no se extingue un comportamiento.

María Dolores Calvo. Es evidente que la ley contra la violencia de género es un hecho innegable que era necesaria y creo que urgía que se pusiera en marcha. Como profesional de la forensía y por los años que me he estado dedicando al asunto, yo creo que hay que saber que tenemos que seguir avanzando. Como has dicho, no podemos pensar que tenemos la panacea sobre la mesa, no es cierto. Incluso tendría que existir la obligación de que esa ley fuera revisable, con carácter continuo. Porque de cada hecho que pasa, de cada muerte que acontece, detrás de todo eso, independientemente de que hay un actor, una acción y una víctima, hay unas circunstancias muchísimo más amplias. Y entonces yo creo que habría que empezar a analizar cuáles son las circunstancias de la pareja, de la familia, cuál es el detonante. Con esto no quiero que se interprete que se tiene que justificar la acción final, sino que muchas veces nos fijamos sólo en el final, en el límite, en la muerte, pero es que se nos está pasando toda esa evolución.

J.F.D. Todo el proceso anterior.

M.D.C. Efectivamente. Que la evolución puede ser una pareja de un año, pero en otros casos es una pareja totalmente establecida. Entonces yo insistiría en la idea de que la ley tiene que ser abierta. Todas las leyes lo son y para eso existen procedimientos, pero creo que tendría que tener el carácter ya inherente de revisable. Y de revisable con una periodicidad concreta o incluso sin necesidad de establecer tiempos, a hechos acontecidos. La ley en sí misma es buena porque protege, pero no se puede decir que ninguna ley sea excelente porque ninguna ley cubrirá jamás todas las necesidades.

J.F.D.Yo destacaría el consenso que se adquirió alrededor de la ley, más allá de la táctica política, que ese es otro tema, porque yo creo que hay que sacarlo de ahí. Ésta es una de las cosas que deberían estar fuera de la lucha política.

M. D. C. Totalmente de acuerdo.

J.F.D. Si hay algo que hace madurar a una sociedad es sacar determinadas cosas del enfrentamiento político. Otra cosa es que sobre la gestión haya dudas, pero sobre cómo se describe un marco de convivencia... En eso deberíamos estar todos de acuerdo. Es algo similar al terrorismo. Y eso también debería sacarse de la lucha política. Aunque luego la realidad no es ésa y hay campañas que se centran en el terrorismo, como ésta que acabamos de pasar. Por otra parte, yo creo que el proceso por el que se llega al maltrato tiene que ver mucho con la educación que se recibe. Es decir, la educación que recibimos los hombres y que hemos recibido a lo largo de la historia ha sido una educación pensada en lo masculino y las mujeres la han recibido exactamente igual.

M.D.C. Incluso nosotras, a veces, permitimos que eso siga siendo así.

J.F.D. Y porque además, os han educado para eso, para que exista sumisión, cierta dependencia. Y esa educación pesa a los hombres, que nos han formado para ser ganadores, dominantes, triunfadores, que somos los que tenemos que decir algo en lo público y que, además, tenemos que marcar el rol de lo que queremos en nuestra pareja, en general, aunque seguramente soy injusto cuando hago generalizaciones.

M.D.C. No, pero se ajusta bien. A eso le sumas lo biológico, porque es que biológicamente somos afortunadamente diferentes, porque, si no, no seríamos complementarios, socialmente hablando. Y muchas veces lo olvidamos. Y en esa demanda de ser justos y de que haya una justicia entre sexos a veces lo estamos olvidando. Efectivamente, el plan educacional, como tú decías, es el que nos va a marcar por encima de todo, pero luego está la caracterología, la personalidad del individuo, lo externo, lo interno... Toda una serie de aspectos que hay que saber ver desde fuera.

J.F.D. Que influyen en que la mayoría de las parejas y las relaciones, vayan bien o vayan mal, pero que sea una cuestión que se dirime entre dos, con conflictos, pero sin violencia. Se dirime en un conflicto de intereses, en un contexto donde desaparece el amor o no desaparece, pero se negocia.

M.D.C. Para mí existe un problema fundamental. A veces queremos estereotipar con exceso que la violencia va unida a un estatus, a una clase y conforme avanza la sociedad, existen otra serie de violencias sumergidas, casi ocultas, implícitas, que están muy vinculadas a clases sociales elevadas y eso todavía ni judicial ni legal ni social ni mentalmente lo tenemos asumido. Porque entendemos que de una persona con una mayor formación se presume que no puede soportar determinadas circunstancias de agresividad, cuando estamos olvidando que una cosa es la actividad profesional y otra cosa es la persona.

J.F.D. Totalmente.

M.D.C. Te lo digo porque eso sí me parece importante a la hora de evaluar, como es la parte que nos corresponde como forenses, o cuando se tenga que enjuiciar. Si pusiéramos una pantalla en la que no se ven el que juzga y los que van a ser juzgados y en la que se omitieran las actividades profesionales, y se vieran exclusivamente los hechos, yo aseguraría que, si se hiciera ese experimento, probablemente, muchos de los casos juzgados sin un antecedente profesional o de estatus o de nivel, serían incluso más penados. Porque es ese tipo de violencia...

