Aixa de la Cruz, escritora

Axia de la Cruz: "El sufrimiento psíquico no es algo privado"

  • La escritora ha presentado su último libro 'Las herederas', publicado por Alfaguara, en la librería Picasso de Granada

Axia de la Cruz ha presentado su libro este sábado en la librería Picasso de Granada.

Axia de la Cruz ha presentado su libro este sábado en la librería Picasso de Granada.

-'Las herederas' oscila entre la magia y la locura, ambas motivadas por las drogas, y que hace que se acerque al género del realismo mágico...

-En la novela aparecen dos grandes grupos de drogas: las que las protagonistas utilizan para rendir o producir dentro del sistema (Nora utiliza anfetaminas para trabajar en un contexto de precariedad laboral y su prima Lis consume fármacos psiquiátricos por aquiescencia a la autoridad médica que la ha diagnosticado, por miedo a que, si no lo hace, le quiten a su hijo) y las que se relacionan con los rituales chamánicos y han existido siempre en la naturaleza, para “volar” o acceder a otros planos de la conciencia que, por definición, quedan fuera de dicho sistema. Es el imaginario “mágico” al que acceden por esta segunda vía el que, en última instancia, les va a permitir imaginar alternativas a las distintas situaciones de violencia que cada una experimenta.

- ¿En qué autores se ha fijado o que tradición ha seguido para el proceso de escritura? ¿Cuáles son sus libros de cabecera?

-Para escribir esta novela tenía muy presente la tradición de la novela gótica en lengua inglesa, desde las hermanas Brontë hasta Shirley Jackson, pasando por Otra vuelta de tuerca, que es un texto cuya premisa he intentado invertir. En la novela de Henry James (y en tantas otras ficciones de género) se plantea un contexto que, al principio, parece plagado por lo paranormal, pero al final descubrimos que no es que hubiera fantasmas, sino que la protagonista estaba loca. Yo quería hacer lo contrario, contar una historia en la que al principio pareciera que todas están locas y al final se descubra que lo que existían eran “los fantasmas”. Porque así se cuestiona la idea de que la locura sea un lugar estable, de restauración del orden. Pero también tenía muy presentes a las autoras latinoamericanas de mi generación que trabajan con el género de terror: Mónica Ojeda, Mariana Enríquez, Samanta Schweblin, Fernanda Melchor… En los últimos años, se han vuelto el canon en el que más me busco y me inspiro.

- La obra se desarrolla en el pueblo, aunque está siempre muy presente la presión de la ciudad, ¿por qué eligió ese entorno?

-Tuvo mucho que ver con mi propia experiencia personal, porque después de que el confinamiento estricto nos pillara en la ciudad, huimos al campo, nos refugiamos la casa que tiene mi abuelo en la aldea burgalesa en la que nació, y la novela tiene mucho de mi propia fascinación con aquel paisaje plagado de plantas medicinales y psicoactivas y aquejado, también, de las dificultades del medio rural: la ausencia de recursos, el aislamiento, las poblaciones cada vez más mermadas y envejecidas…

-En los agradecimientos señala que esta obra fue escrita en unos años de su vida difíciles y raros, ¿hay alguna anécdota en especial que motivara la escritura de un libro tan espectacular como este?

-Tanto en la portada del libro como en sus páginas aparece el fruto del estramonio, una planta que utilizaban las brujas en sus ritos –cuenta Escohotado en su Historia general de las drogas que se aplicaban un ungüento elaborado con esta y otras sustancias por vía vaginal, a través del palo de la escoba, y que de ahí viene la iconografía clásica de la bruja que vuela—y con la que me encontré en las inmediaciones de mi casa en la aldea. También brotaba la adormidera del opio, el hipérico que es un serotonínico… A través del paisaje que me rodeaba, adquirí conciencia de que la tierra lleva regalándonos fármacos desde que el mundo es mundo, y que la diferencia entre el remedio y el veneno no solo es cuestión de dosis, sino también de rito. La adicción se gesta en contextos desritualizados, y cuando se penaliza que procesemos el dolor y el duelo con calma, cuando no se nos permite descansar.

-El libro trata temas muy controversiales y duros, la experimentación con las drogas, la violación o el suicidio...

-Son temas que para mí están vinculados con las violencias específicas a las que nos somete el sistema. El sufrimiento psíquico no es algo privado, no es una enfermedad orgánica que empiece y acabe en el cuerpo, sin causas externas, sino que es el resultado de traumas que sufrimos en el ámbito familiar, del estrés al que se nos somete en un mercado laboral donde el trabajo se parece cada vez más a la esclavitud, del miedo a no tener cubierto lo básico, como la vivienda… Todo lo que sufren las protagonistas de mi novela está presente en mi entorno.

-La forma en que está escrito permite al lector empatizar con todas las mujeres, ¿cómo cree que afecta en este sentido el narrador?, ¿fue una decisión complicada?

-La novela recoge los cuatro puntos de vista de las protagonistas, que se van alternando, y así podemos entenderlas a todas. Esto era particularmente importante en el caso de Lis, que es el personaje que lleva la etiqueta de “loca” y, por ello, tiene miedo de hablar, de exponer su versión de los hechos, porque diga lo que diga, confirmará su diagnóstico. Sucede a menudo que vemos a Lis a través de los ojos de su hermana y de sus primas y nos parece que lo que hace no tiene ningún sentido, pero entonces entramos en su flujo de conciencia, en su subjetividad, y entendemos lo que le pasa. Todo es cuestión de mirada, estar cuerdo es aparentar estar cuerdo, solo eso.

-¿Qué le despiertan sus personajes?, ¿hay alguna por la que sienta especial simpatía?

-A lo largo de los dos años que tardé en escribir la novela desarrollé una relación emocional muy intensa con las cuatro protagonistas; quise repararlas, dejarlas en un lugar mejor, me costó despedirme. Quizás el personaje con el que más acabé conectando fue el de Olivia, porque es la que más se transforma a lo largo de la novela. Creo que cae muy mal al principio y que, sin embargo, se va convirtiendo en la heroína indiscutible a medida que avanzan las páginas. Es la que más aprende y la que más generosa se vuelve. La que es capaz de hacerse a un lado para cuidar bien de las personas a las que quiere.

 

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