Hoy se cumplen 120 años del suicidio de Ángel Ganivet en el río Dvina de Riga (Letonia). Un aniversario en el que parece imposible no preguntarse qué opinaría este filósofo de carácter ácrata sobre el hecho de que su nombre se conozca ahora más por la calle que es la 'milla de oro' de la ciudad con pubs y restaurantes chics que por sus obras.

Por no hablar de lo que daría de sí una reflexión de este escritor espiritualista, en el sentido más angustioso de la palabra, sobre que la calle Ángel Ganivet se transforme cada Semana Santa en la carrera oficial para las procesiones. O la impresión que le causaría al autor de Granada la bella de ver el estado actual del camino del Avellano, donde alrededor de una fuente montó una cofradía de intelectuales semejante a una academia griega.

El caso es que 120 años después de su trágico fallecimiento en Riga, Granada parece haber olvidado bastante a este precursor de la generación del 98 del que no se han programado conferencias ni otro tipo de actividades para abordar su controvertida figura. Todo, pese a que su huella sigue muy presente en el imaginario de la ciudad siempre que hay un debate entre modernidad y conservación. Una polémica bastante recurrente en Granada.

Por cierto, ni siguiera la casa-Molino Ángel Ganivet, el centro provincial de documentación, ha aprovechado una efeméride tan redonda como el 120 aniversario de que el granadino decidiera acabar con su vida lanzándose al agua congelada del río Dvina. Así, la actividad del centro esta semana ha sido una charla La historia minera de la provincia de Granada en los siglos XIX y XX.