SUCESOS El conductor del accidente en Rubite da positivo en alcohol y droga

Actual

Canción de hielo y fuego

  • 'El caballero errante' y 'La espada leal' (Debolsillo) son sendas adaptaciones de las novelas del autor George R. R. Martin

George R. R. Martin es un buen exponente de lo que en ámbito anglosajón se conoce como storyteller, un contador de historias, un constructor de ficciones más preocupado por la eficacia de éstas que por eso tan sobredimensionado de la expresión personal. Para el narrador, la ficción es una oportunidad única para hablar con el lector, pero no de hacerlo necesariamente de sí; la ficción no debe ser forzosamente aulladero, confesionario o diván de psicoanalista. George R. R. Martin así lo ha entendido y nunca ha hecho ascos a ningún género (fantasía, ciencia ficción, terror) ni a otros medios: en la década de los 80 trabajó en un par de series de televisión, aunque la experiencia no fue todo lo satisfactoria que prometía. En 1991, cerrada esa etapa como guionista, volvió sobre sus fueros y emprendió la redacción de un ambicioso ciclo narrativo ambientado en un tiempo y una tierra imaginarios, los Siete Reinos de Poniente, recogido bajo el título general de Canción de hielo y fuego.

Al ponerse manos a la obra, imagino, Martin fantasearía con la conquista del bastión de los superventas. Algo del todo lícito; incluso los fracasos más estrepitosos se han escrito con las esperanzas puestas en el éxito. Pese a su prestigio y reconocido oficio, sin embargo, no las tenía todas consigo -en este mundillo nadie las tiene nunca-, pero los hados le fueron benévolos. La trilogía planeada inicialmente se transformó en una heptalogía, de la que se han publicado los cinco primeros títulos: Juego de tronos (1996), Choque de reyes (1998), Tormenta de espadas (2000), Festín de cuervos (2005) y Danza de dragones (2011). A éstos deben añadirse cuatro recopilaciones de aventuras extraídas de la serie original (A pesar del valor puramente derivativo de tales volúmenes, el primero de ellos recibió el Premio Hugo en 1997). Además, Martin ha escrito varias novelas cortas desarrolladas en épocas previas a la descrita en el corpus principal. Y lo que nació como saga novelesca ha acabado convirtiéndose en una rentable franquicia, inspiradora de juegos de rol, una serie de televisión y los cómics El caballero errante y La espada leal -aparecidos ambos en el sello Debolsillo- que exudan buen oficio. Ben Avery, al adaptar la novela original, y Mike S. Miller, al ilustrarla, han intentado estar a la altura de su mentor, y a fe mía que lo han conseguido.

El nombre que inevitable o fatalmente sale a colación es el de J. R. R. Tolkien, con quien nuestro autor comparte esas dos misteriosas erres intercaladas en el nombre, y poco más, a Dios gracias. George R. R. Martin revive un mundo de caballeros y canallas, de torneos y batallas, de gestas y gestos, muy lejos del romo maniqueísmo de Tolkien. Sin duda, el autor de Canción de hielo y fuego tuvo en cuenta al de El señor de los anillos cuando acotó esa tierra fuera de la tierra, y tiempo fuera del tiempo, pero otras lecturas con mayor pedigrí han dejado su huella benéfica. ¡Hay quien ha invocado el nombre del mismísimo William Shakespeare! La conexión shakesperiana se debe, creo yo, a la influencia que la Guerra de las Dos Rosas ha tenido en este proyecto. En el siglo XV, a lo largo de varias décadas, las luchas entre las casas de York y de Lancaster -cuyas enseñas respectivas eran una rosa blanca y una rosa roja- crearon una densa maraña de alianzas y traiciones que Martin, con muy buen juicio, ha tenido presentes a la hora de diseñar los lances de su propio relato.

El protagonista de El caballero errante y La espada leal es Dunk, un mozarrón a quien un caballeros de ésos que ningún trovador rememorará en sus trovas, Ser Arlan, había sacado del arroyo para convertirlo en su escudero. La acción arranca con el entierro de Ser Arlan, que no ha muerto batiéndose en la liza ni en el campo de batalla, ni defendiendo los muros de un castillo ni ofendiéndolos, sino a causa de un mal resfriado cogido mientras cabalgaban por esos caminos dejados de la mano de Dios. Dunk se queda con sus pertenencias y aspiraciones, su caballo y sus armas, su escudo y credo, y a todos cuantos preguntan les responde que Ser Arlan lo armó caballero antes de expirar. ¿Quién fue el testigo de dicha ordenación? Un pequeño petirrojo en las ramas de un espino, explica. Ser Duncan el Alto, que así quiere ser conocido, asiste a un torneo en el Prado de Vado Ceniza, junto al río Cockleswent, para medirse con otros caballeros de Poniente. El valor que no se le presupone por linaje piensa demostrarlo con la fuerza de su brazo aferrando una lanza o empuñando una espada. Empero, según dictan las sacrosantas leyes de la ficción, nada saldrá como él imaginaba…

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios