Granada CF

Morir sin llegar a la orilla

  • El partido frente al Valencia fue la viva imagen de la desesperante sensación que envuelve a este Granada desde septiembre

Gumbau, Rubio y Sergio Ruiz tras el gol de Almeida

Gumbau, Rubio y Sergio Ruiz tras el gol de Almeida / Antonio L. Juárez / PHOTOGRAPHERSSPORTS

El partido frente al Valencia fue la mejor representación de lo que la temporada 2023/2024 está suponiendo para el granadinismo: desesperación.

El estreno en el Nuevo Los Cármenes de José Ramón Sandoval no supuso un cambio en una tónica que se muestra en casi todos los partidos desde que arrancó un curso para olvidar, un equipo con corazón pero incapaz de sacar resultados, y que no bajó los brazos (algo digno dada la situación de deriva que lleva el equipo con cinco derrotas seguidas), pero que tampoco logró materializar y sacar provecho de una superioridad muy notable durante toda la primera parte, que se fue diluyendo hasta morir con el gol de Almeida.

Un ejemplo de esta sensación de impotencia es el partido de Uzuni y Boyé, los dos delanteros que alineó ayer el técnico madrileño, los dos mejores sobre el cartel aunque mermados físicamente y decidiendo arriesgar (en caso del albanés tiene una Eurocopa en el horizonte).

En los primeros quince minutos, Myrto Uzuni tuvo dos oportunidades que no logró convertir por poco, generando las primeras intervenciones de Mamardashvili y una destacada cobertura de Thierry. El albanés, siempre activo en la presión, se excedió en sus esfuerzos debido a los errores repetidos del Valencia en la salida, lo que llevó al árbitro Hernández Hernández a llamarle la atención en varias ocasiones e incluso a tener un enfrentamiento con Dimitri Foulquier en una jugada.

Lucas Boyé, que no había marcado desde septiembre, también intentó contribuir con un gol después de 19 partidos sin marcar. Incluso reclamó una falta en la frontal que, a pesar de su insistencia, terminó en la barrera. A pesar de estar muy involucrado en el juego, Boyé fue amonestado por pedir un penalti tras el descanso, reflejando la frustración del equipo.

Después de que el Valencia tomara la delantera, con Uzuni fuera del campo y Boyé cada vez menos visible, el Granada luchó pero no pudo hacer mucho más. La situación no mejoró cuando Matías Arezo, una de las caras nuevas en el equipo en invierno (aunque la inversión en él parece otro fracaso de una directiva socialmente condenada pero impune a efectos prácticos), desperdició una oportunidad inmejorable dentro del área, lo que aumentó la frustración de los aficionados. Es evidente que al Granada se le agotaron las opciones.

La afición

En una nueva muestra de hartazgo y resignación del granadinismo, la grada de Los Cármenes estuvo nuevamente con varios espacios vacíos durante el partido contra el Valencia, a pesar de que no llovía como se excusó tras la poca asistencia al duelo frente a la Real Sociedad.

De hecho, durante la mañana volvieron a aparecer pintadas en los muros del estadio en contra de la directiva, para la que esta sí que actuó con rapidez mandando a algún empleado a por pintura para tapar las vergüenzas de una temporada que quedará en la memoria del aficionado. Ya podrían hacer las próximas dentro del estadio, así al menos le darían una 'manita' de pintura a unas instalaciones que dejan mucho que desear para un equipo de la Primera División Española.

Durante la primera mitad, apoyó al equipo en su mayoría, aunque hubo algunos murmullos. Los jugadores mostraron buen juego en momentos clave, lo que generó esperanza entre los aficionados. Sin embargo, conforme avanzó la segunda mitad y el equipo no lograba despegar, las miradas comenzaron a dirigirse hacia el palco y luego hacia los propios jugadores.

José Ramón Sandoval, exento de críticas en esta ocasión, había mencionado que este partido era la última oportunidad del equipo para mantenerse en Primera. El técnico tampoco debería ser utilizado como cabeza de indio, algo común en situaciones como esta, ya que el hecho de aceptar esta oferta laboral a sabiendas de que es meterse hasta las rodillas en el fango de un camino inundado por la lluvia que lleva ahogando al Granada durante todo el año, es algo que no cualquiera haría.

A pesar de ello, los jugadores no lograron responder en el campo, lo que llevó a la afición a expresar su frustración pidiendo la dimisión de la directiva, especialmente dirigida hacia la presidenta, Sophia Yang, y calificando a los jugadores de "mercenarios". Al final del partido, los jugadores soportaron brevemente los abucheos de la afición antes de irse a vestuarios en una tarde que deja a los rojiblancos con pie y medio en Segunda, y a un granadinismo resignado a un destino que se viene gestando desde el verano pasado, cuando todavía se estaba celebrando el ascenso.

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