Belén Funes | Directora de cine

"Hacer una película es un acto violento, no nace de la comodidad o de la placidez"

  • La realizadora catalana debuta con 'La hija de un ladrón', un drama sobrio e intimista donde retrata la vida de una joven de clase obrera

La directora de cine Belén Funes (Barcelona, 1984), en una imagen reciente.

La directora de cine Belén Funes (Barcelona, 1984), en una imagen reciente. / Twitter Belén Funes

"He sufrido mucho, más que en toda mi vida", reconoce Belén Funes (Barcelona, 1984) cuando le pregunto si le ha costado mucho sacar adelante su primera película, La hija de un ladrón. La realizadora ha invertido cinco años en este proyecto, un drama sobrio que le ha valido la nominación al Goya en la categoría de mejor dirección novel.

En ella, retrata la vida de una joven de clase obrera (Greta Fernández) que trata de sobrevivir en un mundo hostil donde su padre (Eduard Fernández) está casi ausente -de la madre no se sabe nada-. Durante el proceso de creación, cuenta Funes, miraron mucho cine de Carlos Saura para ver cómo dirigía a los niños -"lo hacía muy bien", dice-, de los hermanos Dardenne, de Andrea Arnold y de Pablo Trapero.

El Madrigal acogió hace unos días el preestreno del largometraje en compañía de la directora y el guionista Marçal Cebrian, que contestaron amablemente a numerosas pregunta del público que llenó las butacas del histórico cine.

Belén Funes (derecha), durante el rodaje con la operadora. Belén Funes (derecha), durante el rodaje con la operadora.

Belén Funes (derecha), durante el rodaje con la operadora. / BTEAM PICTURES

-La hija de un ladrón está protagonizada por una joven de clase obrera que vive en uno de los barrios más pobres de Barcelona. ¿Qué atractivos le ve a los márgenes y qué se puede decir desde ellos?

-No le veo atractivos (ríe). Siento que es una parte de la ciudad y una parte de la sociedad que muy pocas veces aparece en el cine. Cuando alguien hace una película sobre Barcelona, hace una película sobre el paseo de Gracia, el Born, el Gótico, los barrios que están de moda donde hay problemas que no tienen tanto que ver con lo social. Era una forma de colocar en el centro algo de lo que habitualmente no se habla, que es de Ciutat Meridiana, el lugar donde rodamos, y toda esta gente que lucha y que sobrevive cada mes como puede.

-Me gustó mucho cómo trató la película, sin excesivo dramatismo ni clichés. ¿Cómo se hace cine social sin caer en tópicos manidos?

-Se hace siendo lo más honesto que puedas a tu película y a los personajes. Tratándolos con dignidad y otorgándole su propia dignidad, y no queriendo decirle al espectador cómo se tiene que sentir. La historia de Sara ya es suficiente dura y fuerte como para que yo encima le ponga más de mi cosecha.

-¿Al cine no sólo hay que ir para reír?

-El cine son muchas cosas aparte de pasar un buen rato. Ese cine tiene que existir, claro, pero creo que al cine se le puede dar muchos usos. Uno de ellos es hablar del tiempo y del espacio en el que la película se ha hecho. A mí me gustaría revisar la cinta dentro de 20 años y poder comparar la situación de ésta con la que yo estaré viviendo, y ver qué ha cambiado, qué se ha perpetuado, y hasta dónde hemos llegado.

-En ella, pone sobre la mesa las carencias emocionales, de cariño, y las materiales económicas de Sara. ¿Qué le parece más duro, su vida laboral precaria o la nula relación que tiene con sus padres?

-Me parecen durísimas las dos situaciones. La soledad en la que ella está metida tiene algo muy duro porque es muy joven para estar en esa situación. A ella no le toca vivir eso. Diría que el entorno de soledad que la rodea a ella.

-En su filme se muestran las consecuencias de un capitalismo salvaje, pero también habla de esa pequeña red de apoyos que surge en un entorno así. ¿La lógica de los afectos y el amor lo puede todo?

