El papa llegó a Granada en ‘la alsina’
Una avería en el papamóvil permitió que Juan Pablo II entrara en la capital de la Alhambra en un autobús de línea regular
En Granada, el año 1982 fue pródigo en emociones para creyentes y personas dadas a la veneración de los símbolos de la fe. Ese año, dos acontecimientos relacionados con la Iglesia sacudieron los cimientos de la religiosidad de miles de granadinos. Uno de ellos acabó en fiasco y el otro se convirtió en un hecho para recordar durante toda la vida.
El día 13 de mayo, justo un año después de que el papa Juan Pablo II sufriera un atentado por parte del turco Alí Agca, una gran multitud de personas se concentró en torno a la basílica de San Juan de Dios, donde, supuestamente, una Virgen estaba llorando lágrimas de sangre. Se formó una impresionante cola para ver la imagen de la Virgen. Al día siguiente llegaron autobuses enteros de pueblos cercanos para contemplar el supuesto milagro. Ante el gran revuelo que se había creado, el arzobispo, monseñor Méndez Asensio, decidió cerrar la basílica. La multitud enfervorizada gritaba desde fuera ¡Queremos verla! ¡Queremos verla! Si en Roma, en Civitavechia, había una Virgen que lloraba sangre reconocida por el Vaticano… ¿por qué Granada no podía tener una?
Pocos días después el arzobispado quiso desmontar el milagro y emitió un comunicado diciendo más o menos que no existía indicio alguno de intervención sobrenatural. Todo había sido obra de un sacristán que, viendo los acontecimientos políticos que se sucedían en España, creyó necesario pintarle de rojo las lágrimas que exhibía la Virgen que se encontraba a la entrada de la basílica. ¡La Virgen lloraba por la situación de España y del mundo!, parecía ser el mensaje subliminal que quería aportar el sochantre tramposo. Un año antes, como digo, habían atentado contra el Papa Juan Pablo II y en España se celebraban las elecciones generales que iban a permitir un gobierno laicista que dejaría apartada a la Iglesia. Había que hacer algo y qué mejor que acudir a las “reminiscencias mágicas propias del Sur español”, como había escrito el teólogo José María Castillo, para inventarse un milagro que atenuase las oleadas de neopaganismo que se cernían sobre España
La avería
Pero, sin duda, el acontecimiento más importante de ese año sucedería el día 5 de noviembre, día en el que el papa Juan Pablo II visitaría Granada. En esa jornada de nuevo los granadinos se movilizaron y crearon masa para ver al Papa que venía a Granada. Pero no solo la gente de a pie, sino instituciones, empresas y colectivos varios. Por lo pronto en los hospitales se iba a reservar varias habitaciones por si al Sumo Pontífice se le ocurría ponerse enfermo. Iría seguido por una UVI móvil y un equipo de especialistas haría guardia en el Hospital de Traumatología. Se suspendieron todos los permisos entre las fuerzas de seguridad, el Ayuntamiento comenzó a adecentar las calles por donde iba a pasar el papa y la explanada en Almanjáyar, donde diría una misa ante cientos de miles de personas.
A Juan Pablo II se le llamaba ‘El papa viajero’. A lo largo de su pontificado hizo casi 150 viajes por todo el mundo. Su primer viaje a España estaba previsto para el 15 de octubre de 1981, pero el citado atentado del que fue objeto en la plaza de San Pedro hizo que se aplazara. Después se pensó en el 12 de octubre de 1982 como como el día elegido para la clausura de los actos del cuarto centenario de la muerte de santa Teresa de Jesús. Pero España estaba en plena campaña electoral, así que el Episcopado español prefirió que fuera el 31 de octubre. A las cinco de la tarde de ese día llegó a Madrid y lo primero que hizo fue besar el suelo, como tenía costumbre. Antes de salir de Roma le había dado tiempo de canonizar a dos religiosas francesas y rezar el Ángelus, como todos los domingos, en la plaza de San Pedro. Recorrió 16 localidades en nueve días en su 15º viaje oficial, en un ritmo frenético. El 1 de noviembre cerca de 3.000 monjas de clausura esperaban a Papa en el convento de la Encarnación de Ávila en representación de las casi 15.000 religiosas contemplativas que había en España en 1982. Habían pasado toda la noche de vigilia esperando la llegada del helicóptero del Papa. Muchas de ellas llevaban toda la vida en su convento y en algunos casos era su primera salida en 30 años, según decían las crónicas periodísticas. Ese mismo día el papa Juan Pablo II clausuraba en Alba de Tormes (Salamanca) los actos del cuarto centenario de la muerte de Teresa, con retraso para evitar la llegada del Papa en plena campaña electoral. En Alba visitó el sepulcro de la santa en la iglesia de la Anunciación en compañía de los duques de Alba. Juan Pablo II, cuya tesis doctoral versaba sobre San Juan de la Cruz, era un gran conocedor de los místicos españoles. Un día más tarde el Papa celebró una misa multitudinaria en el cementerio de la Almudena de Madrid en el día de los Fieles Difuntos. A pesar del intenso frío, miles de personas se acercaron para verle. Después vendrían Guadalupe, Toledo, Segovia, Sevilla, Granada, Loyola, Javier, Zaragoza, Barcelona, Valencia y Santiago de Compostela, para para volver en avión desde Galicia a Roma el 9 de noviembre. Una auténtica paliza. La visita del Papa fue uno de los grandes acontecimientos mediáticos de la historia de la televisión. Según TVE, 20 millones de personas le siguieron a través de la televisión.
