Terapeutas de cuatro patas para ayudar a los presos de Albolote

Hachiko Educación y la Fundación Purísima Concepción se unen al centro penitenciario para este peculiar proyecto

Muros que hablan de quienes están adentro

El equipo responsable del proyecto en el interior del centro penitenciario. / GH

Rufino es un terapeuta un poco especial. Lo que más llama la atención de él es que camina sobre cuatro patas, que por uniforme lleva una bandana y que es más peludo de la cuenta. Rufino es un border collie y forma parte de la plantilla de Hachiko Educación, que desde hace unas semanas desarrolla un proyecto de salud mental en la cárcel de Albolote junto a la Fundación Purísima Concepción. Junto a este terapeuta peludo siempre está Nicolás Montes, quien explica a este periódico (Rufino tendría más difícil explicarlo) que el trabajo que realizan es "el mismo que pueda hacer un terapeuta ocupacional, solo que nuestro nexo de unión es el perro, que sirve como lubricante social".

El proyecto, pionero en la cárcel, se focaliza en el módulo 12 de la prisión, donde están los internos con enfermedades mentales y discapacidad intelectual. Actualmente, Rufino y Montes trabajan con dos grupos de diez personas cada uno, “intentando mejorar aspectos de su día a día”, explica el terapeuta, que pone como ejemplo la gestión de la frustración o el conocimiento de las emociones.

“A mí me ha sorprendido bastante porque hay internos que a nivel personal interactúan muy poco con nosotros, con las personas, y, sin embargo, con el perro sí han conseguido conectar y han salido un poco de su alineamiento personal”, valora Alba López, subdirectora de la prisión, quien destaca la buena acogida que está teniendo el proyecto: “en un principio se iba a trabajar con un grupo único, pero viendo que había mucha demanda por parte de los internos, al final se han creado dos grupos y cada uno recibe terapia cada 15 días”, explica.

La tercera pata del proyecto es la Fundación Purísima Concepción que gestiona, en cierto sentido, el dinero de una “donante” que quería aportar anualmente una cantidad económica para proyectos que ella consideraba “innovadores o singulares”, relata Antonio Linares, director gerente de la Fundación. Conocedores del trabajo de Hachiko, con el que ya habían colaborado anteriormente, la Fundación puso sobre la mesa la idea de una terapia asistida con perros, una metodología respaldada por estudios científicos que demuestran beneficios significativos, unos resultados que, en el caso del equipo granadino, quedan avalados en proyectos similares que han llevado a cabo, por ejemplo, en el Virgen de las Nieves.

A la benefactora le encantó la idea y poco a poco el proyecto comenzó a andar, aunque todavía era necesario trasladar la experiencia del hospital a un centro penitenciario. “Desde la propia cárcel nos decían que no existe transversalmente en España, desde el Ministerio de Interior, una atención real, con recursos suficientes, para la atención a este tipo de personas”, relata Linares, y añade: “Normalmente, si se demuestra que tienen un problema de salud mental o discapacidad previo a la comisión de delito, no van ni siquiera a la cárcel, sino que van a entidades psiquiátricas en régimen cerrado. Entonces, ese tipo de atención está un poco sin desarrollar, con lo cual, cualquier tipo de programa que le eche una mano a esa gente, o que incluso dé otra alternativa a las que le ofrece el centro penitenciario, es algo que agradecen”.

En total, el módulo 12 de Albolote cuenta con 60 internos, “pero eso no quiere decir ni mucho menos que sean todos los internos con enfermedad mental que tenemos en el centro”, puntualiza la subdirectora. Se trata de aquellos con los que sí “se puede trabajar a nivel de módulo porque están establecidos psiquiátricamente, aceptan las normas y tienen un perfil con el que se puede trabajar”.

Para ese más de medio centenar de reclusos hay disponible un equipo multidisciplinar formado por médicos, terapeutas ocupacionales, educadores, psicólogos,... y cada uno de ellos “desarrolla o programa una serie de proyectos internos”, explica la responsable de la cárcel. “Diariamente, hay asambleas, donde se planifica cómo va a ser el día, los internos están divididos en sectores y unos se encargan, por ejemplo, de planificar actividades, otros de limpiar el módulo, de la cafetería, ...”, desarrolla López.

Así las cosas, el proyecto propulsado por estas tres entidades es un “complemento” al programa de salud mental de la propia cárcel, “no es un programa en sí”, puntualiza Linares, aunque él, al igual que los responsables de las otras entidades que sostienen este peculiar programa terapéutico coinciden en destacar sus beneficios y no se cierran a que se pueda exportar a otros centros penitenciarios de España.

“A nosotros nos encantaría poder ofrecer nuestro servicio a otras prisiones”, responde con orgullo Nicolás Montes, aunque antes “habría que sentarse y ver el tema económico y de organización”. En caso de que el proyecto llegue a buen puerto, Hachiko tiene disponibles otros tres terapeutas peludos para ayudar a Rufino: Teja, Garbanzo y Pecas.

“Los cuatro han recibido un adiestramiento desde pequeños para que sean perros de terapia y para que puedan ayudar a todas las personas que reciben nuestro servicio”, asegura Montes, quien se muestra dispuesto a seguir ayudando con su peculiar equipo de terapeutas a todo aquel que lo necesite, sea en una cárcel o en un hospital.

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