J.F.D. Psicológica.

M.D.C. Sí, incluso mímica, de gestos, de despotismo...

J.F.D. Que está relacionado con la comunicación.

M.D.C. Hoy de hecho, las actitudes no se castigan. Y entonces, a raíz de esto, yo me hago una pregunta: ¿dónde empieza realmente la situación para que empecemos a hablar de una violencia de género? Pues yo me plantearía que en la falta de respeto. Todos podemos tener un enfado, pero hay enfados y enfados, tonos y tonos, hay formas y formas, actitudes y actitudes... Entonces, a lo mejor todavía no sabemos buscar el principio. Yo creo que muchas de las cosas que nos están fallando es que no hemos conocido el origen.

J.F.D. Por irnos a la antropología, el origen está relacionado con la posesión del territorio. Me estoy refiriendo al reino animal en general. Y todo animal tiene una relación, no con la violencia, sino con la agresividad para defender tu territorio, tu parte. ¿Qué es lo que pasa en la especie humana? Que esa agresividad para defenderse se viene manifestando en toda la historia. La hemos ido depurando, de forma que de las guerras bárbaras para defender el territorio hemos pasado a una violencia más directa en nuestro entorno para mantener nuestro espacio. Y, además, hemos ido sofisticando esa forma de violencia en nuestra relación.

M.D.C. Totalmente de acuerdo.

J.F.D. Por ejemplo, en una conversación de amigos sobre, digamos por ejemplo, poemas de Lorca, que se supone que se precisa cierta intelectualidad para ello, pues a lo mejor el que tú no dejes hablar a tu mujer sobre los poemas de Lorca cuando puede hablar perfectamente porque tiene preparación...

M.D.C. ...Es un daño.

J.F.D. Exactamente, es un daño moral, porque la estás desvalorizando o la estás anulando. A lo peor se hace sin darse cuenta, pero es un daño.

M.D.C. Pero porque lo tiene asumido. Y luego viene una parte todavía más grave, que es la permisividad, que de una manera inconsciente a veces da la pareja. Puede ser por evitar conflictos, por continuar con ese acercamiento de pareja, por miedo muchas veces al comentario. Lo que sí está claro es que al final, para mí, en estas situaciones no hay sólo un responsable. Yo creo que la responsabilidad nace en primer lugar de quien más capacidad tiene para dominar, que en este caso, en la violencia de género, es el hombre. Aunque no olvidemos que también están los casos en sentido contrario, pese a que porcentualmente sean menos.

J.F.D. También se da al revés, exactamente.

M.D.C. También existe un dominio a la inversa, incluso más intuitivo y más perspicaz, porque las mujeres tenemos esas capacidades y es biología, de nuevo. Pero el caso es que, para mí, no se trata sólo de responsabilidades jurídicas y tal, sino que hay que partir también de la responsabilidad como individuos, es decir, la del que estaba dominando y también la de aquél que por determinadas circunstancias de su vida, desde el punto de vista de la personalidad, es verdaderamente dependiente. Porque hay personas que dicen: "¿Cómo es posible que, con tres parejas que ha tenido, vuelve a tener el mismo problema?". Pues quizá no hemos atajado el problema porque habría que haber asistido de una manera concienzuda a esa persona, que seguro que está arrastrando una serie de problemas importantes y no sabe vivir en otro tipo de pareja. Hay una cosa imprescindible. Siempre hay que dejar muy claro que la persona que es víctima, como la que es agresor, hay que ver en qué situación se encuentra para ver qué tratamiento necesita, pero no como una recomendación, sino como una necesidad.

J.F.D. Como una prescripción. "Usted tiene que tratarse". Que no es si quiere o no quiere, sino que necesita tratamiento, y en el caso del maltratador hay que decirle que es que para estar en nuestra sociedad y no ser usted el peligro potencial y el maltratador que es, necesita un tratamiento. A veces nos lo tomamos a la ligera y es muy importante, porque, de hecho, en el 20 por ciento de los casos de víctimas que mueren la pareja tenía orden de alejamiento.

M.D.C. Que, por cierto, es una medida excepcional.

J.F.D. Magnífica. Porque lo que sabemos es los casos que se dan, pero ¿cuántos casos habría si no hubiera orden de alejamiento...?

M.D.C. Efectivamente. Pero para ser reflexivos y realistas, se dicta la orden de alejamiento, bien, pero ¿cuántas mujeres, porque se sienten todavía cuidadoras de su maltratador, porque no están todavía desintoxicadas de esa relación emocionalmente dependiente, por la pena, permiten el acercamiento?

J.F.D. No es sólo por la pena. Ahí opera un mecanismo psicológico relacionado con el "¿qué van a decir si yo rompo del todo?", "mis hijos están mejor con un padre"... O sea, cuando se ha estudiado a las víctimas, se ve que operan una serie de pensamientos racionales como esos, como "¿qué pueden pensar de mí si ahora estoy sola y maltratada?", "¿le debo dar una oportunidad?", "lo mismo cambia..." Viven con esa ilusión.

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