La música en la Semana Santa
En los márgenes
Del rito mozárabe a los grupos de cámara, bandas de cornetas y tambores, bandas de música y las saetas flamencas actuales
Estos son los grandes estrenos de la Semana Santa de Granada
Podemos remontarnos a las más antiguas melodías que tenemos en la Península Ibérica, las Lamentaciones de Jeremías, del Rito hispano-visigodo o mozárabe y que tendrán un importante desarrollo en los grandes polifonistas del los siglos XV y XVI.
Dentro del canto gregoriano para la Semana Santa destacar: Lamentaciones para el Viernes Santo, Las Tinieblas de Viernes Santo, Miserere y Stabat Mater, a los que se añadirán posteriormente Romances de Pasión, Sentencias, Pregones y Pasiones para completar el repertorio vocal-instrumental.
Las Siete palabras de Cristo en la Cruz ha sido otro de los grandes temas de inspiración musical. En 1787 la Hermandad de la Santa Cueva de Cádiz encargó al compositor austríaco Joseph Haydn un oratorio que describiera las Siete Palabras y el terremoto descrito en el Evangelio de San Mateo. Haydn realizó también una versión para coro y orquesta de la obra y de una transcripción para cuarteto de cuerda, siendo esta última la versión más célebre. Igualmente tenemos con el título Sept paroles du Christ en croix una obra coral de César Frank y Charles Gounod en el siglo XIX.
El Miserere es el Salmo 50 de la Biblia en la edición Vulgata. Fue compuesto, según la tradición, por el rey David, después de que el profeta Natán le hiciera ver el grave crimen que había cometido pecando con Betsabé, la esposa de Urías, y haciendo perecer a éste en el combate, según se narra en los capítulos 11 y 12 del Libro 2º de los Reyes. Es el canto de penitencia por excelencia. Comenzó a añadirse en la Semana Santa hacia finales del siglo XI, especialmente los jueves, viernes y sábado santos en las funciones de “Tinieblas” en el Tríduo Sacro. En 1585 Tomás Luis de Victoria publicó su Officium Hebdomadae Sanctae (El Oficio de Semana Santa), cumbre de la polifonía, en donde incluye un Miserre de gran sobriedad con un simple “fabordon”. Famoso fue el Miserere en La menor de Mozart, o el que Verdi introduce en el acto IV de Il Trovatore.
La Catedral de Córdoba conserva espectaculares Misereres de los siglos XVII y XVIII, compuestos par un alto número de voces y de “coros”, llegando a veinte y más voces reales, en cinco, seis y hasta siete “coros” distintos, cada uno de los cuales cantaba en distintos lugares del templo, creando así una “estereofonia” natural impresionante, propia del mejor barroco. También en la Catedral de Jaén y en otras catedrales andaluzas, colegiatas y abadías.
Podemos destacar en el siglo XIX los Misereres de Vicente Palacios en Granada (1832), el de Hilarión Eslava en Sevilla (1835, con una revisión de algunos números en 1837) y el de Eduardo Ocón (hacia 1856). El de Granada se cantó sin interrupción casi un siglo, hasta que dejó de cantarse hacia 1929. El gran investigador de nuestros Misereres ha sido el musicólogo José López-Calo.
El compositor granadino contemporáneo José García Román tiene en su catálogo un Stabat Mater de 1974 y un Miserere de 1975, de gran interés.
En cuanto a la música puramente instrumental mencionar las capillas musicales, en un principio formadas por chirimías y bajón, y en la actualidad por dos oboes y un fagot, en algunos grupos se incluye la flauta. Esta música de cámara tiene importantes obras, muchas de ellas conservadas en los archivos de las cofradías de Semana Santa.
Los grupos musicales, atestiguados al menos desde la Edad Media (con chirimías, sacabuches, bajón, atabales, etc.), y las bandas de cornetas y tambores de uso militar desde 1818, se van a introducir en la Semana Santa, así como las bandas montadas a caballo de clarines y timbales y posteriormente las bandas de música municipales y otras civiles de diversas asociaciones y cofradías.
La música y el sentimiento popular tendrá su cauce en la Saeta (de sagita, flecha), canto religioso tradicional interpretado fundamentalmente en las procesiones de Semana Santa en España, especialmente en Andalucía y algunas zonas de Extremadura, Castilla La Mancha y Murcia. Antonio Fernández Moreno, 'Talismán', en su Teoría del Cante Jondo (1958) la define así: "Luna trágica. Pausado y hondo redoblar de tambores en la noche primaveral andaluza, morada como un lirio. Hileras de encapuchados con cirios encendidos en la mano, llenan silenciosos, en un imponente Vía-Crucis, las calles en sombra de toda Andalucía. […] De la noche del alma, encerrada, inconsolable, en su propio dolor, del 'martinete', la 'carcelera', la 'siguiriya', al misticismo de la pasión y el sufrimiento. Al vuelo alto, luminoso, vibrante, de la saeta [...]".
Por su parte José Blas Vega y Manuel Rios Ruiz, en su Diccionario Flamenco (1988) consideran como primeras referencias a los Hermanos del Pecado Mortal y de los Auroros. "De estas saetas sentenciosas o avisos morales se habla por primera vez en un libro impreso en Sevilla en 1691: Voces del dolor nacidas de la multitud de pecados que se cometen…, dábalas Fr. Antonio de Escaray: 'Mis hermanos los reverendos Padres del convento de Nuestro Padre San Francisco todos los meses del año el domingo de cuerda. Por la tarde, hacen misión, bajando la Comunión a andar al Vía-Crucis con sogas y coronas de espinas, y entre paso y paso cantaban saetas' ". Destacando en los orígenes de la saeta flamenca a Enrique El Mellizo, Manuel Centeno, Antonio Chacón, Manuel Torre, La Serrana, Medina El Viejo, la Niña de los Peines y Manuel Vallejo.
A la música organizada tenemos que añadir el ruido festivo. Del poder civil: salvas, del poder religioso: campanas, y del pueblo: campanillas de barro en los facundillos del Realejo y el Albayzín, gritos de “vivas” y piropos a las imágenes, cohetes, bengalas y aplausos.
Entre los investigadores de este tema destacar a José López-Calo, Eusebio Rioja, Antonio Martín Moreno, Jorge de la Chica, José Luis de la Torre, Miguel Ángel Berlanga, José Antonio González Alcantud, Rebeca Martínez Rodrigo, Juan Carlos Galiano Díaz, Antonio Ramírez Palacios, José Manuel Delgado Rodríguez y Francisco Senra Lazo.
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