Desde el atentado que sufrió, el papa hacía su recorrido en una especie de vehículo cerrado con cristales blindados que la prensa lo había bautizado como el ‘papamóvil’. Pero en ningún sitio pasó lo que le pasó en Granada. Hay quien lo achaca a la consabida malafollá en aquella tierra, pero el caso es que cuando iba a visitar la basílica de la Virgen de las Angustias el papamóvil empezó a echar humo. El jefe del Estado del Vaticano, ni corto ni perezoso, se fue al autobús de la empresa Alsina Graells que venía detrás con los obispos y se sentó delante, al lado del conductor. De pronto, la muchedumbre comenzó a pasarse el recado como si fuese un ‘guasap’ colectivo: ¡El papa viene en la alsina! El conductor, Antonio García, diría después a la prensa que había sido el recorrido “más sereno, más seguro y más bello” que había hecho en su vida. Sin quererlo, Antonio García se convirtió por una hora en el famoso chófer del papa.
El rezo ante la Virgen de las Angustias
Si hay en Granada una iglesia que ejerce un poder balsámico especial sobre el granadino es la Basílica de la Virgen de las Angustias, en donde está la imagen de la patrona de Granada. De estilo barroco y construida a comienzos del siglo XVII, arquitectónicamente no tiene mucho valor, pero espiritualmente sí tiene mucho porque acapara la fe de miles de granadinos. En septiembre son sus días grandes. El quince se realiza la ofrenda floral y el último domingo su procesión a la catedral metropolitana, eso si no hay pandemia. Por eso era casi imprescindible que el papa visitara la basílica. Y eso hizo. En las fotos que se publicaron en los periódicos se ve al Sumo Pontífice postrado ante la patrona de Granada. Después del rezo en la Virgen de las Angustias, la comitiva papal se dirigió a Almanjáyar, donde se había instalado el altar desde el cual se iba a oficial la multitudinaria misa. En el altar había dos mil rosas rojas, una talla policromada de Cristo crucificado y una Virgen de la Soledad, ambas del siglo XVII. También había dos tapices flamencos del museo de la catedral; la candelería de plata de esta misma iglesia; el sillón catedralicio utilizado en las procesiones del Corpus y la cruz de orfebrería de plata del siglo XVI de la antigua colegiata de Santa Fe, entre otras obras. Para unos lo que el papa se merecía y para otros demasiado lujo para exhibirlo en un barrio tan pobre como Almanjáyar. En cuanto a la cifra de personas que asistieron a la misa, el periódico Diario de Granada, de tendencia socialista, dijo que habían sido 300.000. Ideal, de la Editorial Católica, dijo que 700.000. El sentido común tiró por el medio y quedó en 500.000.
Una periodista escribió en un tono escéptico, seguramente encaminado a ridiculizar el fervor que provocaba la visita, que estaban previstos de cuarenta a sesenta partos prematuros, que serían provocados por la emoción de mujeres que deseaban que sus hijos nacieran coincidiendo con la visita del Sumo Pontífice. Una tuna y un coro cuyas mujeres iban vestidas con bata de cola, cantaron la salve rociera y en una pancarta que había en primera línea, se podía leer: Juan Pablo II, olé a la madre que te trajo al mundo. Ese día nacieron 25 niños en Granada.
Al día siguiente el papa continuó con su viaje. Muchos fieles en Granada habían quedado conmovidos por la visita de aquel hombre que murió en 2005 y que fue convertido en santo en 2014. En la parroquia de San José de Calasanz de Granada hay una reliquia de Juan Pablo II. Se trata de un trozo de tela manchada de sangre que corresponde a la túnica que llevaba cuando sufrió el atentado en la plaza de San Pedro. Mucha gente que va a ver la reliquia recuerda sin duda el día en que aquel papa estuvo en Granada, el único que ha rezado ante la imagen de la Virgen de las Angustias.
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