Los secretos de la ciudad roja

Una ruta especial por la Alhambra desvela la identidad de mujer musulmana de las épocas andalusí y renacentista a través de espacios habitualmente cerrados al público

Los secretos de la ciudad roja
Mª Ángeles Porcel / Granada

13 de agosto 2011 - 01:00

Desde la plaza de la Alhambra comienza el recorrido por el empedrado de la ciudad, que no fortaleza, del color de la sangre. Pero se trata de una ruta especial a través de los ojos de la mujer musulmana que desvela algunos de los secretos y también mitos sobre su papel social y familiar. El itinerario incluye espacios que habitualmente permanecen cerrados al público general, por los que la historiadora Cristina Muñoz guiará sólo a algunos visitantes. Junto a éste recorrido, otras cuatro rutas dan a conocer el antiguo reino nazarí a través del agua, el territorio y la vegetación y la incursión de Carlos V en la época cristiana.

Recorriendo la muralla de piedra fría, justo enfrente se ve la grandeza del Generalife, el jardín privado del sultán para su descanso y su tiempo de caza. A la izquierda queda la zona más castigada por la historia, la Torre del agua, la Medina y el Palacio de los Abencerrajes, las tres destruidas por los franceses en 1812. Pero el recorrido deja de lado a ambos y entra en una torre objeto de leyenda, la Torre de las Infantas, en la que las tres princesas hijas del sultán fueron encerradas cuando alcanzaron la edad de casarse. Dice la leyenda de Washington Irving que las jóvenes Zayda, Zorayda y Zorahayda se enamoraron de tres caballeros españoles presos en la fortaleza de su padre y a través de toda clase de trucos consiguieron escapar con ellos, excepto la pequeña, que en el último momento se arrepintió y regresó junto a su padre, muriendo de pena con el paso del tiempo. Los Cuentos de la Alhambra narran las historias menos históricas de la ciudad roja, de cada uno de sus palacios y de sus torreones.

Sigue el recorrido entre un inmenso pinar salpicado de rosas, el Camino de Ronda, por donde se realizaba la vigilancia constante de la ciudad amurallada y del Albaicín, hasta alcanzar el núcleo palaciego, en el que se mezclarán las residencias de los sultanes nazaríes y la de Carlos V. La primera parada, sin embargo, no será la residencia de los vivos sino de los muertos. La Rauda es el jardín en el que se enterraban de costado y amortajadas a las figuras reales, siempre mirando a La Meca. Los historiadores aseguran que no queda ningún resto humano en toda la Alhambra porque Boabdil, último rey de Granada, pactó en las Capitulaciones que se llevaría los cuerpos de sus antepasados de la Alhambra. Y así parece ser que fue, aunque el destino de los exhumados es desconocido.

El Palacio de Comares, residencia de Yusuf I, es el más importante y el más grande de todo el recinto. En él se encuentra el tan fotografiado Patio de los Arrayanes, como lo conocen los granadinos, una inmensa alberca flanqueada por la aromática planta y rodeada por siete arcos. La luz, el agua y la vegetación, tan característicos de la cultura musulmana, unidos en un magnífico patio blanco, que en otros tiempos estuvo lleno de color. En este gran palacete se encuentra también el Salón del Trono, donde se recibía a los embajadores con dátiles y leche bajo un techo estrellado de madera que representa los siete cielos coránicos y una pequeña cúpula central que supone el octavo elemento, cifra que significa la perfección en la cultura musulmana.

Muhammad V prefirió instalarse en otro palacio emblemático, en el de los Leones, con su famosa fuente de las 12 fieras que ahora permanecen expuestas en la Sala de los Secretos durante la restauración del patio, iniciada en el año 2002. La decoración de todas las salas del complejo integra caligrafías con representaciones geométricas y vegetales, ahora atravesadas por grietas pero en un tiempo perfectas y de color rojo, amarillo, verde y azul. Los techos estaban construidos en su mayoría con madera, al igual que las celosías, pequeñas ventanas por las que se podía observar sin ser visto, muy utilizadas en los sectores femeninos para salvaguardar de las miradas a las princesas y al harén.

La arquitectura del otro lado, la cristiana de Carlos V, es muy diferente. Su gran palacio, que preside la entrada sur y está rodeado por lirios, rosas y cabezas de leones y águilas como símbolo de poder, el Peinador de la Reina, que adecuó para su esposa Isabel y que nunca llegó a utilizar, y la iglesia de Santa María de la Alhambra, que en su tiempo fue catedral de Granada, tienen el toque personal del emperador y de la arquitectura de la época.

