La Romanilla, la plaza del aguaor, del Caramelo y de los bollitos calientes

ADN Granada

Ha sufrido varias y polémicas reformas y ha ganado en importancia al instalarse allí el Centro García Lorca

En el Colegio de Niñas Nobles aprendió Mariana Pineda a leer, escribir y bordar, no solo banderas

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Vista de la Plaza de la Romanilla
Vista de la Plaza de la Romanilla / A. C.

La plaza de la Romanilla también es conocida por la ‘plaza de Las Palmeras’, porque está rodeada de estas plantas perennes. Igualmente le dicen la ‘plaza de burro’ o ‘la plaza del aguaor’ porque allí instaló Díaz Berbel una horrenda escultura para homenajear a tan entrañable oficio del pasado siglo. Los más dados al cachondeo también la llaman ‘El palmar de Jara’, pues fue remodelada –con su correspondiente polémica- en tiempos del citado alcalde. Y los más castizos la llaman ‘La plaza del Caramelo’ porque allí se encuentra, con este nombre, uno de los negocios de fruta y comestibles con más prosapia y raigambre de toda Granada. Ni el Mercadona, ni el Dani ni el Carrefour han podido con él. La Romanilla es una de las plazas que más remodelaciones ha sufrido, pero nunca ha perdido su esencia de espacio en el que la gente encuentra aquello que necesita, por eso está en las instrucciones genéticas del ADN de Granada.

En la época musulmana fue un zoco en el que se vendía de todo y donde la algarabía era constante. En tiempos cristianos el zoco fue desmantelado y su espacio lo ocupó, sobre todo, el convento de las Capuchinas, que permaneció hasta que llegó la desamortización de Mendizábal y fue derribado. Fue a raíz de ahí cuando el lugar se convirtió en un mercado al aire libre en donde habitaban pequeños negocios de todo tipo. Eran muchas las personas que iban allí a hacer la compra, tanta que una de sus más pequeñas vías era conocida como el ‘Callejón de la Bulla’. Fue entonces cuando se le puso el nombre de la Plaza de la Romanilla, seguramente porque en una de sus entradas había colgada una romana pequeña para que los clientes pudieran comprobar que el vendedor no le había engañado en el peso. En la Romanilla todos los vendedores se conocían y pregonaban sus productos a grito pelao y con frase con doble sentido, desde aquel que voceaba los “¡malacatones y priscos durses como el almíbar!”, al que ofrecía “acerolas como melones y azufaifas de cuello vuelto” o “¡Granadas de Fuente Peña, que son como la sangre!”. Sin olvidar el pregón de aquel panadero tartamudo apodado El Corso que gritaba “¡Bo…bo..bo…llitos ca..ca..lientes! mirando libidinosamente a las mozas que pasaban por delante de su negocio.

Cuando se construyó el mercado de San Agustín en 1940 (en 1998 fue transformado en otro más moderno) muchos de estos puestos desaparecieron y el lugar empezó a ser tomado por los coches, que aparcaban allí porque era un buen sitio y aun no se habían hecho párquines subterráneos. Precisamente hubo un intento de hacer un parking, pero al final no se llevó a cabo.

La plaza también ha sido fuente de algunas polémicas. En 1987, bajo el mandato de Antonio Jara, sufrió una remodelación que tampoco gustó a muchos guardianes de la estética. No agradó el pequeño estanque y la balaustrada de mármoles rojos y blancos. También hubo críticas negativas por haberse plantado palmeras, “árboles impropios de nuestros ambientes”. Uno de sus detractores más fervientes fue el catedrático de Arte e imaginero Domingo Sanchez-Mesa Martín, incansable defensor del patrimonio histórico y artístico de Granada. “Lo que han hecho de la Romanilla es un despropósito”, dijo el profesor.

En 1998, durante el mandato del alcalde Gabriel Díez Berbel, se puso una escultura como homenaje al oficio de aguador que tampoco complació a mucha gente, aunque esta polémica estuvo revestida por el halo del regocijo provocado por la búsqueda de los parecidos del aguaor y el jumento con los políticos del momento. El autor de la obra fue el afamado escultor cordobés AurelioTeno, y muchos granadinos creyeron que el artista se había lucido al ponerle al aguaor esa cara amojamada y fantasmal.

El colegio y el puesto de frutas

Sin duda el negocio más popular de la plaza es El Caramelo, una frutería que este año ha cumplido cien años. La fundó José Vargas Pérez, que al morir le dejó el negocio a José Antonio Rodríguez ‘El Kiki’. El hombre lleva 47 años regentando el colmado, en el que se puede comprar todo tipo de frutas, condimentos para las comidas y galguerías en forma de dátiles frescos, pasas moscateles, pistachos, higos secos, pan de higo, anís estrellado, cortezas de bacalao, regaliz, palodú, algarrobas… Si busca usted alguna comida rara que no se encuentra en otros sitios, está en El Caramelo.

José Antonio regenta El Caramelo
José Antonio regenta El Caramelo / A. C.

En un lateral de la plaza se encuentra el Colegio de Niñas Nobles, institución educativa en la que estudió Mariana Pineda. La heroína granadina aprendió allí a leer y escribir. También recibió clases de bordado. Precisamente por culpa de ser acusada de bordar una bandera liberal en la Década Ominosa fue llevada al cadalso.

El Centro García Lorca levantado allí, sin duda dignifica el lugar. Su puesta en marcha fue muy parecido al parto de una burra, por lo esperada y por los retrasos. Entre esas circunstancias adversas que coleccionó el proyecto y que acabaron aburriendo al personal, estuvieron la adquisición de una churrería, cuya absorción definitiva tardó nada menos que 17 años. Los tejemanejes de un secretario que se llevó cinco millones de euros tras amañar su contrato para lograr más comisiones, los millones que se perdían sin justificar y el retraso en la entrega de las obras, fueron otros de los pormenores que habrá que apuntar en el ‘debe’ cuando se escriba la historia del centro. Hoy se puede decir que el edificio ennoblece la plaza porque allí se encuentra el legado de nuestro poeta más universal.

Actualmente abundan en el lugar los establecimientos de hostelería. La catedral está cerca y el flujo de turistas es constante. Por allí todo el mundo se acuerda de Encarna, que vendía flores y fresas en las inmediaciones. Y va camino de convertirse en institución la tienda de deportes y aventuras de Fran. Larga vida a esta plaza.

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