Esta boca es tuya

La Eva extenuada

  • La liberación no será total hasta que se imponga la igualdad de oportunidades y se feminicen la empresa y la política

Ocho de mayo! ¡Oh, no! ¡Otra vez el Día de la Mujer Trabajadora! La mujer no merece un día. Ni una semana. Ni un mes. Ni un año. La mujer merece un siglo. La mujer merece una era. La mujer es el robot de la historia. La mujer ha fregado, ha lavado, ha zurcido y ha cocinado desde la noche de los tiempos. La mujer ha llevado la humanidad en sus pechos y la casa a las espaldas. Eso, antes. Ahora la mujer sufre en demasía al jefe en el trabajo y en el hogar, donde no hay derechos sindicales ni estatuto de las trabajadoras que la amparen. La mujer es la Eva extenuada, la subclase, el infraproletariado con lápiz de labios. La mujer tiene menos y peores trabajos que el hombre y encuentra muchas más dificultades para su promoción profesional, excepto en la Administración, la empresa menos machista de España. Luego, antes que artículos laudatorios, propaganda oficial y debates sobre el machismo en el lenguaje, la mujer necesita educación, que ya la ha conseguido, y una nueva oleada de leyes y medidas de inserción y promoción laboral que la liberen definitivamente de la tutela masculina. Sólo la nómina la hará libre.

Pese al largo camino recorrido en España, la liberación no será total hasta que se apliquen políticas eficaces para favorecer el reparto de las cargas familiares, se imponga definitivamente un marco de igualdad de oportunidades y se feminicen la empresa y la política. Entonces veremos si las mujeres también son capaces de comportarse como hombres, de hundir treinta cajas de ahorros y de llevar al país a la ruina. Hay quienes entienden que pueden, y hasta que pueden enmendarlo, como Charlotte Whitton, la primera alcaldesa de Otawa, la misma que dijo que "lo que sea que las mujeres hagan, tienen que hacerlo el doble de bien que los hombres para ser consideradas la mitad de buenas; afortunadamente esto no es difícil". Generación tras generación, los varones han vengado en sus hijas el amor de sus madres y les han negado lo que legaron a sus hermanos. Es necesario, pues, poner fin a este falso determinismo biológico y conseguir el milagro de que hombres y mujeres, siendo distintos, sean iguales, de que nuestras madres, hijas, hermanas y vecinas dejen de ser ciudadanas de segunda. ¿Por qué? Porque es justo. Porque no hemos convivido como aliados. ¡El patriarcado! ¡Un fracaso! ¡Una vergüenza! ¡Un día de gloria y 364 de discriminación!

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