Rafael Riqueni | Guitarrista

"Prefiero ser querido que admirado, la posteridad no me preocupa nada"

  • El músico presenta este sábado 9 en el Cartuja Center la reedición de 'Parque de María Luisa', el excepcional disco con el que retomó su carrera tras un duro paréntesis de 20 años

Rafael Riqueni (Sevilla, 1962), retratado en la plaza de América del Parque de María Luisa.

Rafael Riqueni (Sevilla, 1962), retratado en la plaza de América del Parque de María Luisa. / José Ángel García

En la distancia, durante su larga etapa de 20 años en Madrid, Rafael Riqueni sintió mucha añoranza. De Sevilla, de su infancia, de su padre que lo llevaba de la mano al Parque de María Luisa, de la inocente y remota dicha de aquellas mañanas soleadas. Y comenzó a escribir lenta, pacientemente, con meticulosidad de orfebre, un disco que es, a la vez, "una mirada hacia atrás" en su vida y una invitación al oyente a sentir los rincones de ese vergel emblemático y sentimental. Con espirítu impresionista que comienza con una bellísima evocación de él mismo, sentado en un banco del parque, recordando a su padre en un día nublado (por la muerte, claro), su música desborda los límites del flamenco y contiene ecos y huellas de Falla, Albéniz, Turina, Granados o Font de Anta.

El disco, titulado sencillamente Parque de María Luisa, lo publicó en 2017 y la crítica, rendida a los pies de uno de los compositores e intérpretes más elevados y sensibles de la guitarra flamenca post-Paco de Lucía, no tardó en proclamarlo obra maestra. Pero el disco fue algo más que eso, incluso. Fue su regreso tras más de 20 años, después de que una tragedia familiar quebrara su carrera y desatara un trastorno bipolar que lo condujo a un incierto fundido a negro. En 2015 recibió otro durísimo mazazo que empezó a fraguarse en los tiempos más difíciles de su pasado, cuando todavía no recibía un tratamiento adecuado, y que desembocó en su ingreso en prisión precisamente cuando ya había superado esos problemas. De modo que, tras semejante pesadilla, Parque de María Luisa es también una delicada y emocionante resurrección.

Ahora el músico sevillano, nacido en el barrio de Triana en 1962, reedita este álbum llamado, como dice él mismo, a marcar "un antes y un después" en su vida y no sólo en su obra discográfica. Y para celebrarlo lo va a presentar de nuevo, tras aquel apoteósico estreno en el Teatro de la Maestranza en noviembre de 2015, en una velada en la que no pocos espectadores tuvieron que echar mano de sus pañuelos porque la emoción rompió en lágrimas. El concierto será este sábado en el Cartuja Center y lo arroparán Antonio Canales, Arcángel, Dorantes, Remedios Amaya, Rocío Molina, Diana Navarro y Ana Guerra.

"Va a ser para mí algo precioso, vienen todos esos compañeros... Se trata de que el público vea a Riqueni en sus diferentes facetas, desde el flamenco a la música clásica mezclada con el flamenco, pasando por la copla, porque yo empecé muy joven con Isabel Pantoja, Rocío Jurado, María Jiménez... Todo esto lo estoy viviendo con mucha ilusión, como si fuera joven, sólo que con 56 años", dice el músico con su tono sereno y su mirada tímida y tierna, casi huidiza.

El músico sevilllano, en la popular Fuente de las Palomas del parque. El músico sevilllano, en la popular Fuente de las Palomas del parque.

El músico sevilllano, en la popular Fuente de las Palomas del parque. / José Ángel García

–¿En qué momento se encuentra vital y artísticamente?

–Yo creo que en el mejor momento de mi vida. Como ya se sabe, tuve problemas por una enfermedad de los nervios, pero eso está totalmente controlado ahora. Me encuentro anímicamente fenomenal, y gracias a Dios de salud también, y además la compañía Universal está volcada conmigo. Las manos me responden igual que cuando era joven, pero con la madurez de toda una vida pegado a la guitarra. Ahora sé expresar mejor, me paro, respiro, mi música tiene más sentido y más armonía.

