Las Titas, de quiosco de sangría y ‘perdices’ a restaurante con poderío

El ADN de Granada

La desaparición del primitivo negocio y la construcción del nuevo abrió una polémica por la destrucción de parte del jardín

Durante 17 años lo regentó José Torres, propietario de Bodegas Castañeda, y ahora lo hace el grupo Abades

Puerta Real o el kilómetro cero de la malafollá granaína

Estado actual del quiosco.
Estado actual del quiosco. / Francisco Neyra / Picwild

El cronista José Luis Delgado se acuerda de cuando el quiosco de Las Titas era un pequeño negocio al lado del Genil regentado por Rosario Ladrón de Guevara. A mediados de los años 50 del siglo pasado era un pintoresco establecimiento entre los jardinillos del Paseo del Salón y a la altura del Puente de las Brujas. Dice el cronista que ahí acababa el llamado ‘tontódromo’, que se iniciaba en Puerta Real. Y que allí “entre los jardines junto al río, bajo la tenue luz de unos farolillos, se escondían las mesas de aquella terraza paraíso donde se citaban pandillas, amores y amistades que se contaban sus aventuras frente a una jarra de sangría fresquita con sus peces”. Y dice que Rosario preparaba unos boquerones de Motril en vinagre como nadie. También surgió otro quiosquillo un poco más adelante que con la sangría ponía cacahuetes, chochos y almendras en cucuruchos. Además de las famosas ‘perdices’, que eran ni más ni menos que las papas asadas. “No es posible tanto deleite junto, tanto encanto. Y, sobre todo, no es posible que esto se haya dejado perder, o que se haya disfrazado que es todavía peor”.

Se refiere el cronista a que aquellos dos quiosquillos al lado del río desaparecieron y se construyó un edificio inspirado en el Palacio de Cristal de Madrid que no gustó a alguna gente. Se inauguró en abril de 2004, siendo alcalde José Torres Hurtado. Y se pensó que el espacio, tan acogedor y elegante, sería propicio para iniciativas culturales como exposiciones, charlas o presentaciones de libros, cosa que nunca se ha hecho. El profesor y escritor Mariano Maresca, considerado uno de los pilares de la cultura en Granada, lo comparó con “una construcción que pretende parecerse a algo madrileño, pero que en realidad ha quedado del gusto de la suegra de Sissi”. También criticaba el gran espacio público que había cogido una construcción que iba a dedicarse a un negocio privado. “Es indignante lo que se ha hecho con el uso público de lo de lo que antes era un único paseo ahora se vea interrumpido porque allí han plantado un negocio particular que obliga a dar un rodeo”.

En esa afición que Granada tienen por las polémicas, también hubo a quienes les agradó este nuevo quiosco de las Titas, siguiendo el estilo art noveau, movimiento artístico y de diseño que floreció entre finales del siglo XIX y principios del XX, caracterizado por su ornamentación elaborada, líneas curvas inspiradas en la naturaleza y la integración del arte en la vida cotidiana. Además, según los promotores, estaba acorde con los jardines de los paseos del Salón y de la Bomba que habían diseñado los franceses que ocuparon Granada durante la Guerra de la Independencia.

A recuperar la inversión

Las obras de construcción del nuevo quiosco de las Titas costaron más de 600.000 euros, que pagaron los granadinos a través de los impuestos que recauda el Ayuntamiento. Había pues que hacer lo posible por recuperar la inversión. Fue entonces cuando se le otorgó el derecho de explotación durante diez años y cinco de prórroga a José Torres, propietario de las Bodegas Castañeda y La Mancha, un hostelero de mucha experiencia que compartía –y comparte- nombre y primer apellido con el alcalde que estuvo en la alcaldía granadina más de tres mandatos, desde 2003 a 2016.

En 2009 se celebraron allí las I Jornadas de la Cocina Tradicional Granada, que llevaban el nombre de Antonio Torres, entrañable cocinero que fue del Chikito y que murió 15 días antes de celebrarse las mismas. Las jornadas se estuvieron celebrando durante diez años, hasta 2020.

Y llegó la pandemia. Tras estar confinados durante un tiempo, el pueblo salió a la calle con las ganas de comerse el mundo y de tomar el aire de la calle. Algunos, entre ellos Las Titas, aprovecharon el momento para aumentar el espacio de sus terrazas. Los partidos de la oposición alertaron de la gran cantidad de espacio público que estaban ocupando los negocios de hostelería. En concreto, de las Titas decía Antonio Cambril, portavoz de Unidas Podemos, que incumplía la norma en el número de mesas ocupaba espacios de un Bien de Interés Cultural y protegido a su vez dentro del Plan Especial Centro, los jardines del Paseo del Salón y la Bomba.

Tras acabarse la concesión a José Torres, el Ayuntamiento abrió un procedimiento para adjudicar la explotación del bar y restaurante. No se presentó nadie y quedó desierto, por el canon que se exigía. Así que se abrió un nuevo proceso, pero esta vez de negociación directa. El proceso duró dos años, hasta que en 2021 la Junta de Gobierno Local aprobó la adjudicación del contrato para la explotación de La Titas a una empresa del grupo granadino Abades, con fuerte asentamiento en Granada. Se fijó la adjudicación por 15 años con posibilidad de prórroga hasta un máximo de 20 años, con un canon de 105.000 euros al año.

Entre los acuerdos con los nuevos propietarios se dispuso que el quiosco fuera uno de los puntos principales en la Feria del Corpus.

Y ahí sigue, con sus polémicas a cuestas, pero formando parte ya del ADN de Granada

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