Historias de Granada
  • A finales de los noventa del siglo pasado surgió en Granada la idea de montar una escuela circense para preparar a futuros artistas

  • El granadino Gabriel Aragón, que inició una famosa saga de payasos, iba para cura, pero lo dejó todo para irse detrás de la domadora de caballos

El gran fiasco del Circo del Arte

Antonio Albadalejo, José Moratalla y Miliki. Foto Antonio Albadalejo, José Moratalla y Miliki. Foto

Antonio Albadalejo, José Moratalla y Miliki. Foto / Juan Ortiz (Granada)

Dedicadas al circo se han filmado muchas y buenas películas. Me acuerdo de El mayor espectáculo del mundo, de Cecil B. DeMille que interpretaba Charlton Heston. O El fabuloso mundo del circo, en la que actuaba John Wayne, Rita Haywort y Claudia Cardinale. Maravillosas las dos. Aunque si hay una 'película' dedicada a este arte que merezca un óscar al desatino y al despilfarro fue la Escuela de Circo que se montó aquí en Granada a finales de los noventa del siglo pasado.

Los principales protagonistas fueron el Ayuntamiento de Granada y Emilio Aragón Bermúdez, conocido por Miliki, aquel payaso de la tele que tanto hizo por la niñería de los años setenta. Y el caso es que era una buena idea. Había ilusión en ponerla en marcha y parecía que iba a tener éxito porque estaba avalada por un hombre de cierto prestigio en ese mundo como era Miliki. Pero el guion se interpretó de tal manera que terminó como uno de los grandes fracasos de dos gobiernos municipales, primero el de Gabriel Díez Berbel y luego el de José Enrique Moratalla.

Gabriel Aragón, cuando hacía de el gran Pepino con su hijo Tonino. Gabriel Aragón, cuando hacía de el gran Pepino con su hijo Tonino.

Gabriel Aragón, cuando hacía de el gran Pepino con su hijo Tonino.

A ver. A estas alturas de la película todo el mundo sabe que Granada es tierra de payasos. Y no lo digo con segundas. Lo juro por Dios. Gabriel Aragón Gómez, el abuelo de Miliki, el primero de una gran estirpe de pantomimos, nació muy cerca de la plaza de abastos de Granada, donde su madre era pescadera. Gabriel era un niño despabilado, por eso lo ficharon para que entrar en el seminario. Iba camino de ser cura -estaba a punto de ser sacerdote- cuando llegó a Granada por el Corpus un circo.

La historia de amor de este granadino hacia una domadora de caballos sueca puede servir de argumento para una comedia romántica. Resulta que Gabriel recibió de su hermano Enrique, que trabajaba en el circo, unas cuantas entradas para ver la función gratis. Allá se fue con varios de sus compañeros de seminario. Lo que vio allí le cambió la vida y el destino. No quedó impresionado por el espectáculo en sí, sino por la chica que cabalgaba de pie sobre dos caballos. Tenía unas piernas preciosas y una figura capaz de hacerle cambiar de opinión con respecto a su futuro. Se llamaba Virginia Foureaux y tenía como nombre artístico la Bella Esmeralda por el intenso color verde de sus ojos. Gabriel enseguida naufragó en su mirada. Fue a ver su espectáculo todos los días y cuando el circo se marchó, el fogoso enamorado lo dejó todo y se fue detrás de la mujer que amaba, aunque ella aún no lo supiera. Lara Aragón, la tataranieta, ha escrito en la revista Alhóndiga que Gabriel, gracias a la recomendación de su hermano, entró como mozo de pistas y después se encargó de asear y quitar las boñigas de los caballos de la Bella Esmeralda, pero únicamente por estar más cerca de ella. Solo el amor explica lo absurdo, como dijo alguien. “A Gabriel le faltaba tiempo, pero le sobraba decisión. No importaba que no pudiera conquistarla en unas horas. Estaba dispuesto a emplear el resto de su vida, toda ella si fuera necesario, para hacerlo. Lo importante para él era no perder el contacto con su amor”, escribe la tataranieta.