–En la reedición incluye algunos temas inéditos. ¿Por qué se quedaron fuera del disco en su momento y por qué ha querido ahora recuperarlos?

–Bueno, por ejemplo Cogiendo rosas es un tema que gusta mucho al público, de hecho en el concierto del Maestranza tuvo una aceptación increíble, tiene ese trémolo tan bonito, la verdad... Fue de lo más aplaudido aquella noche. Pero el tema es tan complicado que en el estudio no conseguíamos darle la redondez que yo quería, hicimos 40, 50, yo qué sé, ya ni me acuerdo de cuántas tomas, y no me gustaban. Por eso ahora la versión que viene en la nueva edición es la de aquel concierto, en directo, que quedó muy bien. Va también un cachito por soleá que grabé en Madrid y la versión que grabamos de Amargura, que iba perfecta para el doble vinilo.

"Estoy en mi mejor momento. Ahora sé expresar mejor, me paro, respiro, mi música tiene más armonía"

–Algunos temas del disco, como La fuente de las ranas, los empezó a escribir en 1992, y luego ya retomó más en firme la obra a mediados de los 2000...

–Un proceso muy largo, ¿verdad? Yendo al grano, como suele decirse, la obra es muy difícil de reflejar. Hay que tener en cuenta que es una obra descriptiva, yo con la guitarra y los arreglos lo que intento es evocar los diferentes sitios del parque, trasladar al oyente a su interior. Y luego están los efectos, que también los hay, de lluvia, de pajaritos, pero no podíamos pasarnos con eso y que se convirtiera en una horterada... Es todo muy delicado, muy sutil, y llevar todas esas impresiones a un estudio de grabación sin que se pierda algo por el camino cuesta mucho.

–¿Qué significa para usted el nacionalismo musical español, tan importante en este disco?

–Es una música que me ha servido mucho para crecer como compositor. Además, prácticamente todos esos músicos clásicos, Falla, Turina, Albéniz, Granados, Font de Anta, se inspiraron en el flamenco, que se lo llevaron al lenguaje de la música culta. Estudiarlos me abrió muchas posibilidades de expresión, porque mi música no está anclada en el flamenco, sino que es una música viva que se va renovando continuamente.

–¿Parque de María Luisa es la obra por la que le gustaría a usted ser recordado?

–Mira, yo no sé si esa obra se recordará o no, es el público el que tiene la palabra, y quién sabe. Pero sí supone un antes y un después para mí, en mi propia obra. Ten en cuenta que yo no grababa desde el 96, desde Alcázar de cristal. Pero también te digo que de todos modos yo prefiero ser querido que admirado. A mí cosas como la posteridad no me preocupan en absoluto. Sólo me preocupa vivir el día a día lo más feliz que pueda.

Roqueni, en uno de sus sitios favoritos del Parque de María Luisa. Roqueni, en uno de sus sitios favoritos del Parque de María Luisa.

Roqueni, en uno de sus sitios favoritos del Parque de María Luisa. / José Ángel García

–¿Se puede hacer flamenco sin haber conocido verdaderamente el sufrimiento?

–Se puede, supongo, pero el sufrimiento nos hace más sensibles. Mi vida no ha sido fácil en los últimos 20 años por diferentes motivos, pero todas esas cosas, al final, te hacen madurar. Si es que sirve para algo, a mí la dureza de la vida me ha servido para ser una persona mejor, más sensible.

–¿Diría que la guitarra fue un salvavidas para usted en aquella etapa tan dura? ¿Cómo definiría su relación con el instrumento?

–Con la edad que tengo ya, mi relación con la guitarra es de un amor total al instrumento. Disfruto haciendo estudios para las manos, disfruto cuando compongo, cuando toco. Yo cojo la guitarra y estoy trabajando, ¿no? Pero mi cabeza está descansando. Y disfrutando, eso sobre todo.

