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Apoteósico Mahler

  • Christoph Eschenbach se puso anoche a la batuta de la Schleswig-Holstain Festival Orchestra en el Palacio de Carlos V con un uno de los grandes clásicos de la música postromántica, la 'Sinfonía núm. 2 en Do menor'

El Palacio de Carlos V retumbó ayer casi llorando de emoción ante la majestuosidad de Gustav Mahler. Las piedras no derramaron lágrimas porque son piedras. Pero la música las transformó. La Schleswig-Holstein Festival Orchestra, bajo la dirección de un inmenso Christoph Eschenbach ofreció una de las más hermosas recreaciones de la 'Sinfonía número 2 en Do menor' de Mahler, tal vez una de las sinfonías más grandiosas que se hayan escrito nunca y que, como toda obra creada por un genio, hubo de sufrir la incomprensión de su tiempo.

La 'Segunda' de Mahler es una obra que contiene en sí "la vida y la muerte", como la definió Eschenbach el pasado viernes. "La primera sinfonía de Mahler con coro, semejante a la Novena de Beethoven, una obra que comienza con mucho dramatismo y que termina superando las dificultades hasta llegar a las estrellas y al cielo". Y eso fue lo que hizo la orquesta ayer: llevar al público del Carlos V del patio de butacas -con algún desmayo incluido- hasta el mismísimo ojo de buey celeste que da a las estrellas de la Alhambra. Imperial orquesta y majestuoso Coro de la Orquesta Ciudad de Granada que estuvo a la altura de las circunstancias y que hizo que, en el gran Finale de la obra, a muchos se les pusiese el vello de punta. Broche de oro a la estancia de la orquesta en Granada. Apoteósico Mahler.

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