"En la vida de Anna Freud no cabía otro hombre que no fuese su padre"
ELISABET RIERA. periodista y escritora
La autora barcelonesa publica en el sello Berenice su segunda novela, 'Fresas silvestres para Miss Freud', una indagación en la vida compleja de la hija del creador del psicoanálisis
La menor de los seis hijos del matrimonio de Sigmund Freud y Martha Bernays ni se casó ni tuvo descendientes y fue además la máxima defensora intelectual de las teorías de su padre. Anna Freud es la protagonista de la novela biográfica que ha publicado Elisabet Riera con el título Fresas Silvestres para Miss Freud (Berenice), el relato de una vida a la sombra del creador del psicoanálisis.
-¿Cómo ha enfocado a un personaje con tantas aristas como es Anna Freud?
-Empecé leyendo la obra de Anna Freud y su padre, Sigmund Freud, porque a través de lo que han escrito aunque no sea su propia vida puedes ver algo del pensamiento de la persona, su manera de ser y sus intereses. La obra de Sigmund la leí completa y la de Anna, que en España no está publicada al completo, la tuve que pedir a Estados Unidos. Así comencé a documentarme. Viajé a Viena a su casa natal, donde hay un pequeño Museo Freud, en el que no hay realmente mucha documentación, pero que me ayudó para la ambientación y recreación de lo que fue su mundo. Estuve en Londres también, que es donde ella vivió la mitad de su vida, y actualmente hay un museo dedicado a la familia Freud. Allí si hay disponible bastante material, cartas y documentación además de los muebles de su casa de Viena. Incluso pude visitar la clínica que Anna fundó y que se mantiene.
-Cuando Anna Freud comienza a elaborar fantasías para poder dormir, ¿por qué siempre aparecían castigos en ellas y por qué al final solían desembocar en escenas compasivas?
-Sigmund psicoanalizó a Anna durante cuatro años interrumpidamente y estos fueron algunos uno de los temas que ellos trataron en profundidad. Ella se sentaba en el diván y le explicaba a su padre cuáles eran sus fantasías. Tras este periodo, Freud publicó un estudio llamado Pegan a un niño, que versa sobre esas fantasías que tenía Anna y llega a la conclusión de que el hecho de pegar a un niño era la manera que ella tenía de decir "papá me pega a mí y no a mis hermanos, así que me presta atención a mí". De manera sintética, ella interpreta esta forma de castigo como una forma de amor.
-Ella competía con el resto de sus hermanos por el amor de su padre, pero en el libro se refleja como él, conforme Anna se hace mayor, la llama su "querida hija única". ¿Logró Anna Ferud con su comportamiento rebelde aquello que quería?
-A ella le marcó mucho el hecho de ser la menor de sus hermanos, es la hermana que viene de casualidad porque sus padres ya habían decidido no tener más hijos. Por ello todo su empeño era hacerse querer y sobre todo darse a valer. De pequeña lo hacía mediante rabietas que le llevaron a ganar el apodo cariñoso de demonio negro. Y conforme fue creciendo, tomó consciencia de que debía cambiar sobre todo después de que la mandaran sola a un pueblo, Merano [hoy perteneciente a Italia]. Es justo en ese momento cuando ella toma la decisión de ser como su padre quiere que sea, y cuando regresa a Viena vuelve ya convertida en la discípula de su padre.
-¿En qué condicionó Freud la sexualidad de su hija? ¿Llegó ella a convencerse de que la masturbación femenina era tan atroz como su padre decía?
-Sí que le influyó mucho, según he podido deducir por los documentos leídos. Sí que tuvo que hacer un gran esfuerzo por reprimir el instinto masturbatorio que sentía desde pequeña, y eso ya es una manera de represión claramente. Pero el hecho de que su padre insistiera tanto, en que había una sexualidad femenina normal y adulta en la que no se debía tocar, ya que eso era síntoma de la sexualidad masculina, le marcó profundamente. Cuando ella crece,a pesar de haber sentido desde siempre fascinación por las mujeres, Anna condena de forma abierta, visceral y pública la homosexualidad.
-¿Rechazaba entonces Anna Freud a los hombres debido a la figura paterna tan fuerte de su padre?
-No se sabe si era una tendencia natural de Anna, ese embelesarse con las mujeres que Freud intentó reprimir desde siempre y nunca lo consiguió, o si fue al revés. Tal vez a causa de esa admiración tan grande por su padre, de ese complejo de Edipo tan fuerte, no había cabida en su vida para otro hombre que no fuese su padre. Lo cierto es que cuando Anna tuvo pretendientes Sigmund Freud se encargó de ahuyentarlos.
-¿Fue positivo para ella ser psicoanalizada por su padre?
-Hay que distinguir la faceta laboral y la faceta personal. En lo laboral le vino muy bien porque la centró en una disciplina en la que ella pudo desarrollarse y convertirse en una profesional consolidada. En cambio en su vida personal podemos ver que hay algo que no se desarrolló del todo. Al menos su vida sexual y sentimental no fue abierta ni libre. Sigmund Freud le mandaba a su hija mensajes contradictorios como "crece pero quédate a mi lado".
-¿Podemos decir que Anna Freud ha sido la primera psicoanalista infantil profesional?
-Ella junto con Melanie Klein, que también fue pionera en el piscoanálisis infantil y fueron muy rivales en la época las dos. Tuvieron ambas muchas controversias públicas de las que se han escrito libros. Son las dos máximas representantes del psicoanálisis infantil.
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