–¿Ha dejado alguna huella en el sonido de su guitarra ese revés tan tremendo que sufrió hace no tanto?

–Yo creo que sí. Todo lo que se vive se traslada luego a la música. Ahora estoy mucho más maduro, los golpes me han hecho recapacitar, creo comprender mejor la vida, que después de todo es preciosa. Aprendemos equivocándonos, así son las cosas. Todo eso lo transmito en mi música, creo.

"Soy un flamenco que ha bebido de la música clásica para expresar con más precisión sus sentimientos"

–¿Se siente más músico popular o más músico de culto?

–Yo vengo de lo popular, del flamenco, ante todo me siento flamenco. Desde que nací he vivido el flamenco en Triana, en los patios de vecinos. Lo que pasa es que luego he ido avanzando y por las influencias que he tenido de mis maestros he hecho incursiones en la música clásica... Porque yo necesitaba saber lo que hacía, tocaba un montón de notas pero no sabía lo que hacía ni por qué, de ahí que decidiera estudiar solfeo. Pero yo soy popular, soy un flamenco que ha bebido de la música clásica para poder expresar con más precisión sus sentimientos.

–Pertenece a una generación para la que la figura de Paco de Lucía fue a la vez una bendición y una losa. Muchos intentaron imitarlo, con resultados invariablemente frustrantes. Usted parecía saber desde el comienzo que lo que debía hacer era desarrollar su propia personalidad...

–Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Serranito y el Niño Miguel, por este orden, han sido siempre mis referentes. Pero recuerdo que mi padre y mi madre, cuando yo era todavía muy pequeño, no me dejaban tocar las cosas de Paco ni de Manolo ni de los grandes guitarristas. Y al principio yo eso no lo entendía. Me decían que yo tenía que hacer mis falsetas, lo mío. Y empecé a componer falsetas muy simples, las propias de un chaval de 13 años, y me di cuenta de que llevaban razón. Yo debía tomar un camino propio. Porque como Paco, de todos modos, no iba a salir nadie más, eso lo comprendí. Fue un músico de otro planeta.

–¿Y qué piensa usted ahora cuando dicen algunos, y no son pocos, que tras la muerte de él, el mayor genio de la guitarra flamenca es usted?

–No me gusta esa comparación con el maestro, incluso me molesta. Paco ya no está y le debemos muchísimo por tantos momentos felices, porque él nos dio su corazón, que se le rompió de tanto darlo. Le debemos veneración, no comparaciones. Y además es que tampoco podría compararme con él. Yo tengo mi estilo, y a mi público afortunadamente le gusta, pero no tengo la velocidad de Paco ni su fuerza arrolladora.

–¿Y cómo definiría ese estilo?

–Yo con mi música quiero llegar al corazón de las personas. Es el único sitio al que pretendo llegar.

–Dijo usted hace un tiempo que ahora los flamencos son más formales que en sus comienzos y no me quedó muy claro si le parecía bien o mal...

–Cuando yo era joven, con 20 años o así, había muchas más fiestas. Nos reuníamos los flamencos, nos tomábamos nuestros vinos y nuestras copas y se aprendía mucho a base de compartir. Luego viví en Madrid una etapa de oro, yo creo que la época de mi vida en la que más me he divertido y disfrutando del lujo que es siempre tener buena compañía. Fue cuando nos reunimos allí Enrique Morente, Pepe Habichuela, Paco de Lucía y yo, y nos pasábamos un montón de noches contando anécdotas, tocando, y Enrique cantando. Yo lo que veo es que hoy falta ese roce. No sé si es que ahora está mal visto hablar de fiestas, o que los tiempos han cambiado y ya está, pero echo de menos ese espíritu. Hoy hay grandes guitarristas, y más que van a salir, muy técnicos, grandes virtuosos, el futuro está asegurado, pero también noto que en su música hay algo de frialdad.

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