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Basura sádica en relieve

Terror, EEUU, 2007, 83 min. Dirección: Jed Weintrob. Guión: Zack Ford. Intépretes: Angela Bettis, Kirby Bliss Blanton, Devon Graye. Cines: Cinema 2000, Kinépolis, ArteSiete Alhsur.

Scar 3D, rodada en 2007, ha tardado tres años en llegar a nuestras pantallas. Podría no haberlo hecho y hubiera sido mejor para todos, especialmente para los fans de la casquería que así se hubieran evitado dar otro paso hacia el atontamiento o la demencia.

El éxito de algunas películas en 3D ha sacado esta cosa de los sótanos de la funeraria del cine en los que, como las víctimas de la película, estaba guardada. De allí emerge para espurrear sangre y vísceras sobre las gafitas de los friquis aficionados a estas cosas.

El argumento no rebosa originalidad: años después de que un enterrador sembrara el pánico secuestrando adolescentes para torturarlas en el sótano de la funeraria, una de sus víctimas fallidas vuelve al pueblo. Todo el mundo sabe que una víctima que burló al psicópata no debe volver al lugar de los hechos porque estos se repetirán.

Sin embargo, como si no hubiera visto el centenar de películas que lo demuestran, la chica regresa y, naturalmente, la cosa se repite. El tratamiento tampoco rebosa calidad. Y sobre las interpretaciones, mejor no decir nada. Aquí lo único que rebosa es el cálculo basado en la estulticia del público. Y la sangre.

Dicen que esta cosa es una nueva dimensión del terror, como si se tratara de una aportación de Pressburger, Laughton, Hitchcock, Hooper, Kubrick, Carpenter o Demme, por trazar un itinerario de asesinos majaretas desde El fotógrafo del pánico a El silencio de los corderos pasando por La noche del cazador, Psicosis, La matanza de Texas, El resplandor o Halloween. Nada de eso. Lo único nuevo, y no del todo, es que las tripas, la sangre, las lenguas cortadas y hasta un sujetador se salen de la pantalla. Todo un logro.

Lo peor es que bajo esta tontería late una pregunta: esta especie de sadismo post-nazi sin intención, sin suspense, sin argumento, ¿a quién medianamente cuerdo puede atraer semejante cosa? ¿A quién le puede interesar ver como en el sótano de la funeraria un tipo saca el caldibache de la barriga de un muerto mientras una chica a medio despedazar aúlla -con razón: además de mutilarla le echa alcohol en las heridas y le corta la lengua- y otra aún no muy trabajada aúlla aún más fuerte -con razón también la mujer: le llena la barriga de grapas-? Prefiero no saberlo.

En versión virtual, sí, al menos de momento, el Saló o las 120 jornadas de Sodoma de Pasolini se hace cada vez más real en los medios como ese mal que él llamó fascismo audiovisual.

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