Cuenta Lara que cuando Gabriel le declaró el amor a la Bella Esmeralda, esta le contestó: “yo solo me casaré con un payaso, y a ser posible el mejor del mundo”. Y al granadino no le quedó más remedio que convertirse en el mejor payaso del mundo. Así empezó la saga de la familia Aragón. Tras preparase concienzudamente y aprender a tocar la mandolina, fue presentado al público con el gran payaso Pepino. Fue un gran mimo y sus números eran aplaudidos en todas las ciudades a las que el circo llegaba. Gabriel Aragón y la Bella Esmeralda tuvieron nada menos que 15 hijos. Cuando no estaban actuando estaban traspasándose los fluidos del amor. Muchos de estos hijos fueron artistas de circo. Su hijo mayor, Arturo Aragón, formó parte con él de pareja adoptando el nombre de Pepino y Tonino. Fueron famosos en el mundo entero.

Emilio, otro hijo de la pareja, fue Emig. Y José María y Teodoro formaron el dúo Pompoff y Thedy. Y una hija, Virginia, fue una famosa trapecista. Fue Emig y su esposa Rocío Bermúdez, que también era artista de circo, los que trajeron al mundo a los famosos Gaby, Fofó y Miliki, los payasos de la tele.

¡Vaya idea!

La idea de crear aquí un circo permanente que sirviera de escuela y de promoción de espectáculos fue concebida en 1996 cuando se instaló por unos días en Granada el llamado Circo de la Alegría, que llevaba por toda España el famoso payaso Miliki. En una reunión con el alcalde Gabriel Díaz Berbel surgió la pregunta. ¿Y si montara un circo permanente que sirviera de escuela en la ciudad en la que nació mi abuelo?, se preguntó Miliki. “Una idea cojonuda. Seguro que cuaja. Aquí hay muchos saltimbanquis”, le respondería Díaz Berbel con aquella socarronería que le caracterizaba. Dicho y hecho. Las carpas para el circo, de 40 metros de diámetro y con capacidad para unas mil personas las pondría Pantomima, la empresa de Miliki. De la financiación se ocuparía el Ayuntamiento y otras instituciones que quisieran adherirse al proyecto. Para su instalación se pensó en unos 7.000 metros cuadrados de terreno municipal que había al final del Camino de Ronda.

Emilio Aragón Bermúdez, Miliki, en la plaza Mariana Pineda. Foto. Emilio Aragón Bermúdez, Miliki, en la plaza Mariana Pineda. Foto.

Emilio Aragón Bermúdez, Miliki, en la plaza Mariana Pineda. Foto. / Juan Ortiz (Granada)

En 1999 deja de ser alcalde de Granada Gabriel Díaz Berbel, despojado de su cargo por el famoso tripartito. José Enrique Moratalla recogió la idea y la calificó como buena. Había que ponerla en marcha. Fue entonces cuando decidió hacer un Consorcio en el que también entraría la Diputación, la Rural y CajaGranada, pues por entonces los granadinos aún teníamos caja. En incluso se nombró a un gerente, Antonio Albadalejo, con un sueldo y unas ganas de gastar dinero que hicieron pensar que no estaba en el cargo porque le gustaba su puesto de trabajo. Los granadinos estábamos ilusionados porque esta ciudad albergara un circo estable y la Escuela Internacional de Artes Circenses, que era así como se iba a conocer. Y muchas madres ya soñaban con que sus hijos se hicieran artistas de circo.

Conocí personalmente a Miliki una de las veces que vino a Granada a hacer realidad el sueño de montar esa escuela que diera dignidad a una manera de hacer espectáculo que estaba en horas bajas. Sus hermanos Fofó y Gaby ya habían muerto y él era el único superviviente de aquel trío tan famoso de la televisión. Fui a hacerle una entrevista y quedamos para darnos un paseo por el centro de Granada. No recuerdo las preguntas que le hice ni las respuestas, pero si recuerdo que me pareció un hombre de natural cálido en sus modales que se había ilusionado con la idea de que hubiera unas instalaciones en Granada que, según él, iban a ser un referente para el circo del futuro. Él iba a ser el presidente honorífico y se sentía orgulloso de ese nombramiento. La entrevista la hice a golpes de paradas, pues muchos granadinos de mediana edad que lo reconocían se acercaban a él para expresarle su gratitud por los buenos ratos que les había hecho pasar y decirle que lo admiraban. Él respondía a todo el mundo con una sonrisa y un 'gracias' que le salía del alma.