-No, no creo que pueda con todo. Estamos totalmente arrasados por este mundo de mercado libre y liberalismo que nos está machacando, ahogando y pisando el cuello a todos. En la película quería que apareciera esta red de solidaridad que hay entre los vecinos. Me parece muy importante porque es lo he vivido. En el lugar en el que he crecido una red de apoyo entre los vecinos existía y era muy fácil verla. No creo que el apoyo entre la gente pueda vencer a un sistema que hoy día es un poco invisible. El mundo en el que ella vive, el actual, es muy salvaje. Es un mundo donde no todos están capacitados para la supervivencia. No todo el mundo va a poder ser feliz, ni va a poder tener un trabajo. Todo el rato estás en un juego de azar en el que te puede tocar estar en el lugar del privilegio o de los desprivilegiados. Eso para mí es muy salvaje. Cuando lo pienso me dan muchas ganas de llorar.

-¿Se parece Sara, un personaje cabezón movido por el amor y el coraje, a usted?

-Si es que no te mueves por eso, por el amor y el coraje, no sé por lo que te mueves. Me identifico con ella en su forma de enfrentarse a la realidad con violencia. A las películas una se enfrenta mediante la violencia. Hacer una película es un acto violento. Es un acto que no nace de la comodidad o la placidez. Nace de querer enfrentarte a algo que es muy difícil hacer. Todos los que hacemos películas nos relacionamos con la violencia.

-En la película no se hace una alusión directa al independentismo. ¿Lo tenía claro desde el principio?

-No es algo que tuviera claro. Que haya hecho una película en Barcelona y no haya mencionado el independentismo es como si yo hubiera rodado un filme en Barcelona y no hiciera ni una sola mención de Messi. Es igual de lógico o paradigmático. No sostengo en la película una posición respecto al independentismo. Ni he quitado banderas ni las he puesto. He filmado los espacios tal y como los ofrecía la realidad. La película camina y transita por otros caminos distintos. Tiene un componente político pero no se relaciona con el proceso independentista. No cabe. En mi película retrato una clase obrera humilde que lucha por sobrevivir y para la que la política en muchos casos queda en segundo plano. No tenía intención de esconder el proceso o de no hablar de él.

Fotograma de la película 'La hija de un ladrón', protagonizada por Eduard Fernández y Greta Fernández. Fotograma de la película 'La hija de un ladrón', protagonizada por Eduard Fernández y Greta Fernández.

Fotograma de la película 'La hija de un ladrón', protagonizada por Eduard Fernández y Greta Fernández. / G. H.

-¿Le ha costado sudor y lágrimas sacar adelante una película así?

-Ha costado. He sufrido mucho en todos los procesos: en los de financiación, en los de escritura. Necesitas convencer a mucha gente para que te haga caso y ponga dinero en tu película. He sufrido mucho, más que en toda mi vida. Es un proceso que ha durado cinco años. He conocido a gente muy guay de la que he aprendido mucho. Levantar película tiene luces y sombras, sobre todo sombras. He tenido por suerte el apoyo de mis productores, que son increíbles.

-¿La han discriminado en el mundo del cine por ser mujer?

-No he sufrido episodios en los que se me discriminara por ser mujer. En estos casos siempre me gusta hablar de los números, y los números dicen que las mujeres acceden a menos presupuesto que los hombres. Y que los hombres suelen manejar o dirigir las películas de alto presupuesto con géneros relacionados con el thriller, el terror o la acción. No me he enfrentado a ninguna situación de discriminación y si te dijera que sí te estaría mintiendo, pero creo que la mejor forma para hablar de esto es apelar a los números. Las estadísticas hablan solas. Nos dicen que no hay muchas mujeres que acceden a puestos de responsabilidad en el cine y que cuando lo hacen los presupuestos que levantan son menores o inferiores a los de los hombres.

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