Chaikovski. Vida | Alexander Pozniansky

Vida de Chaikovski

  • Akal publica en castellano un monumental trabajo biográfico sobre el autor de 'El lago de los cisnes' y la 'Sinfonía Patética'

Piotr Ilich Chaikovski retratado por Nikolai Kuznetsov a principios de 1893 (detalle).

Piotr Ilich Chaikovski retratado por Nikolai Kuznetsov a principios de 1893 (detalle). / D. S.

El escrutinio sobre la vida de los grandes artistas no cesa nunca. Más allá de la diferente valoración que de su obra vaya quedando según las épocas, pareciera que los hechos objetivos de una biografía deberían resultar inamovibles, pero lo cierto es que están sujetos, además de a los nuevos hallazgos, a los cambios ideológicos, sociales y políticos, que condicionan extraordinariamente la visión que se tenga de los periplos vitales, en ocasiones a causa de sesgos involuntarios o incontrolables, a veces por manipulaciones incluso descaradas.

Contra unos y otras, sesgos y manipulaciones, ha luchado Alexander Poznansky en sus trabajos de toda una vida sobre Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893). En 1991, este estudioso nacido en Rusia en 1950 pero que ha desarrollado casi toda su carrera en Estados Unidos, había publicado ya una biografía del músico con el título de Tchaikovsky: The Quest for the Inner Man, nunca traducida al español. Aunque todo lo que allí se publicaba, que contradecía muchas de las anteriores versiones sobre el artista, ha sido corroborado a medida que los cambios políticos en Rusia permitieron el acceso a documentación antes vedada, Poznansky decidió rehacer en cierta medida su libro para incorporar material nuevo y profundizar en algunos temas que en el trabajo de 1991 habían quedado marginados. El resultado ha sido vertido al español inmediatamente por Akal gracias a la traducción de Juan Lucas.

Es esta una obra biográfica, no de análisis musical, que se basa en una ingente documentación de correspondencia, diarios y memorias, lo que permite al biógrafo poner a su personaje a hablar muchas veces en primera persona. El punto de partida de Poznansky es puramente factual: todo aquello que no puede ser corroborado por documentos inequívocos es desechado o planteado en función de las hipótesis más verosímiles, que siempre son presentadas al lector de forma abierta. Poznansky tiene que desmentir muchas veces los datos y valoraciones contenidos en la primera biografía del músico, la muy sesgada que escribió su hermano menor Modest, una de las personas más cercanas al compositor, que ocultó y falseó la homosexualidad de Chaikovski (orientación sexual que era la del propio Modest), pero también las manipulaciones que los historiadores soviéticos hicieron del músico (muy conservador en lo polìtico), convertido en 1940 en “un abanderado del progreso de la humanidad”, o trabajos mucho más recientes y validados por la academia, como los de Roland John Wiley, nada menos que el redactor de la entrada correspondiente al compositor en el prestigioso Grove, y que en 2009 aún fantaseaba sobre las auténticas causas de la muerte del músico.

Chaikovski. Vida - Poznansky Chaikovski. Vida - Poznansky

Chaikovski. Vida - Poznansky

Por suerte ya no es necesario luchar por demostrar la homosexualidad de Chaikovski. Pero Poznansky hace algo más que aportar una montaña de citas y datos que lo corroboran. Plantea la cuestión desde otro punto de vista: si es cierto que el decoro social en su época impedía hablar abiertamente del tema, la sociedad rusa era en general tolerante, y, aunque formalmente penadas, en la práctica, las relaciones homosexuales no se perseguían judicialmente. Añádase a esto que Chaikovski nunca sintió su orientación sexual como un lastre, una desviación enfermiza o, mucho menos, un pecado: era algo por completo natural en él. De ahí conviene derivar que la personalidad sin duda neurótica del compositor no es achacable a un problema de aceptación de su orientación sexual, algo que se repetía antiguamente hasta la saciedad. Sus fijaciones homoeróticas hacia los adolescentes (compañeros cuando era joven, alumnos y criados después, hasta su sobrino Bob, la gran pasión de sus últimos años) y sus aventuras sexuales en cada ciudad en la que ponía el pie, las hizo siempre compatibles con una conducta social equilibrada, que no provocó jamás un escándalo y en la que no hay rastro de psicopatología alguna. Algo ambiguo queda el tema de la pedofilia (muy evidente), que Poznansky parece confundir con la pederastia: es decir, la atracción por los púberes era innegable, aunque no hubiera abusos, lo cual también podría replantearse habida cuenta la relación de superioridad que Chaikovski tenía con muchos de los jóvenes con los que mantuvo relaciones.

Poznansky usa el escalpelo en todas las otras cuestiones problemáticas de la vida de su biografiado. Así en su insensato matrimonio con Antonina Miliukova, y su deleznable comportamiento posterior hacia ella, que se juzga sin tapujos (“el compositor destruyó la vida de Antonina con su conducta irresponsable y egoísta”). Por supuesto en su larguísima relación (epistolar) con Nadezhda von Meck, su generosa mecenas, analizando todo lo que se sabe de la ruptura, que descarta por completo la idea de que fuera el conocimiento por ella de las tendencias sexuales de él: aunque faltan datos fidedignos, Poznansky apuesta por una combinación de factores, entre los que los problemas económicas y de salud de Nadezhda habrían sido claves. Por suerte también, tampoco deben combatirse ya las “grotescas fantasías” sobre el supuesto suicidio del compositor, a las que se dio veracidad hasta hace bien poco. Poznansky indaga hasta donde los documentos le permiten en esos últimos días terribles del compositor, postrado por el cólera en una San Petersburgo otoñal, desvelando posibles negligencias y errores que habrían favorecido el fatal desenlace.

Más allá de todo eso, el retrato de Chaikosvki que nos pintan estas páginas es el de un hombre de un sentimentalismo exacerbado (rozando lo morboso), incapaz de vivir solo, necesitado de un afecto constante, manirroto, jugador de cartas y bebedor, atormentado a menudo tanto por su perfeccionismo (sólo de su última sinfonía afirmó sentirse realmente satisfecho) como por el temor a provocar el sufrimiento de sus seres queridos; también el retrato de un músico consciente de su valor, enamorado de Mozart, que se aburría con Wagner, más cercano a la belleza sensible y sensual de las cosas que a la sublimidad intelectual, cuya obra tardó en imponerse entre la crítica (Cesar Cui funcionó como su gran némesis) y que triunfó allá donde puso el pie (incluidos los Estados Unidos) pero sobre todo cuando muy tardíamente empezó a dirigir. Un hombre como tantos, un artista como pocos.

 

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