–El combustible que hace que funcione aun mi corazón es el cariño de la gente– recuerdo que me dijo.

A trancas y barrancas y después de algunas actuaciones para calentar motores, se consiguió que el llamado ya Circo del Arte se inaugurara el 23 de abril, día del Libro, de 2003. Aquella noche todo fueron parabienes. Actuaron Manel Fuentes, Santi Rodríguez y Tricicle. Un espectáculo digno para la ocasión. Yo estuve en aquel acontecimiento y recuerdo al alcalde Moratalla recibir felicitaciones y enhorabuenas por la magnífica idea que había apoyado. “Siento una gran felicidad. Lo poquito que hayamos podido aportar al proyecto está exageradamente compensado con llegar a este momento”, manifestó emocionado Miliki en la rueda de prensa anterior al acto. También llegó a comentar que aquellas carpas permanentes iban a servir de escenario para todo tipo de espectáculos, incluida la ópera y el ballet. Y que incluso serviría como escuela, con cursos de iniciación dirigidos a niños y la celebración de seminarios para debatir la situación y el futuro del circo. Era un excelente guion y con buenos actores, pero falló la dirección, la producción y la realización, por poner comparaciones relacionadas con el cine.

Miliki, en una de sus actuaciones en el Circo de la Alegria. Miliki, en una de sus actuaciones en el Circo de la Alegria.

Miliki, en una de sus actuaciones en el Circo de la Alegria. / Juan Ortiz

Incluso antes de empezar a funcionar habían aparecido ya graves problemas. El dinero se iba como el agua y nadie sabía tapar las fugas. No se constituyó un órgano capaz de dirigir aquella película y parecía que todos los actores actuaran por su cuenta. Recuerdo que los arquitectos le pedían al Ayuntamiento 745.000 euros por un proyecto encargado por una persona que luego desapareció del mapa y que no pertenecía al Consistorio ni a Pantomima SA, la empresa de Miliki.

Cuando la empresa constructora que se encargó de la remodelación de los terrenos fue a cobrar una factura de 70.000 euros al Ayuntamiento, allí le dijeron que eso correspondía pagarlos a la empresa del famoso payaso. Cuando fueron a la empresa del famoso payaso le dijeron que eso era cosa del Ayuntamiento. Las facturas se las peloteaban de tal manera que más que una escuela de circo aquello podía ser una escuela de tenis. Y es que sin ni siquiera haber empezado a funcionar ya había que pagar cantidades importantes de difícil justificación.

Hasta tal punto que años después, ya con el PP de nuevo en el gobierno municipal, el concejal de Cultural y encargado del Consorcio, Juan García Montero, llevó a los tribunales a Antonio Albadalejo, por un presunto delito de malversación de caudales públicos. La Cámara de Cuentas de Andalucía halló indicios de responsabilidad contable en su gestión. Por lo visto, más que un gerente, el referido era un mago que hacía desaparecer el dinero público de una manera que dejaba a todos embobados. El caso que ante el naufragio del proyecto que se avecinaba, las entidades colaboradoras que lo financiaban comenzaron a retirarse. Primero las cajas de ahorros y luego la Diputación. O viceversa, de eso no me acuerdo.

Después del acto inaugural la carpa no volvió a acoger ningún espectáculo hasta el año 2006 en que se aprobó la disolución definitiva del Consorcio. Fin del espectáculo. Cuando se llevó a cabo el cierre definitivo, la deuda era de casi un millón de euros. CajaGranada asumió pagar el 25 por ciento de la misma y la Rural el 15 por ciento. El resto salió del bolsillo de los granadinos. De dónde si no.

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