Puerta Real o el kilómetro cero de la malafollá granaína
El ADN de Granada
Allí se levantó un arco para dar la bienvenida al rey Felipe IV, que estuvo en Granada seis días
En donde hoy está el Teatro Isabel la Católica, había un casino en el que se reunían los representantes de las clases sociales más acomodadas
La Romanilla, la plaza del aguaor, del Caramelo y de los bollitos calientes
Los cronistas antiguos afirman que antes Puerta Real (o Portarrás, que dicen los más castizos) era solamente la explanada que había en donde están hoy cinco de los edificios más emblemáticos de Granada: el hotel Victoria, el Suizo, el edificio Olmedo, Correos y el inmueble donde estaba la popular Papelería Costales. Todos con historias que conforman el ADN de Granada. En los bajos de este último estuvo el Café Colón, que fue objeto de un incendio en 1931 por parte de los partidarios de la República porque allí se reunían los empresarios y gente de derechas. El edificio quedó destruido y fue levantado el que hoy todos conocemos por la Compañía Adriática de Seguros y en cuyos bajos se instaló la citada papelería, que tenía fama de tener los empleados más malafollás de Granada. Hasta que en la década de los ochenta fue adquirido por La General, que lo reubatizó con su nombre. Actualmente hay una tienda de Adolfo Domínguez. Aunque por mucho que pase de manos siempre será conocido por el edificio Costales.
En cuanto al Café Suizo, era antes conocido por Gran Café Granada. Un sitio en el que coincidía todo el mundo: estudiantes que iban a repasar los apuntes, poetas que tenían allí su tertulia, forasteros que venían de algún pueblo cercano a hacer un trato y parejas que encontraban allí un refugio ideal para declarase su amor. Era acogedor y el que entraba allí percibía que estaba en un sitio singular y único. Adornado con escayolas, arcos y columnas de mármol blanco, tenía mesas de mármol y sillas de madera encanutada que habían pasado con mucha dignidad el paso de los años. Curiosamente la barra estaba dividida en dos zonas: una para los hombres y otra para las mujeres. Hoy es un establecimiento de comida rápida que pertenece a una multinacional. Pero la gente le sigue llamando El Suizo y no hay granadino añejo que se precie que no pase por allí y se le haga la boca agua cada vez que recuerde el sabor de la ensaladilla rusa con gambas que allí ponían. Otros paladares recuerdan la leche merengada.
Pues bien, entre esos dos edificios (hoy la entrada a la calle Mesones) se supone que se instaló el arco para recibir al rey Felipe IV, que vino a Granada en 1624. En honor a él se le llamó a aquel espacio Puerta Real. El monarca se hospedó en la Alhambra y durante los seis días que estuvo en Granada visitó la catedral, la capilla real, San Jerónimo y Santo Domingo, entre otros monumentos. En Granada el rey celebró dos consejos de Estado.
Puerta Real, por tanto, se le llamaba al espacio que ocupa hoy el granado plantado por Díaz Berbel en 1998 y que, a pesar de tragarse todos los malos humos de los coches y autobuses que pasan por su lado, crece y fructifica con la vitalidad de uno que estuviera plantado en plena vega. Justo en el sitio donde, a falta de semáforo, hasta mediados del siglo XX había un guardia de chaqueta azul y casco blanco y guantes del mismo color, que regulaba el tráfico con su silbato y el movimiento de brazos: el reino del famoso Pavarotti, cuyos pitidos se oían hasta en Almanjáyar. Precisamente uno de los guardias, un tal Francisco Garzón, al ver que la tierra que tenía debajo de sus pies temblaba, paró el tráfico y empezó a dar pitidos para alertar a la gente a que se retirara de la zona cuando sucedió, allí mismo, el reventón del Darro en 1951. No hubo víctimas mortales pero el reventón causó cuantiosos daños a los negocios colindantes, empotró coches y se llevó locales enteros, como un bar que curiosamente se llamaba La Playa y que quedó convertido en eso, en una playa. Aquello costó al erario público un millón y medio de pesetas, dos días sin agua y más de un mes de obras. El único que salió ganando de aquella catástrofe fue el guardia municipal, al que condecoraron y le dieron mil pesetas de gratificación por su labor salvadora.
En donde estaba el Casino
Hoy día se le llama Puerta Real a todo ese espacio que quedó al embovedar el Darro, que baja por la Acera del Casino y que está presidido por la famosa Fuente de las Batallas. ‘El kilómetro cero de la malafollá’, como lo definió Ladrón de Guevara. Allí hay paneles electrónicos y luminosos que indican el nivel de ozono y la calidad del aire. Solo falta que marque el nivel de malafollá, pero las autoridades municipales ya están en ello. Me consta.
Hasta el embovedado y la aparición de la calle Reyes Católicos, la vida social granadina entre la calle Elvira y Plaza Nueva. Pero al cubrirse el río, el ambiente se desplazó hasta el gran espacio creado, en donde se creó el llamado tontódromo, porque era el lugar de paseo preferido por los granadinos. Es allí en donde se abrieron comercios, hoteles y establecimientos de hostelería, hasta llegar a convertirse en el verdadero corazón de Granada. En el inmueble en el que hoy se levanta el Teatro Isabel la Católica, había un casino en el que se reunían los representantes de las clases sociales más acomodadas de Granada, además de los partidarios de la monarquía. Un buen puñado de defensores de la República, después de que se llevara a cabo el primer intento de derribarla (la llamada Sanjurjada, por ser el general Sanjurjo el promotor) se echó a la calle con el fin de quemar aquellos edificios que eran símbolos de la derecha. Además del Café Colón y el periódico Ideal, los exaltados se dirigieron al Casino para meterle fuego. Lo consiguieron a medias.
En cuanto a la Fuente de las Batallas, que preside aquel espacio, mejor nos ocupamos el capítulo siguiente.
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