El espíritu de Jafar Panahi preside el primer fin de semana de Cines del Sur
El festival abre su cuarta edición con el iraní como referencia espiritual y ofreciendo títulos tan hermosos como 'Independencia', donde el filipino Raya Martin logra la magia, el misterio y la poesía del gran cine
Todos los festivales se acaban pareciendo, sobre todo en las malas costumbres. Habrá algún día en que a alguien se le ocurra cómo solucionar el engorroso asunto de las galas, inevitable peaje institucional para que autoridades, patrocinadores, invitados y aficionados locales al glamour pasajero aplaudan juntos contagiados por el incomprensible efecto platea. Sólo cabe esperar que la dichosa crisis, que este año se lleva la Palma de Oro al mejor guión en todos los certámenes, nos libre del habitual, tópico y tedioso discursito de turno o del desfile desganado de unos miembros del jurado que preferirían estar en otra parte.
Cines del Sur abrió su cuarta edición con una ceremonia tan modesta como prescindible, salpicada por el discreto glamour de Miguel Ríos y presentada por Vicenta N'Dongo, que leyó la hoja de ruta de un evento que este año tiene al director iraní Jafar Panahi, quien fuera presidente del jurado en la primera edición del festival granadino, como referencia espiritual y recurrente lema libertario. Una silla vacía con su nombre y sus proféticas palabras en el documental Red, white and the green protagonizaron un homenaje que insistía en recordarnos la falta de libertades en Irán y, en palabras del director de El círculo, la evidencia de que el asunto no cambiará demasiado esté quien esté en el poder.
Presentada en la sección Itinerarios, Red, white and the green recoge numerosos testimonios de iraníes de a pie sobre su intención de voto en las pasadas y controvertidas elecciones de 2009, que se saldaron con el asesinato de 65 personas, un ejercicio de cine-encuesta que tiene su principal mérito en su condición clandestina y en la constatación de que, a pesar de todo, el país se toma bastante a pecho el aparente juego democrático. Cámara en mano, Nader Davoodi traza un mosaico social que describe al Irán contemporáneo en sus filias, fobias y contradicciones políticas. Pueden llamarme frívolo o poco comprometido con la causa, pero de todo el paisaje humano del filme, innegablemente partidario del Partido Verde de Musavi, me quedo con la incomparable belleza de las mujeres iraníes, velo mediante.
Mientras escribo esta crónica, otro cineasta iraní, Shahran Mokri, presenta en rueda de prensa su primera película, Ashkan, the charmed ring and other stories, que abre la competición de la Sección Oficial. Lejos del modelo iraní exportable de las últimas décadas, Mokri apuesta por una fórmula eminentemente occidental y posmoderna que mira a Tarantino de reojo con una considerable modestia de medios y más astucia que talento. Comedia negra de guión enrevesado, ladrones ciegos y azares envasados al vacío, Ashkan es la típica película de estudiante recién salido de la escuela de cine al que se le da mejor imitar que pensar por sí mismo, por más que cierta realidad urbana contemporánea asome, muy de fondo, tras la autorreflexividad y la obvia cinefilia de sus imágenes.
Mucho más estimulante y hermosa resultó la cinta de Raya Martin Independencia, perla incluida en el imprescindible ciclo que este festival dedica al cine filipino reciente. Insultantemente joven, Martin no se contenta con copiar a sus maestros y busca entre las imágenes de la historia del cine para reelaborar un discurso propio en el que se anudan la experimentación, la modernidad y el clasicismo bajo formas siempre libres e imprevisibles. Independencia prolonga el camino iniciado con A short film about the indio nacional con la intención de restituir una posible mirada clásica del cine filipino a través de las cuidadas maneras del cine en blanco y negro rodado en estudio. A través de ese ejercicio de distanciamiento, Martin articula en precisos y preciosos encuadres un melodrama familiar protagonizado por el artificio de una selva de nitrato de plata que funciona como simbólico Edén en el que reconstruir una identidad nacional filipina, cercenada por las sucesivas ocupaciones española y norteamericana. Independencia desprende el misterio, la poesía y la magia del gran cine, en su asimilación de la tradición para llevarla a un territorio inexplorado que nos hace ver y pensar las imágenes bajo una nueva y fascinante perspectiva.
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