Granada

La mujer que mató a su marido en Charches dice que era como un "jefe"

  • Revela en su declaración que "podía soportar que la maltratara" pero no que le fuera infiel

María Dolores R.L., la mujer que el mes pasado mató de dos disparos de escopeta a su marido en su casa de Charches, reveló durante una de las tres declaraciones que ha prestado hasta el momento -una ante la Guardia Civil y dos en el juzgado- , que "no podía soportar la situación familiar que tenía en casa". Su esposo y víctima, Francisco Medina Espigares, era, según sus palabras, "como un jefe". Por eso nunca lo denunció; le tenía "mucho miedo".

La mujer, de 45 años y que se encuentra en situación de prisión provisional por el crimen, explicó ante la jueza que investiga el caso, la magistrada del juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 2 de Guadix, que ella "podía soportar que la maltratara", pero no que estuviera con otra mujer. Y ése fue el detonante del crimen: la infidelidad de su marido con una prostituta, con la que "gastaba mucho dinero".

María Dolores, según se desprende de la referida declaración, prestada el 27 de mayo en sede judicial y a la que ha tenido acceso Granada Hoy, descubrió en agosto de 2012 que su esposo mantenía una relación con la prostituta. Desde entonces, según dijo, mantenían "discusiones" con frecuencia. La última fue justo antes del crimen, ocurrido durante la madrugada del 13 de mayo.

Horas antes, la pareja había ido a cenar a casa de su suegra junto con una de sus dos hijas y su nieta. Al terminar la velada, regresaron a su domicilio, una casa dividida en dos viviendas: una en la planta superior en la que habitaba el matrimonio y su hija menor, y otra en la planta inferior, ocupada por su otra hija, su yerno y su nieta.

Cuando llegaron, María Dolores y su esposo subieron a la planta superior para acostarse. Francisco se dio una ducha y luego vio un rato la televisión, momento en que volvieron a reñir por la otra mujer. Francisco la insultó: le dijo que ella era "una sosa" y "un espantapájaros".

La pareja se metió en la cama sobre las tres de la madrugada, pero María Dolores se levantó. Cogió una escopeta que estaba cargada detrás de la cortina y "mientras su marido estaba dormido, le dio dos disparos, sin saber dónde fueron". La habitación estaba "oscura".

A continuación, colocó el arma en su sitio, salió del cuarto y "con miedo se quedó en el sofá". Allí pasó "toda la noche" sin poder conciliar el sueño. Cuando sus hijas se fueron "a las lechugas" -trabajan en tareas agrícolas-, "sacó a su marido de la habitación". Lo llevó al garaje y lo introdujo en el maletero del coche. Luego trasladó el cadáver en el vehículo familiar y lo llevó a unos cinco kilómetros de la casa, dejándolo "en un barranquillo que hay cerca de un caminito". Luego "intentó esconder el cuerpo poniéndole piedras encima".

A continuación regresó a la vivienda, cogió la ropa de la cama y la quemó en la chimenea. También el teléfono móvil de Francisco. "Cambió el colchón" y "puso sábanas nuevas". Asimismo "cambió la mesita de noche del lado de su marido porque habían penetrado postas en ella". Por último pintó el trozo de pared al que había salpicado a sangre y lavó el coche.

María Dolores trató de ocultar en un principio que había matado a su marido. Participó incluso en la primera batida que se realizó tras ser denunciada la desaparición de su marido, al que, según dijo, "quería mucho". Lo que hizo, de acuerdo con su declaración, fue porque "le dio un impulso" y "no era ella". Acabó confesando a la Guardia Civil su acción después de que los agentes le hicieran la prueba para hallar restos de pólvora en sus manos.

Durante este interrogatorio, en contra de lo sostenido en otro anterior, negó haber preparado la escopeta para llevar a cabo el crimen y afirmó que estuvo "mucho tiempo aguantándolo, pero que no quería hacerle lo que le hizo".

En la causa ya han declarado también diversos testigos. Entre ellos, las hijas del matrimonio, el yerno y un compañero de trabajo -Francisco trabajaba en el Infoca- que se encargaba de recogerlo todos los días y que fue quien dio la voz de alarma al no acudir el hombre a su puesto. Las fuentes judiciales consultadas por este diario indicaron que, dada la naturaleza del delito cometido, el crimen de Charches se tramitará por la ley del Jurado, por lo que, salvo que el proceso diera un giro inesperado, será un tribunal popular el finalmente emita veredicto y decida si se trató de un homicidio o un asesinato, así como si concurrieron posibles atenuantes o agravantes en la conducta de la imputada.

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