Guiados por el perfume del arrayán y de las flores los turistas alcanzan la zona del Partal, un "pequeño" complejo dentro de la Alhambra en el que residía la corte del sultán. En torno a un jardín lleno de agua y de vida se ordenan tres casas, unas caballerizas, la Torre de las Damas y un Oratorio. En esta metrópoli en miniatura se puede reconocer los distintos aspectos del papel que representa la mujer musulmana, que gira en torno al honor, el respeto y la dependencia a su padre primero y a su esposo después. La división arquitectónica de las casas y de otros lugares comunes deja entrever la división sexista entre hombres y mujeres: el hombre debe mantener su honor propio, al saraf, que sólo puede ir en aumento, además le está permitido tener un máximo de cuatro esposas legales y todas las concubinas que quiera mientras las pueda mantener; la mujer, por otro lado, debe evitar perder su honor o ird porque deshonrará a toda su familia y será castigada severamente y de por vida. "Ven a orar y no seas negligente" reza la inscripción principal del Oratorio, un lugar de preciosas vistas al Albaicín ideado para reflexionar sobre los cinco preceptos básico: la creencia en Alá y Mahoma, los rezos cinco veces al día, el peregrinaje a la Meca, el cumplimiento del Ramadán y la limosna.

Tras dos horas de recorrido, el grupo abandona la ciudad fortificada por la Puerta de las Granadas, también objeto de leyenda. Una mano de piedra preside el centro de uno de sus dos pórticos, aquel que logre poner su mano sobre ésta será dueño de la Alhambra. También se dice que el día que la mano logre coger la llaves, situadas en el otro pórtico, se desvelarán los secretos de la ciudad o ésta se derrumbará.

Uno de los objetivos de las nuevas rutas es conectar Granada con la Alhambra, sobre todo el barrio a través del Albaicín. En él, la guía dirige el grupo por los puntos más significativos. El primero de ellos es la antigua terma árabe El Bañuelo, un hamman del siglo XI convertido por los Reyes Católicos en lavandería. Los baños, públicos o privados, era un lugar de encuentro para conversar e incluso firmar acuerdos comerciales. El de la Acera del Darro está compuesto por tres salas techadas con lucernarios de figuras geométricas y cristaleras de colores, cada una de las cuales sirve para aclimatarse gradualmente a la temperatura que podía alcanzar los 50 grados. Las mujeres, que asistían por la tarde para no coincidir con los varones, se maquillaban, se preparaban para el parto o la novia se aseaba antes de la boda.

Tras pasar bajo las llaves de condena y perdón de la Iglesia de San Pedro y San Pablo, el grupo de visitantes atraviesa el Paseo de los Tristes, que al mediodía no es nada de triste sino una algarabía de músicos callejeros y gente tapeando frente a la Alhambra. Con la melodía de la balada Bésame mucho ya están frente a la Casa del Horno de Oro, sede de los Festivales de Jazz y hogar representativo de la sociedad mozárabe granadina. Un toque significaba que el hombre de la casa venía solo, dos o más que venía con visita. En el interior una alberca en el centro del primer piso, el de los varones porque las mujeres permanecían arriba. La regla de primero ellos y luego ellas se aplica a la hora de comer, la mujer cocina pero el hombre y sus hijos varones eligen los mejores bocados.

En lo alto de la Cuesta del Chapiz se alza la Iglesia del Salvador, erigida sobre una antigua mezquita de la que únicamente se conserva la sede de ablución, que es el centro de un patio de limoneros y granados. La Guerra Civil destruyó el edificio mudéjar casi en su totalidad y tuvo que ser reconstruido con mucha imaginación, pero hoy es el único patio de abluciones que se conserva de toda Granada.

El último tramo del recorrido discurre por la calle Panaderos, entre medias del ambiente de mercado y las tapas de caracoles acompañado por el rasgueo de una guitarra española. Así el grupo cruza Puerta Nueva y entra en el Monasterio de Isabel la Real, de las monjas clarisas, conocidas entre otras particularidades por sus deliciosas magdalenas.

Unas 8.000 personas venidas desde todos los lugares del mundo disfrutan cada día de esta maravilla del color de la sangre por menos de 30 euros. La Alhambra y el blanco Albaicín, declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1984, son hoy grandes atractivos turísticos de la ciudad por su arquitectura, su belleza natural y sus leyendas históricas.

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